La música había pasado a un segundo plano, y lo único que mis oídos escuchaban eran risas. ¿Por qué todos se reían tan fuerte? Abrí y cerré los ojos para volver al planeta.
-Acá estas
Escuché su voz y giré sobre mi cuerpo. Tuve que apoyarme en la pared para no perder el equilibrio. Lo miré de arriba abajo. Claramente, no estaba en su mejor estado. Con su mano derecha, sostenía un gran vaso; con la izquierda, una especie de cuerda.
-¿Qué haces con eso?- Pregunté arqueando una ceja. Seguí la cuerda de su mano para darme cuenta que del otro lado había un peluche atado. No pude identificar si era un conejo, o un mono.
-Que se yo- dijo y se encogió de hombros -Lo encontré en aquella habitación.- me explicó señalando al vacío.
-Deja eso ahí, Seba- le ordené abriendo su mano para que suelte el hilo.
Lo observó caer al piso.-Estamos en una previa en la casa de los viejos de Mauro, ¿vos entendes eso?- Le dije tomándolo de los hombros. Mitad preguntándole qué hacíamos allí, y mitad explicándole que no podía meterse en cualquier habitación.
-Ya sé flaca, ya se- Agregó desganado. -¿Podes tomar un poco más? Cuando estas en este punto medio careta me aburrís
Miré el vaso que me ofrecía y sin dudar mucho lo tomé. Hice un fondo blanco, creo. Me perdí otra vez en algún otro planeta.
El viento contra mi cara me hacía cerrar los ojos. Eché un vistazo a mí alrededor.
-Me cago de frío
Escuché la voz de Iara. Mauro la abrazaba por los hombros, mientras hablaba por teléfono con un poco de dificultad.
-¿Qué hacemos acá?- Pregunté desorientada.
-Es el cumple de Mau- Me explicó Seba.
Levanté una ceja. -Mauro, el que se come IaraNo pude aguantarme la carcajada al verlo tan concentrado explicándome lo obvio.
-Ya sé, idiota. Sé donde estamos. Me refiero a acá, ¿qué hacemos en la vereda?
-Ah, eso ya no se- Respondió levantando sus brazos.
Nuevamente me reí para comprobar que sí, estábamos muy borrachos. Intenté calmarme mirando para abajo, pero en cuanto levanté la mirada y lo vi a mi amigo, me reí.
-¿Qué les pasa?- Preguntó Iara riéndose también. Claramente, era la que peor estaba de los tres.
-Ahí está- Exclamó Mauro señalando a la calle.
Los tres giramos para descubrir que pasaba. Un auto negro había estacionado de la mano de enfrente.
-Bajá, cenfe- Gritó.
Iara me miró y yo me encogí de hombros. Abracé a Seba, muerta de frío. Iara soltó a Mauro para unirse a nosotros.
-¿Se pueden calmar?- Preguntó aún tentada, mientras abrazaba a Seba por el otro lado.
-¿Qué estamos haciendo?- Pregunté aguantando la risa.
-Papelones- Respondió con una sonrisa en la cara.
-Aparte de eso...- Agregó Sebas, adelantándose.
-A Mauro no le arranca el auto y llamó a un amigo para que nos lleve al boliche.
-Yo vine en auto- Exclamó.
Las dos lo miramos: claramente no podía manejar. Iara negó con su cabeza mientras se acercaba nuevamente a Mauro, que hablaba con su amigo.
Me tomé varios minutos para mirarlo atentamente. Tenía un pantalón oscuro ajustado y una camisa blanca desabrochada y arremangada. Absolutamente lleno de tatuajes. Se despeinaba el cabello, de un color verde gastado, con rapidez y agilidad.