Luego de unos minutos el auto de Tomás estaba estacionado bajo un árbol, dentro de la quinta de Iara. Bajé casi corriendo y entré a la casa. Mauro miraba televisión en el sillón. Mi amiga se servía yogurt en un gran vaso. Me acerqué hasta ella y le hablé casi al oído.
-Yo no puedo creer como estás traicionándome- Largué. Rió y se acercó para darme un beso en la mejilla.
-Fue más fácil de lo que pensaba.
Hizo referencia a que me convenzan para venir. Y sí, sí que había sido fácil.
Miré para atrás y observé la puerta abierta. Tomás venía cargando mis cosas, y las de él. Había olvidado por completo que traíamos tantas cosas encima.
Di un paso hacia adelante pretendiendo ir a ayudarlo, pero un brazo me dio vuelta de golpe.
-¿En qué andas vos?- Preguntó. Una sonrisa apareció en mi cara, Seba.
Lo abracé mucho, y fuerte. Cuando lo solté Tomás ya estaba adentro saludando a Mauro. Miraba raro.
Nos separamos. Le apunté con mi dedo retándolo.
-Me dejaste en banda con estos dos en el cumpleaños de Mauro
Él me imitó, reímos juntos.
-No sé que tan en banda te deje- Dijo, y miró sin disimulo a Tomás.
Mauro se paró de golpe mientras apagaba el televisor.
-¿Vamos?- Le preguntó a Iara.
-¿A dónde?- Exclamé, para luego darme cuenta que había quedado como una metida.
-A comprar hielo, y bebida. Invitamos...a un par de personas. Algo tranqui- Insinuó mi amiga y supe lo que se venía. Fiesta.
-Iara se puso la diez- Gritó Sebastián alzándola.
Una hora después estábamos los cinco dentro de un auto volviendo a la quinta, llenos de bolsas y cajones. Se nos había ido un poco la mano con el alcohol, creo.
El auto se detuvo de golpe y abrí los ojos. Estaba casi dormida.
-Iara tiene una pelota- Casi lloraba Mauro pretendiendo que lo dejara bajarse del auto para jugar al fútbol con unos de por ahí.
-Arranca el auto Lombardo- Gritó. -Quiero llegar y arreglarme un poco.
Él bufó. Puso en marcha el auto nuevamente. Agradecí que el pequeño episodio no me saquera del sueño y volví a cerrar los ojos. Estaba cansada, muy. Me dormí.
Un leve viento me hacía pestañar. Abrí los ojos.
Tomás estaba soplándome la cara mientras se reía. Estaba apoyada sobre su hombro. Me acomodé rápidamente.
-Molesto- Dije puteando mientras abría la puerta.
-Dormida sos más linda- Exclamó y pensé que no era la primera vez que me lo decía. La anterior había sido después de pasar la noche juntos.
Bueno, de estar juntos. La noche no la pasamos porque huyó como un ladrón.
Bajé del auto con un cajón de cervezas en la mano y me dirigí hasta la casa. Tomás venía detrás de mí gritándome cosas. Hoy parecía estar de buen humor.
Los chicos pidieron una pizza mientras con Iara nos arreglábamos. Hacía mucho calor. Me puse un short blanco, tiro alto, que había elegido mi amiga. Arriba un top negro básico, un collar dorado y salmón; y mis plataformas negras más cómodas.
Me maquillé solo un poco: base, delineador, rímel. Me pinté los labios de un rojo no tan fuerte. Todos sabíamos como terminaban este tipo de fiestas: en la pileta.
-¿Me vas a contar qué pasa?- Preguntó entusiasmada Iara mientras se arreglaba el pelo.
Hice una mueca que ni yo entendí.
-Bueno, al menos decime cómo estuvo- Agregó divertida. Sonreí.
-Coge bien.- Dije sin vergüenza.
Abrió la boca sorprendida y fijo su mirada nuevamente en el espejo.
-Me alegro por vos.
Largué una carcajada y me puse de pie para salir de la habitación y dejar que se termine de arreglar sola. Di unos pasos y, antes de que pueda bajar la escalera, se paró justo delante de mí.
Di un paso para el costado intentando esquivarlo. Me imitó.
-Dale Tomás, no seas pendejo.
Se rió y se puso de lado, para dejarme pasar. Caminé rápidamente intentando llegar a la escalera. En cuestión de segundos me tomó de la cintura y me apoyó contra la pared haciendo que tocara la perilla de la luz. Estábamos a oscuras, y muy cerca.
-Me estoy aguantando las ganas de hacer esto hace rato- Dijo, y me besó.