Después de unos segundos me soltó. Lo miré.
Levantó una ceja y observó su alrededor. Estaba aturdido. Lo senté con cuidado en el sillón y me propuse a hacerle un café, para que calmara un poco su mal estado.
Lo observaba detenidamente mientras batía el café. Estaba sentado tal cual lo había dejado, incapaz de mover un músculo. Su mirada estaba fija en algún punto del suelo. Reí por dentro. Estaba completamente borracho. Pensé un segundo. ¿De dónde venía? ¿Había estado tomando toda la noche, solo?
Negué con mi cabeza. Llené la taza de agua y lo revolví. Me tomé el atrevimiento de probarlo. Amaba el café en todas sus formas, y siempre era un buen momento para tomar aunque sea un sorbo.
-Toma- Le dije cuando volví al living. Dejé la taza en la mesa ratona y lo miré. Estaba dormido.
Bufé.
Me senté a su lado y le soplé la cara. No hizo ni una mueca. Me reí. Acomodé delicadamente sus pelos y, ahora sí, su boca y sus ojos se movieron. Tenía miedo. Incluso ebrio. Incluso dormido.
Suspiré. Lo recosté sobre el sillón y busqué un almohadón para dejarlo debajo de su cabeza.
Me puse de pie. Agarré la taza para llevármela a la habitación y lo miré por última vez. Fui hasta el placard y agarré una manta. Lo tapé con cuidado. Apagué la luz y me encerré en mi cuarto.
El hecho de pensar que estaba durmiendo del otro lado de la pared me ponía la piel de gallina. Me había llamado borracho. Había venido borracho. Dijo que quería verme. Se durmió. Pero de todas formas quería verme, y había venido.
No tenía ganas de pensar. Me terminé el café. Estaba tan acostumbrada a tomarlo que ya no me provocaba insomnio. Cerré y los ojos y me dormí.
.
Un rayo de sol me hizo abrir los ojos. Los abrí de golpe, sobresaltada. Sin muchas vueltas me levanté y abrí la puerta de la habitación para pasar al baño e higienizarme.
Cuando abrí la puerta y lo vi creí desmayarme. Por un segundo se me había olvidado que estaba ahí. No se había movido. Estaba en la misma posición en la que lo había dejado pocas horas atrás. Lo miré mientras caminaba al baño. Me cepillé los dientes, lavé la cara y peiné lo más rápido que pude. No quería perderme un minuto la escena de él durmiendo como un bebe.
Cuando salí del baño, estaba sentado en el sillón, riendo y sacudiendo su pelo. Se había hecho el dormido.
-Que gracioso- Dije, sin una pizca de simpatía.
-De otra forma no sabría como me miras cuando no te estoy mirando- Agregó.
Mi cara de vergüenza no tardó en aparecer. Caminé por el living hasta la ventana. El siguió con la mirada cada uno de mis pasos. No lo miraba, pero sentía sus ojos sobre mí. Incluso hasta cuando estaba de espaldas.
Levanté las cortinas y abrí las ventanas. La sala se llenó de luz. Giré para mirarlo. Estaba con sus ojos entrecerrados, una cara de dormido terrible y sus pelos todos revueltos. Mejor, imposible.
-Me encanta tu casa- Expresó, admirando los adornos y cuadros en las paredes.
"A mi me encantas vos", pensé. Me odie por eso. Controlate, Valeria.
-¿Qué hora son?- Preguntó. Lo miré incrédula.
-¿Qué?
-Se dice, ¿qué hora es?- Indiqué, remarcando la última palabra.
-Como sea- Dijo restándole importancia.
-Son las tres de la tarde.
-¿Entonces por qué decís que son las tres de la tarde, si se dice es?- Se había levantado chistoso.
-Ah, veo que te comiste un payaso- Comenté poco divertida. Él largó una carcajada.
-¿Vemos una película juntos?- Preguntó, acomodándose en el sillón, sintiéndose como en su casa.
-Prefiero mirar un documental de cómo se reproducen las hormigas. Pero te agradezco- Le dije irónica, intentando ignorarlo.
-Dormida sos más linda- Comentó casi al segundo.
Lo miré. ¿Cuántas veces me había dicho eso?
-O ves una película conmigo o vamos a comer algo. Vos elegís
"Ninguna de las dos", pensé. Pero no era cierto.
-Si decís ninguna hacemos las dos- Agregó. Ladeé mi cabeza para mirarlo.
¿Por qué era tan así?
-Bueno, vamos a comer- Dijo y se incorporó para ponerme sus zapatillas.
-¿No me vas a decir nada de ayer? No sé...preguntarme algo...¿qué haces acá? ¿cómo viniste...?- Curioseé. Al parecer, estaba más perdida yo que él.
-La primer posibilidad es que hayamos tenía sexo otra vez pero...creo que me acordaría de ello- Comentó y levantó su mirada para mirarme. Se me heló la piel. -Así que sacando esa posibilidad, supongo que me puse en pedo y vine a verte porque era lo que quería hacer sobrio.
Las dos posibilidades de las que él hablaba me hacían temblar.
-¿Te podes apurar?- Me ordenó, poniéndose de pie.
Estaba muy ocupada admirándolo, ¿cómo podía ser así?