Malas noticias

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—Ok, yo le avisaré, cambio y fuera.

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GONA

—Oye Gona, despierta, ¡despierta! —me habló Carlos.

—¿Qué ocurre? —le pregunté medio dormido.

—¿Se te olvidó? ¡Hay que cruzar para ver donde está la base oculta!

—Otro rato...

—¿Enserio? ¡Levántate, vago! —dijo mientras me pegaba varias cachetadas en la mejilla.

—Joder que eres pesado.

Los caballos estaban listos, posicionados enfrente de la cerca eléctrica para saltarla. Pero claro, era bastante alta como para pasar por ella.

La solución era simple, rodear la cerca y cuando terminara el vallado poder entrar al desierto. Eso hicimos, aunque el camino no pareciera terminar, si que lo había, o tenía que haber.

Llevábamos fácil unos 10 minutos y no parecía haber final, la cerca seguía y seguía alargándose, y nuestros pies ya empezaban a cansarse algo.

—Muy buena tu idea, Carlos. —cabe mencionar que la idea la tuvo él, pero yo accedí.

—Pero tu dijiste que sí.

—Buen punto.

A punto de devolvernos, una montaña de objetos apilados hizo que volviéramos a andar para delante. Revisamos que había, no muchas cosas excepto por un cóctel molotov y unas escaleras.

—¡Podemos saltar la cerca, claro! —exclamé.

—¿Y los caballos?

—No los van a robar, si no hay nadie cerca de aquí.

—Pero en una de esas...

—¡Se optimista por una vez, Carlos!

Dejamos los caballos adentro de una pequeña casa, no sin antes que Carlos besara y acariciara todo lo que pudiese a su caballo.

Manos a la obra, Carlos guardó el molotov en su bolsillo —aunque le repitiera mil veces que eso era peligroso—, sacó la escalera, la posicionó y saltamos.

Nuestros pies comenzaron a moverse, no había mucho sol, la arena entraba a nuestros destrozados zapatos y el viento era casi nulo. La sed y el hambre eran evidentes, pero nosotros podíamos aguantar más, unos 30 más.

—No parece haber nada por aquí. —dije.

—Tan solo es la entrada del desierto, tampoco te esperes una base de 47000 hectáreas a unos pasos en 5 minutos.

Como era de esperarse, nos topamos con un problema; 3 personas caminando por la zona que no parecían tener cara de abrazar a la gente.

Hablaban cerca de un coche con trajes de policías puestos, bebiendo agua, comiendo y de vez en cuando mirando alrededor.

Nos escondimos detrás de un montón de chatarra, rezando porque no nos hubieran visto. Vi como Carlos sacaba el molotov.

—¿Qué demonios haces?

—Prepárate para unas cuantas pirotecnias.

Se levantó gritando, primero pensé que estaba loco, pero luego tiró el molotov hacia los guardias, cayendo exitosamente en el vehículo y posteriormente este explotó. (Multimedia)

EliteCraft - El principio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora