Fortaleza abajo

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—¡Que comience la guerra!

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LUH

—¿Estás loco? —le preguntó Carlos, Gona había hecho una idea bastante loca y suicida, según palabras del mismo Carlos.

—Es la única forma. —respondió Gona con completa seguridad.

El plan era el siguiente: Yo iba a ir completamente solo con un caballo, llegaría hasta Francia y me escondería cerca de la cárcel y esperaría hasta la noche, donde los guardias ya se hubieran ido.

Lentamente, avanzaría lo más cerca posible y tiraría una molotov. Sí, traería conmigo unos 5 cócteles molotov para incendiar toda la estructura e obligarlos a ir a la base definitiva.

De ahí había un %99,99 de que no saldría sano y salvo, o me consumían las llamas, o un guardia se daba cuenta antes de tiempo, o me disparaban, miles de posibilidades de mi muerte estaban rondando mi mente.

—Lo haré, pero tengo que ir con alguien. —dije.

—Luh, tienes que ir solo, si vas con alguien los van a ver. —explicó Gona.

—¿Y? Igual me verán, si al menos voy con alguien quiero que se salve.

—Pero todos estaremos aquí, sanos y salvos.

—¿Me estás diciendo que soy la carnada?

—No, no quise decir eso...

—Voy con alguien, o no voy, sencillo.

—¡VAS A IR SOLO Y PUNTO! —gritó.

Me fui del lugar donde descansaba Gona, tomé los molotov que habían en una mesa, me puse lentes y un pañuelo en la boca para que no me reconocieran, le arrebaté una pistola a Juan, me subí al caballo y emprendí el viaje.

—¡Luh, todavía no! —me vociferó Carlos, pero no le hice caso.

¿Me trataban como carnada? Yo los trato igual.

Mientras el caballo andaba, imaginé como sería mi cuerpo consumido por el fuego y las llamas, como sería mi captura con policías apuntándome por todos lados, como sería mi cuerpo baleado por miles de rifles...

—¡Joven, aquí!

Una voz me detuvo, era un señor bastante anciano, de aspecto de campo, con una túnica marrón y una barba bastante larga.

Me acerqué a él, bajé del caballo y lo observé mejor, tenía varias pecas alrededor de su cara, los ojos café oscuro y lentes.

—¿Qué quiere, señor? —pregunté.

—Se podría decir que puedo venderte un par de cosas que ya no me sirven.

—¿Así nada más, gratis?

—Todo tiene un precio, pero es bastante barato si es que lo comparas con otros vendedores.

—Bueno, dígame cual es el precio.

—Una pistola me vendría bien.

—Vaya, que coincidencia que justo tengo una aquí.

—¿Qué quieres muchacho? ¿Un subfusil, un botiquín, varias latas de atún...?

—El subfusil, por favor.

Le di la pistola y a cambio me dio una Uzi, no era lo que esperaba, pero me serviría de algo y ya me estaba dando una idea de para que.

EliteCraft - El principio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora