Hay días en los que me siento preparado, listo para hacerlo, días en los que incluso me doy el tiempo de darle las buenas noches a mis amigos más íntimos, en dónde me doy el tiempo de poner un estado más o menos explícito en Facebook y algo fácil de entender en Twitter. Días en los que me despido de mis perros y de mi gato. Entonces me voy a mi cuarto, le pongo seguro a la puerta, me siento al borde de la cama y comienzo a mirar a mí alrededor.
Podría..., me digo con una triste sonrisa en los labios, tomar la sábana superior de mi cama, estirarla hasta formar una suerte de cuerda y colgarla desde la parte superior de la reja que protege la ventana, hacer un nudo de los buenos y simplemente dejarme caer. ¿Cuánto tardaría? —ya hice mi investigación en internet— Quizás unos siete u ocho minutos de agonía, sintiendo mis ojos y oídos reventarse a causa de la presión, perdiendo lentamente la movilidad de mi cuerpo y entonces… todo terminaría.
Realmente no me da miedo el dolor. Después de todo, ¿Quién ha dicho que morir sea fácil? Yo pienso que es más difícil tomar la decisión que hacerlo. Debe ser por eso que sigo acá. Soy indeciso, cobarde.
La otra forma de quitarme la vida suele rondar mi mente cada vez que escucho Garbage, es mucho más romántica. Me encierro en el baño del segundo piso, abro la llave del agua caliente en la bañera. Mientras esta se llena, tomo un par de cuchillas de afeitar de mi padre y las dejo en el borde de la bañera. Me quito cada prenda de vestir, a excepción de la ropa interior y luego me hago unos cortes verticales en los antebrazos, siguiendo la trayectoria de las venas. Luego me recuesto en la bañera y pongo los brazos bajo el nivel del agua para que mi cuerpo no se entere del cambio de temperatura —cosa que también leí en internet— y así siga bombeando sangre tranquilamente, desangrándome en cosa de minutos.
La segunda idea me gusta más, pero el desastre que queda ha de ser insufrible.
Pero tengo también una tercera idea. Es de la que he estado acariciando los últimos dos años —luego de que una buena amiga me diese la idea—. Consiste en comprar veneno para ratas en cualquier bendito lugar, hacer una pasta de aquel polvo blanco con un poco de agua y luego ingerirla completamente. El dolor es horrible pero termina pronto.
Digo me ha estado rondando porque, desde que la idea llegó a mí, comencé a comprar una bolsa de polvo veneno para ratas por lo menos una vez por mes, la guardo en el armario, detrás de mi ropa y espero. No sé qué espero, pero espero.
Pero me da miedo. Me da miedo tener la muerte tan cerca, me da miedo que la alternativa esté ahí todo el tiempo. Mirándome dormir. Así que luego, cuando voy camino a la escuela, paso a botar la bolsa en el primer basurero que encuentro en el camino.
Soy cobarde. Muy cobarde.
Parpadeo un buen par de veces para asegurarme de que sigo aquí y me digo que aún no es tiempo de partir, entonces intento dormir, o distraerme con el contenido basura del internet.
Esos son los días buenos.
En los días malos estoy sediento de dolor. Busco nuevamente las cuchillas de afeitar de mi padre pero no es para admirarlas pensando en cómo podría desangrarme hasta morir gracias a ellas, sino que me encierro en mi habitación con ellas y me desvisto completamente —es una especie de ritual—, me acaricio las piernas, el abdomen, los brazos y busco las cicatrices más recientes, y las vuelvo a abrir. Tengo un mapa infinito de cicatrices en los muslos ya que hace mucho dejé de cortarme en los brazos, era demasiado notorio. Ahora me limito a las piernas y el abdomen, después de todo, es fácil esconderlas de ojos que realmente no quieren enterarse del infierno que reside debajo de las ropas.
Me gusta la sensación de la sangre caliente sobre la piel, no estoy enfermo ni nada —creo—, simplemente me detesto terriblemente. Es una forma de autocastigarme por ser un inútil de mierda.
A veces, cuando realmente estoy muy adolorido o muy cansado, me acuesto en mi cama, cierro los ojos y escucho música. Mis favoritos son muchos como para enumerarlos. Simplemente es música que me acompaña en mis momentos críticos, música que me brinda salvación y felicidad momentánea, música que me hace sentir nostálgico con sus letras y melodías… y entonces me duermo.
Las noches en donde estoy cansado son las mejores.
Las noches en donde escucho música son las mejores. La música me ha salvado más de una vez de cometer algún acto irremediablemente estúpido y le estoy profundamente agradecido… o quizás no tanto.
PD: Soy Frank Iero y este es mi blog. Quizás en otra ocasión pueda presentarme correctamente con ustedes o quizás les importa una mierda saber qué pasa con un tipo de 16 años que vierte su mierda en internet. Sea cual sea tu opinión hacia mi persona… debes saber que es mutuo.
Púdrete.
xoFrnk
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puntos suspensivos; frerard
FanfictionFrank Iero de 16 años necesita volcar sus sentimientos en palabras, así que comienza a escribir un blog, lo que no tenía planeado era que este se convirtiera en un diario de vida. Descargar en PDF desde aquí: https://empxthetic.wordpress.com/201...