El beso fue cambiando de tono a medida que sus manos bajaban por mi cuerpo. Después de haber depositado sus manos en la parte baja de mi cadera, acarició mi pierna muy delicadamente y la sostuvo en el aire unos segundos para enroscarla en su cuerpo. Hizo lo mismo con la otra y, cuando me tuvo sobre él, me estrujó aún más contra la pared. Su cuerpo estaba pegado al mío. Podía sentirlo, incluso con nuestra ropa de por medio. Estaba odiándolo: por besar tan bien, por volverme loca, y por ser tan histérico como yo.
Abrí mi boca aún más, si eso era posible, para darle paso a su lengua y dejarme llevar. Tomé su nuca con fuerza y desesperación. No quería que deje de besarme.
Quería separarme y decirle que era raro, que no quería estar con él, pero no podía.
-No era necesario.
Se escuchó una voz detrás de él y me dejó caer casi al instante. Me arreglé un poco la ropa antes de que él se diera vuelta. Mi amiga nos miraba con una divertida cara de asco.
-No era necesario acá, te juro- Hizo una seña con sus manos imposible de reproducir.
-Gracias wacha eh, sos re copada- Le dijo Tomás.
La bronca salía por sus poros. No puede evitar reír al verlo tan enojado acomodándose su pantalón. Me dedico una mirada no muy amistosa antes de bajar por la escalera.-Me mata que cojan y se lleven mal, te juro
Negué con mi cabeza mientras me reía de su comentario.
-¿Estoy bien?- Preguntó y dio una vuelta.
Recién en ese momento me ubiqué en donde estaba. La había dejado en la habitación terminándose de arreglar.
-Perfecta- Agregué. Me hizo un gesto porque sabía perfectamente que no estaba mirándola.
-¿Sabes qué hice?
-¿Qué hiciste?- Indagué. No me gustaban las sorpresas.
-Le dije a Mauro que invite a Martín
-¿Vos estás loca?- Prácticamente grité. Ella rió.
-¿Por qué? Está bueno- Se encogió de hombros restándole importancia. Comenzó a bajar las escaleras y yo la seguí, susurrando.
-Sí, obvio que está bueno. Está buenísimo. Pero es un pesado, después me manda mil Whatsapp por día, Iara
Había chapado con este Martín todas las veces que habíamos salido juntos. Era del otro grupo de amigos de Mauro. Un caño. Pero un caño de verdad. Y un pesado. Cada vez que nos veíamos me mandaba Whatsapp por los diez días siguientes. Agradecí por un segundo que mi celular haya muerto.
Cuando bajamos nos dimos cuenta que ya había empezado a llegar gente. Había algunos conocidos y amigos de esos conocidos. Y amigos de esos amigos de esos conocidos.
.
Dos horas habían pasado y todo estaba perfectamente descontrolado. Había mucha gente. Muchos vasos en el pasto y mucho griterío. Estaba perdida hace unos minutos. Saqué mi celular y me concentré en escribir bien.
Cuando las dos tildes azules aparecieron, supe que iba a estar sola toda la noche. Iara seguramente estaba en algún rincón u habitación con Mauro.
Se había armado una especie de ronda alrededor de la pileta. Me acerqué un segundo para ver que ocurría: un borracho se estaba tirando al agua desde arriba del techo vecino. Reí en voz baja, para mí. Se había salido de control todo, pero estaba bien.
-Al fin te encuentro- Escuché y giré con los ojos cerrados sabiendo lo que venía.
-Hey, hola.
Lo saludé con un beso en la mejilla haciéndome la simpática. Increíblemente, cada vez que lo veía estaba más lindo. Ojala fuese un muñeco y no hablase. O no tuviese celular. Todo sería mejor así.
Pasé unos minutos hablando con él. Bien, buena onda. No iba a estar con él esta noche. Estaba en otra, tenía la mente ida. La conversación ya se había tornado pesada y no entendía por qué no se marchaba. Miraba a mí alrededor en busca de alguien que me rescate pero no conocía a nadie.
Mi celular vibró en mi mano y agradecí la señal del cielo. Cuando lo desbloqueé maldije en voz alta. Lo tenía agendado.
-Iara- Dije entre dientes negando con mi cabeza.
Abrí su conversación.
Sonreí, instantáneamente. Y luego me contuve, sabiendo que me estaba mirando. Martin seguía hablando. Yo buscaba a Tomás sin disimulo entre la gente. Me ponía nerviosa el hecho de saber que él a mí me veía, y yo a él no.
Rodeé mis ojos sin descaro. Este pibe no dejaba de hablar. Miré mi vaso y tomé, de un sorbo, todo su contenido. Lo deje caer al pasto y tecleé.
"Ayudame con moplo este". Reí. No entendía como un pibe podía estar tan bueno y ser tan pesado al mismo tiempo. Bufé mientras guardaba el celular.
Pasaron apenas unos minutos antes de sentir unas frías manos en mi cuerpo. Me había agarrado por ambos lados, con ambas manos, por detrás. Había pegado su cuerpo tanto al mío que me había petrificado. Me giró en cuestión de segundos, agarró mi mano y me arrastró entre la multitud.
Me llevó de la mano hasta el pequeño parque detrás de la casa, y sonreí disimuladamente: no había tanta gente allí como para que me guíe de esa manera.
-No era tan difícil, ¿viste?- Preguntó irónico mientras me soltaba. Revoleé mis ojos.
-Estás borracha- Afirmó casi retándome. Levanté una ceja confundida. ¿Por qué hablaba tanto y no me besaba? Ya no quería tantas vueltas e histeriqueos.
-Vas a retarme y mandonearme como siempre, ¿no? ¿Es eso lo que vas a hacer?- Pregunté y, cuando grité, me di cuenta de que sí, estaba más borracha de lo que pensaba. Él se rió, seguramente de cómo se me mezclaban las letras.
-No, no voy a hacer eso- Dijo mientras se acercaba. -Hoy tengo ganas de hacer otra cosa- Agregó y la piel se me erizó casi al instante.