Capítulo 4

302 29 0
                                    

—¿¡Cómo que estuvo en tu casa!?— Gritan los dos.

—Me pidió ayuda con la tarea.— Me encojo de hombros. —No es para tanto.

—Te dije que no era gay.— Le dice Alice a Mike.

—Gay o no, no está interesado en ti tampoco.— Le responde.

—¡De acuerdo!— Exclamo, llamando su atención. —Se están peleando por una estupidez, ¿podemos ir a comer ya?

Suspiran y caminamos a la cafetería, ordenamos lo de siempre y vamos a nuestra mesa. Alzo la mirada y veo a Cameron en la misma mesa del fondo, hablando por teléfono. Cuando me mira, termina la llamada y se acerca a nosotros.

—Hola.— Sonríe. —Me llamo Cameron.

—¡Hola!— Exclaman Mike y Alice al unísono, con los ojos brillantes y las sonrisas de oreja a oreja.

—¿Les molestaría que me siente aquí?— Pregunta serio, pero amable.

—¡Claro que no!— Dice Mike.

—Me llamo Alice.— Dice estrechándole la mano.

—Y yo Mike.— Dice con mirada seductora.

Cameron sólo asienta con la cabeza y me mira con una sonrisa.

—Y, ¿tú?— Pregunta.

—Ya te he dicho mi nombre.— Replico.

—No me refiero a eso.— Suelta una pequeña carcajada. —¿Te molesta que me siente aquí?

—No.— Me encojo de hombros. —Puedes sentarte en donde sea.

—Ella tiene razón.— Se escucha una voz chillona. —¿Por qué no te sientas con nosotros?

Mike, Alice y yo miramos a Jessica con los ojos en llamas. Está ahí parada, con las manos en la cintura y con su rostro superficial.

—Gracias, estoy bien aquí.— Dice Cameron.

—Sé que eres nuevo y todo, pero esta mesa es para tontos.— Dice riéndose. —Ven para que te presente a los demás.— Le extiende la mano.

—He dicho que estoy bien.— Contesta él bastante irritado, sentándose entre Mike y yo.

Jessica se pone roja, nos mira a todos como si estuviera a punto de explotar, se acomoda el cabello y se va hasta su mesa meneando las caderas.

—Qué estresante.— Dice Cameron en un susurro, más para él mismo que para nosotros.

—Me caes bien, Cameron.— Comenta Alice riendo.

—¿Qué harán hoy en la noche?— Pregunta él.

—Iré a retocarme las uñas.— Dice Mike, analizando su mano. —No puedo creer que ya hayan comenzado a despintarse, no vuelvo a ir a ese salón.

—Yo iré a un concierto de rock.— Alice se encoge de hombros. —Puedes ir, si quieres.

—¿Tú irás?— Me pregunta, haciendo que alce la mirada de mi sándwich y me pierda, de nuevo, en sus ojos.

—No. Los conciertos no son lo mío.— Le explico. —Me dormiré temprano. Es martes.

Cameron asiente con la cabeza, pero no dice nada. Yo me dedico a comer en silencio mientras Cameron habla de su vida en Washington, de sus estudios en casa y otras cosas, pero siempre sin dar mucho detalle de nada.

Las clases terminan y Cameron no está en ningún lado visible a la hora de la salida. Sin darle mucha importancia, regreso a Alice y a Mike a sus casas y llego a la mía.

Mientras hago la tarea en el estudio, miro por la ventana y observo a Edward cortar el pasto. Me pongo a pensar en lo primordial que ha sido Edward en mi vida. No crecí con ninguna figura paterna hasta que Edward comenzó a trabajar aquí cuando yo tenía cinco años. Al principio no me caía bien, no entendía por qué un hombre estaba en la casa, pero conforme pasaba el tiempo, nos hicimos más cercanos.

Edward era el príncipe cuando yo jugaba a la princesa, él me enseñó a conducir, me daba consejos de chicos e incluso fue mi acompañante para el baile padre e hija que se hizo un año en el instituto. Nunca pensé que no tener padre fuera anormal, crecí sin tenerlo y nunca lo tomé en cuenta, hasta que mis amigos me preguntaban por qué mi padre nunca iba por mi al instituto o por qué nunca hablaba de él.

Ellos me decían que un padre es el que juega contigo, el que te cuida, el que vive contigo, entre otras cosas, así que comencé a decir que Edward era mi padre porque la definición encajaba a la perfección. Años después, le pregunté por qué su tono de piel era oscuro y el mío no, ya que los padres de mis amigos se parecían mucho a ellos y me hacían desear que mi tono de piel fuera oscuro para parecerme, al menos, un poco a Edward. Ahí fue cuando mi madre me explicó cómo estaba la situación, yo tenía unos nueve años. Aunque no sea mi padre biológico, cumple con su rol paternal y estoy agradecida de tenerlo.

Mi celular suena y regreso a la realidad. Es un mensaje de texto de la compañía de mi celular, así que lo ignoro. Comienzo a guardar mis libros cuando Edward entra al estudio.

—Princesa, hay alguien buscándote, ¿lo quieres atender?— Pregunta, quitándose los guantes de jardinería.

—¿Quién es?

—El chico que vino ayer a hacer tarea.

Mi mente comienza a llenarse de miles de preguntas, pero ninguna logra conseguir respuesta.

—Umm...— Lo dudo. —Sí, dile que pase.

—En realidad.— Dice Edward. —Me ha pedido que te pregunte si puedes salir.

—¿Salir a dónde?

Edward encoge los hombros y yo suspiro. Asiento con una media sonrisa y salgo de la casa, preguntándome qué es lo que me espera.

Minuto A MinutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora