Abrí los ojos desconcertada. Estaba transpirada y sola. Me senté para comprobar que estaba en la quinta de Iara. Había dejado mi auto acá ayer y Mauro nos había pasado a buscar para ir a la casa de sus abuelos. No tenía idea de cómo habíamos vuelto y ningún recuerdo vino a mi cabeza aunque me esforcé.
Me dirigí hasta el baño para higienizarme y mientras me miraba en el espejo una imagen de Tomás acostado a mi lado apareció. ¿Había dormido con él? Sí, recordé haber dormido a su lado.
Sacudí mi cabeza confundida y bajé las escaleras.-Buenos días- Exclamé saliendo de la casa.
Nadie me respondió.
Mauro estaba con Neo y Tomás en la otra punta de la quinta, intentando prender el fuego. Iara cortaba verduras en una mesa a la sombra, bajo un árbol. Me acerqué hacía ella y me sonrió cuando me senté a su lado.
-¿Cómo estás?- Preguntó concentrada cortando.
Yo observé sus movimientos deseando que no se cortara un dedo.-Yo bien, ¿vos?
-Digamos que...podría estar mejor- Contestó dudosa y reímos juntas. Resaca.
-¿Qué onda? ¿Cogieron?- Indagó llevando la mirada a los chicos.
-¿Qué?- Retruqué ahogada. Ella se encogió de hombros. -No, no cogimos
-¿Chaparon?
-Ponele- Respondí rápidamente. Odiaba este cuestionario.
-Bueno, supongo que hasta ahí está bien- Agregó en un susurro. La mire intrigada.
-¿Supongo? ¿Hasta ahí?- Pregunté dudosa recordando sus últimas palabras en el boliche, justo antes de quedarse dormida.
-Es...raro. Complicado
-¿Qué cosa?- Curiosee ahora sin vueltas. No estaba entendiendo nada.
-Tomás
Me miró a los ojos. Note en su mirada su preocupación. No la entendía. Sabía que se moría de ganas de contarme algo pero por algún motivo no lo hacía.
-¿Qué pasa, gorda?
-Nada, nada. No me des pelota. Hace la tuya- Negó con su cabeza y se estiró para agarrar otro tomate.
Seguí sus movimientos mientras lo cortaba intentando procesar sus palabras.-No entiendo.- Dije. Levanté la mirada.- ¿Le tenes ganas? Me lo hubieras dicho, boluda. Pensé que estaban bien con Mauro
-¿Qué?- Preguntó irónica. Largó una carcajada.
Su voz y su expresión demostraban que eso era algo que jamás podía llegar a pasar, pero, ¿por qué?
Se levantó sonriendo y entró a la casa con la verdura cortada. La seguí con la mirada. Observé a los chicos, riendo, relajados. Tomás estaba en cuero, se podían apreciar mejor sus tatuajes, y se acomodaba, como siempre, su pelo con la mano. ¿Qué podía tener de malo este chico?
De un segundo al otro nuestras miradas se encontraron. Su sonrisa desapareció cuando me vio y su expresión se volvió seria. Giró rápidamente la cabeza para volver a mirar la parrilla. Me sentí ignorada, y bastante idiota.
El almuerzo estuvo tranquilo y los chicos solo hablaban entre ellos. Iara se limitaba a comer y hacerme caras graciosas intentando sacarme una sonrisa. Reí cuando Mauro contó lo asustada que estaba en el auto, aunque en ese momento no me pareció gracioso.
Tomás se levantó con la excusa de que iba a limpiar la parrilla y a los demás no pareció importarle. ¿Por qué me intrigaba tanto? Apenas lo conocía.
Levanté la mesa con mi amiga. Ella lavó y yo sequé. Fue imposible sacarle una palabra sobre él.
Volví a salir y me recosté sobre el borde de la pileta mirándolo. Estaba solo, serio y no parecía tener idea de cómo se limpiaba una parrilla. Lo observé un rato largo. Muy largo.
Se acercó cuando simuló terminar de limpiar.
-No me mires así- Dijo y se sentó, bastante alejado de mí.
-¿Por qué no?- Indagué incorporándome para encontrar sus ojos.
-Porque no vas a poder entender nada mirándome- Explicó risueño.
Estaba muerta de intriga. ¿Por qué no podía sonreír así siempre?
-Entonces explicame- Prácticamente rogué.
-No vale la pena
¿Yo no valgo la pena? Me quedé bastante dura y no hizo falta que pregunte nada. Él continuó.
-No vale la pena que te arruine con mi historia