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¿Qué te trae por aquí, linda?

Rodé los ojos, irritada. La gente de hoy es tan imbécil.

Qué tonto de mi parte, —exclamó, como si de verdad se sintiera avergonzado de su actitud.— es obvio que esperas tu vuelo. —sonaba radiante, no podía ver su cara pero suponía que estaba sonriendo.— ¿Te importaría si me siento a tu lado?

Mantuve la mirada baja, el maquillaje debe estar de la mierda y mis ojos tan rojos que arden de la hinchazón. Será mejor que no me vea así, detesto ver la pena ajena.

Preferiría que te fueras, quiero estar sola.

No digas eso, la soledad es muy triste. Créeme, lo sé por experiencia, lo he vivido en carne propia. —se sentó a mi lado, pasándose por el hoyo mis palabras y se pegó a mi.

Aléjate. —solté fría.

Pasó su brazo por mis hombros y me cubrió con una manta, juntándonos, si era posible, aún más. Sentí un pequeño hormigueo en mi cuello y me estremecí debido a eso.

Si quieres violar a alguien, te digo que no pudiste haber encontrado un peor contrincante. —le advertí, preparándome psicológicamente para usar el entrenamiento de la PDI.

No creí haber sentido que me tocara pero movió su mano con un destello en ella. Quise detenerlo pero mis reflejos físicos no respondieron. Enterró un arma blanca a un costado de mi abdomen, perforando uno que otro órgano. Me habría apartado y maniobrado una de las múltiples llaves si no fuera porque no me podía mover, no sentía mi cuerpo.

No te asustes, el tranquilizador que te acabo de inyectar no actuará del todo bien por la pérdida de sangre. Por lo que no perderás la conciencia.

Intenté gritar pero nada salió de mi boca, tenía todo adormecido. Sólo podía pestañear.

Me levantó y comenzó a caminar hacia la salida, con la manta me envolvió por lo que la herida en mi cuerpo no era visible para los demás. Sólo parecía como si estuviera cansada y él me estuviera ayudando a llegar a casa, como todo un caballero.

Y sobre lo que dijiste antes. —tomó mi maleta con su mano libre y miré su cara, abrí los ojos sorprendida al reconocer a la persona.— Para mí no hay contrincante.

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Yuta

Si hay algo que odio, son las sorpresas. Me gusta saberlo todo, estar siempre consciente de lo que sucede a mi alrededor.

Saber que mi novia me era infiel sentimentalmente es un gran shock.

Que me diga que soy gay lo es aún más.

Y que no lo haya podido negar me sorprende aún más que lo anterior nombrado.

No. Definitivamente no me gustan las sorpresas.

Entré sin hacer demasiado ruido y dejé las llaves sobre la mesa de centro.

Pero que manera de empezar el día. —murmuré. Caminé hacia la cocina y me apoye sobre el mesón. Después comencé a llorar, tapándome la boca para acallar los sollozos.

La culpa de mi ceguera me duele como si una enredadera de espinas envolviera mi pecho.

Por más que quisiera odiar a la Sunhee para poder retener este odio y culpa en alguien, no puedo. No es su culpa que no la haya podido hacer feliz, es más. Yo la use de alguna manera, no la quería como ella hubiera querido y eso la alejó.

c a s i│𝘁𝗮𝗲𝘁𝗲𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora