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Agosto 2012

La campanilla de la puerta principal sonó a las 10:15 pm, avisando de la llegada de mi visitante recién salido de su academia nocturna. Yo acomodaba algunas cosas en la parte trasera de la tienda de conveniencia, cuando sentí que alguien se detuvo a mi espalda y me clavó la mirada.


- Cambiamos las papas fritas al segundo pasillo. - le avisé sin necesidad de verle a los ojos para saber de quién se trataba. - Y el agua saborizada que siempre tomas se ha terminado. Traerán nuevos paquetes mañana por la mañana.

- Algunas personas saludan. - me dijo, antes de darse media vuelta y dirigirse al pasillo en el que se encontraban sus adoradas papas fritas.


Solo cuando escuché sus pasos alejarse, reí bajo. Nuestra relación era así. Aunque habían pasado meses desde que nos habíamos conocido, a mí todavía me costaba un poco dejar por completo mi lado áspero y duro.

Era mi mecanismo de defensa. Había aprendido que si no dejabas a las personas acercarse lo suficiente, no podían dañarte ni dejarte rota. Y por muy bien que Yugyeom me cayera, las diferencias entre ambos hacían que en mi cabeza se generaran dudas mezcladas con miedo.

Él lo había notado, claro que lo había hecho. Pero no parecía molestarle. Todas sus visitas por la noche, luego de la escuela y sus clases en la academia, lo demostraban. Y eso era bueno porque sin pensarlo y a pesar todas las cosas que me atormetaban en el interior, le había dejado convertirse en una de las pocas personas permanentes y estables en mi vida.


- ¿Cómo va tu semana? - preguntó casual, mientras comía sus papas sobre el mostrador, como si él también trabajara allí.

- Pues todo ha estado bastante tranquilo. - respondí, antes de escanear un par de productos que había que dar de baja por fecha de vencimiento. - ¿Cómo te fue a ti? ¿No tenías un examen hoy?


Nada. Silencio absoluto.

Aquello me hizo dirigirle la mirada de inmediato. Cuando le conocí, Yugyeom había empezado su último año y todavía tenía problemas con algunos cursos. Por ello, sus padres le inscribieron en la mejor academia nocturna que su dinero podía pagar para que estudiara hasta quemar sus pestañas y pudiese estar listo a tiempo para el CSAT, el examen de ingreso a la universidad.

En su familia, entrar a una de las universidades SKY, las tres mejores de todo el país, era un requisito indispensable. Así que la presión estaba sobre él y el tiempo no estaba a su favor.


- ¡Es broma! - exclamó, echándose a reír. - Saqué un 85.

- Pruébalo. - exigí, de inmediato.


La risa de Yugyeom se fue apagando poco a poco al ver mi ceja arqueada y mis brazos cruzados, y sabiendo bien lo que eso significaba, me dio la espalda para comenzar a rebuscar en su mochila. Solo cuando tuvo lo que quería, lo puso sobre el mostrador.

Un examen de matemáticas con un gran 85 en la parte superior.


- ¿Es enserio? - pregunté e, intentando que mi emoción no desbordara de mi cuerpo, tomé los papeles entre mis manos para revisar las preguntas. - ¡Felicitaciones, Yugyeom! Pasaste de un 50 a un 85 en muy poco tiempo.

- Bueno, es que soy increíble. - se regodeó, apoyando un codo en el mueble para hacer descansar su barbilla en la palma de su mano y así poder verme mejor.


Tenía una sonrisita encantandora, de esas que me daban ganas de hacerlas desaparecer con un golpe. La clase de sonrisa que, últimamente, le veía usar a menudo.

Unperfect Match | Kim YugyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora