–Hola- Dije, llena de vergüenza y cobardía.
Puso su mirada en mí como lo hacía antes. Tan posesivo como siempre. Ladeo su cabeza y llevó una mano a su nuca para rascarse su cabello.
– ¿Qué querés?
Bueno. Al parecer estaba más molesto de lo que pensaba.
–Que hablemos- Exclamé incorporándome para demostrarle interés.
Por un momento, me imaginé: más flaca que nunca, con los ojos hinchados de llorar por semanas y semanas, acurrucada como un pollo mojado para no recibir más palazos de nadie, ¿a dónde podía llegar de esta manera?
Rió.
–Bueno, debes de imaginarte que no quiero hablar
Su actitud sarcástica estaba empezando a molestarme pero intenté controlarme al recordar que todo había sido mi culpa.
Caminó a través de la cocina para pasarme por al lado y, casi corriendo, salir de ahí. Me tuve que dar vuelta para verlo.
–Me parece que nos merecemos una charla- Largué, intentando calmar el clima.
– ¿Nos merecemos? ¿Los dos?- Inquirió en voz alta y me sentí fatal.
Mi garganta ya empezaba a apretar, tragaba saliva con tanta fuerza que dolía. Mis rodillas chocaban de lo mucho que temblaban mis piernas.
No. No quería llorar. Menos delante de él.
Con él único hilo de voz que pude rescatar, pregunté:
– ¿Por qué me haces esto?
Soltó una carcajada exagerada. ¿No se daba cuenta lo mucho que me costaba esto?
– ¿Yo te hago? ¿Qué te hago?- Preguntó levantando sus manos mientras se acercaba.
Intenté controlar mi cuerpo pero fue imposible. Tuve que apoyar mis dos manos en la mesada para sostenerme de pie.
Su cara se transformó de un instante al otro y su mandíbula tembló antes de empezar a hablar.
–Me abrí a vos como nunca a nadie. Sin conocerte, te conté la historia de mi vida, la que no me permitía dormir ni una noche. Ni una. Hice cosas que jamás pensé que volvería a hacer por estar con vos. Me animé a todo.
No, por favor.
–Di todo de mí. Hice todo lo mejor que pude. Me esforcé, y no te das una idea de cuanto. Tenía ganas de cambiar. Solo podía hacerlo con vos al lado. Me tenías enamorado como nunca pensé estarlo. Te amaba hasta con los huesos, Valeria
El corazón se me rompió a pedazos. Enamorado. Te amaba, hasta con los huesos. Valeria. Amaba.
–Y todo se fue a la mierda en un segundo. Todo mi esfuerzo se desintegró en nada
Mis lágrimas iban a inundar la cocina. Cerré los ojos para intentar calmar el ritmo de mi corazón. Iba a terminar en el suelo si no podía controlar mi respiración. Apreté mis manos a la mesada, una vez más.
Él me miraba. Me tenía frente suyo más vulnerable que nunca. Justo como me merecía estar.
Sonrió irónico. Se refregó sus ojos. Largó un suspiro y se separó.
–No lo intentes. Nunca más va a pasar algo entre nosotros