Capítulo 26

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Parpadeo varias veces y dejo que mi cerebro procese lo que mis ojos ven. Hay pastel embarrado por todos lados, algunos jarrones rotos y, más que nada, sangre. Mucha, pero mucha sangre.

Abby está sentada en silencio, sus ojos demuestran que ha estado llorando. Edward está de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, se le ve muy enojado. Cameron y Jacob... Carajo.

Cameron está en un extremo y Jacob en el otro, están sentados en el suelo y ambos tienen las rodillas arriba, los dos están cubiertos de sangre, dejando algunas gotas caer al suelo y, gracias al trance en el que me encuentro, juro poder escuchar el estruendo de cómo se impactan contra el suelo, tienen la ropa rasgada cubierta con una combinación de pastel ensangrentado y los cabellos hechos un desastre. Cuando mi mirada se posa en sus nudillos, sé exactamente lo que ha pasado.

Los miro directamente a los ojos y los dos muestran arrepentimiento en la mirada con una chispa de furia que les ha quedado después de la pelea. El coraje me obliga a reaccionar y, sin decir nada, comienzo a subir las escaleras con pasos demasiado fuertes, escucho las botas de Cameron acercarse a toda prisa, pero la voz de Edward a mis espaldas lo detiene, me imagino que le ha bloqueado el paso, pero no me molesto en mirar atrás hasta que llego a mi habitación y cierro la puerta de un portazo.

Me apoyo sobre ésta y cierro los ojos, mientras que las lágrimas comienzan a rodar sobre mis mejillas. ¿Por qué estoy llorando? No es motivo para llorar, simplemente, hoy estoy más sensible que nunca.

No sé qué se traen éstos dos, pero es evidente que es algo fuerte y me llena de rabia el no saber de qué se trata y mucho más el no poder hacer nada para solucionarlo. Les he agarrado un cariño impresionante a los dos, claramente de diferente categoría, pero me gustaría que se lleven bien o, al menos, que se soporten, me gustaría poder platicar con los con normalidad o poder invitarlos a algún lado sin preocuparme todo el tiempo acerca de qué podría pasar.

Camino lentamente al baño, sin energía. Tomo la navaja que está escondida y me dejo caer al suelo, resbalándome lentamente sobre la pared. Mi muñeca derecha me mira con ansias y yo hago lo que me pide. Comienzo con un corte largo, pero suave y veo la sangre asomarse lentamente sobre mi piel, sonrío con amargura y delineo otro, esta vez más profundo, así que la sangre comienza a salir con más rapidez. Arde, duele y quema, pero es todo lo que necesito para relajarme como nunca, de pronto, las lágrimas han comenzado a cesar.

Después de unos cortes más, uno más profundo que el otro, dejo caer el brazo cortado al suelo y apoyo la cabeza contra la pared mientras que cierro los ojos. El no haber dormido nada anoche, el no estar comiendo últimamente y el estar dejando que la sangre siga saliendo crea un mareo demasiado fuerte, tanto que las náuseas se me suben a la garganta, pero logro controlarlas. 

Cuando el mareo pasa y el ardor se va desvaneciendo, me levanto del suelo y guardo la navaja después de limpiarle la sangre en su escondite, coloco mi brazo bajo el chorro de agua del lavamanos, limpio la sangre y, como sigue saliendo, me pongo unos delgados algodones sobre los cortes, para después, taparlos fuertemente con una venda, así la sangre dejará de salir en unos segundos. Tomo papel y limpio las gotas que han caído al suelo, tallando un poco más fuerte en las que ya se han comenzado a secar, luego, lanzo el papel rojo al inodoro y suelto la llave. Me lavo la cara y miro la venda, dos líneas rojas aparecen en ella, pero apenas se notan, deben de ser de los cortes más profundos. 

Se me viene a la mente Abby, a como no debería estar limpiando un desastre que ella no ha ocasionado, así que me bajo la manga del suéter y bajo las escaleras a toda prisa. Cameron y Jacob no se han movido de sus posiciones, como niños que han sido castigados y mandados al rincón de la vergüenza. Cuando llego al primer piso, todas las miradas se posan sobre mí, Abby tiene dos pedazos de algún jarrón en las manos y me acerco a ella.

—Abby.— Le quito lentamente los pedazos de cristal y los asiento en la mesa en donde iba el jarrón, el cual está por todo el suelo. —Ve a tu habitación.— Digo con tono autoritario.

—Pero...— Comienza.

—Ve a tu habitación, Cameron y Jacob se encargarán de limpiar su propio desastre.

—Pueden cortarse.— Me mira preocupada, tan altruista como siempre.

—Ya son niños grandes, yo creo que ellos se las arreglarán solitos. Además,— Dirijo mi mirada hacia los dos, que me miran cabizbajos. —No creo que les importe un poco más de sangre en la ropa.

Estoy que arde de furiosa, literalmente puedo sentir como mi sangre hierve calentando todo dentro de mí.

—Tengo una mejor idea.— Le sonrío. —¿Por qué no dejas que Edward te lleve por una de esas donas de caramelo que tanto te gustan?

Abre la boca para decir algo, pero Edward le coloca la mano en el hombro. Le doy a Edward las llaves de mi auto y dinero, él asiente con una media sonrisa y sale junto a Abby por la puerta. Apenas la puerta se cierra, Cameron y Jacob se ponen de pie en un santiamén y comienzan a gritar a todo pulmón explicaciones tan veloces que lo único que escucho son balbuceos. Se están señalando acusatoriamente con las manos y las mueven tan rápido que apenas puedo verlas.

—¡Silencio!— Grito al cabo de unos minutos, cansada de este día y apenas son las once de la mañana.

Los dos cierran los picos al instante. Jacob junta las manos detrás de la espalda y evita mirarme a los ojos como si el jefe del ejército estuviera delante suyo, Cameron mete las manos a los bolsillos y se mira los pies mientras que se muerde los labios. Qué guapo es... ¡Pero no! De ésta no se salvan.

—Abby está grande.— Digo con un tono tan duro que apenas reconozco mi propia voz. —Está muy grande y no puede estar pasando por cosas así, no puede estresarse o preocuparse demasiado y, por si no se han dado cuenta, Abby los adora, no pueden ni imaginarse lo que debe de estar sintiendo en estos momentos, tengan por seguro que yo no quiero averiguarlo. Este tipo de cosas le afectan muchísimo y si sólo van a estar aquí para ponerla nerviosa cada vez que ustedes dos cruzan la mirada será mejor que tomen sus cosas y se vayan.

No parpadeo ni una vez o dudo ni una sola palabra que ha salido de mi boca. Puedo imaginar a Abby temblando al ver los golpes y la sangre y eso solamente logra hacerme enojar aun más.

Los dos levantan la cabeza y me miran anonados, buscando con desesperación alguna señal que indique que lo estoy diciendo de broma, que no soy capaz de sacarlos por donde entraron, pero no encuentran ninguna. Están sin palabras, así que decido continuar.

—Y, ¿qué hay de mí?— Pregunto, ahora con la voz más suave, casi apunto de romperse. —Está claro que no pensaron en cómo me afectaría llegar al único lugar que me proporciona seguridad y tranquilidad y ver a dos de las pocas personas que más quiero en este mundo cubiertas de sangre y, aún peor, por haberse pelado la una con la otra.

La picazón en mis ojos comienza de nuevo, pero no aparto la mirada de ellos por unos segundos. Al darme cuenta de que no tienen nada que decir, ya que se han percatado de que no hay justificación válida para cubrir sus actos, suspiro.

—Será mejor que limpien todo antes de que Abby y Edward regresen.

Sin decir más, regreso a mi habitación y me dejo caer sobre la cama, mirando al techo e intentando que todo lo que siento ahora se desvanezca.

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