Entrada #12

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8 de Enero

   No se que escribir, pero siento la necesidad de hacerlo. Me encuentro en el cuarto. Sola, mientras como lo que quedo del pastel de queso que Mariana me dio. Mariana. No se que escribir, porque hoy vi su rostro. Ella me lo mostró, y a pesar de que ahora todo tiene más sentido, sigo sin entender porque. Sigo sin entender cuales son sus intenciones verdaderas, porque a pesar de que he estado sobrellevando muy bien esto, honestamente quiero saber un porque. ¿Es esto un castigo o simplemente soy una casualidad a la que decidió secuestrar? Aún no lo se, y debo encontrar alguna manera de averiguarlo. Tal vez sea buena idea escribirlo todo, tal vez al re-leer esto pueda sacar algunas conclusiones. Ella llego temprano esta mañana, de hecho un poco más temprano de lo usual. Yo aún no me levantaba, pero según ella me estuvo observando todo ese tiempo. Recuerdo que me había acostado con el envase de helado a mi lado, y al encontrarme como estoy probablemente me vio como algo sensual. Y no negaré que lo es. Mis nuevas y adquiridas curvas lucen asombrosas, y no me impresiono que alguien como ella sienta un interés gigantesco por verme dormida como una gorda cualquiera. Mis pierna son jugosas y puedo entenderlo, usualmente son lo primero que veo al despertarme, y mi parte favorita del cuerpo. Cuando por fin me levante la vi ahí. Sentada. Ya había comida preparada, y lo primero que hice fue acercarme. Era una pizza de queso bastante grande, acompañada de un refresco de 2L y un pastel de queso mediano. La observé unos segundos, y ella con su mirada me dio a entender lo que quería que hiciera. Me puse en posición animal, y lentamente comencé a devorar la pizza sin usar mis manos. La salsa saltaba y se embarraba en mi boca, en mis cachetes, en mi papada y en parte de mi suave y adorable panza. Esta colgaba mientras yo continuaba en mi posición, parando mi culo de una manera en la cual Mariana pudiera verme y sentir que estaba viendo a una reina obesa. Llevaba la mitad de mi pizza cuando ella me detuvo. 

   Bajo al cuarto una vez más. Llevaba puesta la mascara de siempre. Se acercó a mi y me indica que siguiera en la misma posición, mientras ella acariciaba mis lonjas y me daba las rebanadas de pizza en la boca, como si yo fuera una especie de animal. Cada bocado era un deleite. Mi cuerpo gordo se agitaba con escalofríos cada vez que ella me acariciaba, y mi vagina sentía ese bello cosquilleo. Lentamente ella bajo sus manos, y de mi espalda paso a mi culo, al cual comenzó a nalguear repetidamente. El ruido de mi gordo culo, de la mano de mi boca tronando por la comida y de Mariana produciendo pequeños quejidos que claramente marcaban su excitación. "¡¿Quien es la cerda?! ¡Gritalo!", me indicaba tras cada tres nalgadas. Yo excitada y comiendo la obedecía. Al fin y al cabo esa era mi nueva identidad. Me había convertido en una cerda. Ahora solo pensaba en comer. Solo pensaba en engordar y complacerme a mi misma sin importar los limites. Después de las nalgadas Mariana bajo sus dedos y lentamente comenzó a masturbarme una vez más. El sudor en mis lonjas era obvio, pero ella continuo, pareciendo disfrutar cada parte de mis gordas piernas moviéndose y sonando mientras ella me masturbaba el coño. Grite su nombre repetidas veces, mientras ella me seguía rogando gritar. Sus dedos tenían una maestría inigualable en el arte de la masturbación, y cada movimiento era como un electro shock gigantesco. Era como si literal, cada movimiento de sus dedos fueron los de una orquesta. Me imagine. Gorda en una cama verde, siendo masturbada por Mariana, dando la espalda ya que en aquel momento desconocía su rostro. Ella me amaba, y parecía disfrutar cada parte de mi nueva gorda figura. Se que lo repito mucho a través del diario, pero es que me vuelve loca. O al menos lo hacía.

   Cuando menos me di cuenta ella dejo de masturbarme, me dio el refresco y comencé a tomarlo. Cada trago se sentía pesado, pero lo valía. Mi chica estaba conmigo. Eructe múltiples veces, y cada vez que lo hacía ella le daba un pequeño golpeteo a mi panza y proseguía a acariciarme mientras me ayudaba con el refresco. Me encantaba sentir como cada trago me hacía realmente sentirme más pesada. Mis ahora regordetes pies se entumían cada que ella me tocaba la panza, y eso me hacía feliz. Las lindas lonjas a mis lados lo perfeccionaban, lo que simplemente me hacia sentir maravillosa. Cuando termine el refresco me recargue en la pared. Ella se acercó y lentamente volvió a comenzar a masturbarme. "Te gusta ser una cerda. ¿Te gusta? ¿Sigues creyendo que esto no es real? ¿Sigues creyendo que esto es casualidad? Te convertiré en lo que atormentabas. Te convertiré en una sucia gorda estúpida, y seras mía. Siempre seras mía". Cuando menos me di cuenta ya me había venido. Acelerada aún me levante ligeramente, mientras Mariana se alejaba y parecía dirigirse a la puerta por la que entró. Sentía mi pierna embarrada de fluidos. Mariana me señalo una caja de toallitas húmedas al lado de mi cama. Traté de convencerla para que me bañara -ya lo hemos hecho varias veces- pero no parecía querer hacerlo. Nos observamos, y le rogué que me dejara ver sus labios para poder besarla. Ella me miró. Hubo un largo silencio, y lentamente se quito la mascara. Su rostro... era ella. Era un rostro familiar, pero que no puedo asociar más que a un solo momento. Fui tan ciega que nunca la puse en consideración como sospechosa. Era la chica del elevador. Se dio la vuelta y cerró la puerta. Pronto pude notar que dejaba el lugar. Apago las luces de su sala y se fue. Me quede paralizada un buen rato. Confundida. ¿Porque me hace esto? ¿Porque?... No me quejo, pero quiero respuestas. Iré a dormir un rato, tal vez debo descansar para poder entender que carajos acaba de ocurrir. 

El Diario De Jessica (Una Crónica Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora