El día había pasado rápido y Tomás estaba, increíblemente, de buen humor. Ni rastros de algún cambio repentino. Ni rastros de su bipolaridad, su ciclotimia.
Estaba con un cigarro entre sus dedos, recostado sobre el pasto, hablando con Mauro que hacía jueguitos con la pelota a su lado.
Lo observaba sin disimulo desde donde estaba, sentada como chinita en la entrada de la casa. Iara estaba acostada en la hamaca paraguaya y Sebastián la hamacaba suavemente. Los dos estaban tan atentos a Tomás como yo. Los tres lo admirábamos, en cuero, con su cigarrillo y la gorra al revés.
Largué un suspiro y rápidamente rogué que mis amigos no lo hayan escuchado. No lo habían hecho. Estaban entretenidos pensando cada uno vaya a saber qué.
Estábamos en confianza, sin Mauro ni Tomás. Me pareció el momento ideal para preguntar:
-¿Me vas a contar?
Los dos giraron para mirarme. Los había distraído. Iara se acomodó en la hamaca.
-No se pongan a gritar acá otra vez, las dejo solas si quieren, pero hablen bien- Dijo Seba. Rápidamente la miré a mi amiga y ella negó con la cabeza.
-No, quedate. Hay confianza
"Hay confianza". ¿Cuánta? ¿Dónde? No la veo. Me guardé los comentarios y me limité a mirarla, esperando a que hablara.
-Igual no entiendo nada- Agregó y se sentó a mi lado. Yo bufé antes de explicarle lo único que había podido deducir.
-El día del cumple de Mauro, vos habías llevado el auto pero estabas completamente mamado. No sé como apareció Tomás, lo llamó Mauro, creo. Yo me fui al boliche con ellos dos y Iara se quedó haciéndote el aguante a vos.
Expresé. Tomé aire. El asintió dándome una señal de que me seguía.
-No sé que pasó, estuvimos toda la noche con ellos y al final, me lo chape
-Bien- Opinó. Sonreí.
-Al otro día nos juntamos en casa...
-Gracias por invitar- Me interrumpió. Reí. Iara lo calló. Por primera vez sentí que iba a contarme el tan misterioso secreto.
-Bueno, nos juntamos en casa tranqui. Le mandé un Whatsapp invitándolo porque estos dos me jodían y me cortó el rostro.
Sebastián abrió los ojos sorprendido.
-Pero mal, mal. Me lo cortó mal- Le expliqué. Iara hizo una cara exagerada.
-No sé que mierda pasó después, cuestión que leí que le había puesto a Mauro que no tenía ganas de verme, que se yo- Me reí por la sorpresa que le causó a mí amigo.
-¿Qué le pasaba? De última cogian
Mi amiga rió y yo me encogí de hombros.
-No sé. Y todos estos días así. Un día bien, el otro me trata para el orto. Me chapa, después no me banca- Expliqué cansada.
-Ayer cogieron o sea, ¿ahora no te banca?- Preguntó totalmente perdido. Las dos reímos.
-¿Y por qué es así?
-No sé.
Llevé mi mirada hasta Iara.
-Yo no sé, pero Iara si
-Ah, sos forrísima- Agregó Seba casi sin pensarlo.
Asentí dándole la razón y ella se bajó de la hamaca para sentarse con nosotros.
-Es que es un tema re jodido. Mauro me lo contó hace poco, y eso que tenemos confianza hace bastante.
Los dos nos pegamos aún más y nos arrimamos contra ella. Parecíamos dos nenes a los cuales iban a contarle un cuento.
Amagó con empezar a hablar y largó un suspiro. Se tomó la cara entre sus manos. Estaba nerviosa.
-Los odio- Dijo y pestañeó fuerte. Seba me miró sin saber que estaba sucediendo.
-El andaba de novio con una mina. No sé bien como era la relación ni que pasaba. Tampoco pregunté mucho.
Revoleé mis ojos.
-Al grano, Iara- Comentó Seba y lo abracé de lado.
-Cuestión que un día...- Renovó nuevamente la historia y su cara se petrificó.
Cerré los ojos esperando que no estuviera sucediendo lo que creía pero sí, estaba sucediendo, y me di cuenta al escuchar su voz detrás de nosotros.
-Me parece que esto es algo que debería contarlo yo.
Miré aterrada a Sebastián. Me di vuelta. Tomás estaba apoyado contra una columna esperando a que mi amiga dijera algo. Mauro, a su lado, la fulminaba con su mirada. No entendía bien que pasaba pero estábamos, claramente, en problemas.
bueEEEEENO ahre ya se acerca el momento donde van a entender todo