Los dos bandos

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-No me puedo creer que el vertedero tenga más visitas y votos que esta novela jsjsjsjjsjs-

—Pues, manos a la obra, iremos por la ciudad buscando gente.

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GONA

Carlos me dijo que agarrara cualquier caballo, menos el de él. Al salir nos subimos y empezamos a galopar por la ciudad.

Llegamos a una casa que al parecer tenía gente dentro, Carlos gritó llamando a las personas y un joven salió para vernos.

—¿Qué quieren? —nos preguntó.

—Estamos buscando gente para nuestro refugio, y tal vez ustedes sirvan de ayuda. —explicó Carlos.

—¿Qué nos darán a cambio?

Justo nos pilló, no teníamos nada que darles, ni siquiera un caballo ya que todos pertenecían a nosotros.

—En las primeras 2 expediciones para buscar comida, ustedes se quedan con todo lo que encuentren. —improvisó Carlos, nervioso.

El chico dudó, pero al final accedió y nos dijo que le iba a preguntar a su familia si es que querían estar dentro. Afortunadamente, ellos también accedieron, eran 5 más para nuestro equipo.

Indicamos por donde debían ir, ya que el refugio no estaba muy lejos y se dirigieron hacia allí. Nosotros seguimos galopando y galopando.

A medida que avanzábamos, un gas se intensificaba. Era fuego, y se escuchaban gritos de gente adentro.

Era nuestro momento, el momento de ser héroes.

Nos bajamos enseguida, miramos por donde entrar, había una entrada que era por una ventana. Yo subí primero, el fuego rodeaba varias áreas de aquel sitio y era imposible distinguir bien las cosas.

Sentí a Carlos saltar para llegar a la ventana, mientras que yo entré a la primera puerta que me encontré. Allí estaban dos personas, un chico con una chica, ambos abrazados aceptando su destino, pero yo no lo iba a permitir.

Salté por encima del fuego, agarré del brazo al chico y lo jalé hacia mí.

—Chico, algún día aceptarás tu destino, pero hoy no es el caso. —le dije, tratando de elevar su esperanza.

Él logró salvarse, ahora tocaba la chica, quien estaba abrazando sus piernas, sollozando. Le extendí la mano y ella me la tomó, pero al ver el fuego no quiso saltar.

—Si tú no saltas sola, lo haremos los dos.

—¿Qué?

—¡Súbete a mi espalda!

Me hizo caso y salté, por poco me quemo la pierna.

Se bajó de mi espalda y corrió hacia la ventana, vi como Carlos llevaba consigo a dos mujeres de sus manos.

—¡Rápido, tienes que sacarlas de aquí! —le grité y se apresuró.

Saltamos por la ventana y corrimos lo más que pudimos, entonces el lugar explotó.

Para nuestra suerte, todos estábamos a salvo. Carlos y yo, orgullosos de salvar 4 vidas al borde de la rendición, chocamos puños.

—Buen trabajo, Gona.

—El tuyo también, Carlos.

Miramos alrededor en busca de algún vehículo para que el grupo se fuera en dirección hacia el refugio. Nada, pero una de las chicas habló en que no había problema, caminando era suficiente.

EliteCraft - El principio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora