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Ten

¿Está bien si le pongo tres de azúcar? ¿No será muy dulce aún para ser un café?

Mantuve mi mirada fija en un punto indeterminado, no tenía ganas de contestar. No en este momento. No en este estado demacrado y débil. No con el cuerpo inmovilizado.

Después de lo que me hizo.

Espero que no te lo hayas creído. —siguió hablando, de verdad que él no esperaba mi respuesta. Se sentó a mi lado con taza en mano, revolviendo con una cuchara.— Instalar cafeína en tu sistema sería algo muy arriesgado para tu salud. —por el silencio, pude oír como tomó un corto sorbo y se relamió los labios.— También te daría la energía suficiente como para poder tomar el teléfono y teclear cuatro teclas. Lo suficiente como para llamar a la policía.

Seguí mirando mi lugar abstracto, sin expresión alguna.

Se que solo ha pasado un día desde que hice tu primera fase de purificación y que el amor no puede llegar tan repentinamente, pero al menos podrás...

Se detuvo. Alcé mis ojos hacia él, ¿Había dicho "primera" fase?

No te quiero apresurar, tranquilo. —dejó la taza de café a un lado y tomó un guante de su bolsillo, se lo colocó en la mano derecha y la acercó a mí rostro. De haber tenido energía habría corrido la cara, pero era inútil. Estaba paralizado.

Decir que acarició mi piel sería mucho, no tengo piel en estos momentos. Por mucho que el diga que sacó solo dos, para mí solo soy un montón de carne expuesta. Sólo fue un roce de medio segundo, él sabía que no estaba en condiciones de ser maniobrado de ninguna manera.

Luego, retiró el guante y lo metió en una bolsa. Regresó sus globos oculares a mí y sonrió otra vez.

Antes que nada, quiero que hagas algo. Pero sé que sin el incentivo no lo harás.

Salió de la habitación, y cuando volvió, trajo consigo una persona en silla de ruedas. La detuvo frente a la cama.

Era una mujer. Podía deducirlo por el cabello largo y castaño que tenía hacía delante, cubriendo su cara.

¿Recuerdas la novia de la que te hablé? —le retiró el cabello hacia atrás y ahora si logró llamar mi atención. Pasaba sus dedos por su piel grisácea y sonreía lascivo.— Te la presento, aunque creo que ya se conocen. Me habla mucho de ti.

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Taeyong

¿Seguro que no quieres salir? Creí que podríamos volver a nuestras antiguas andanzas. —le guiñé un ojo.. Ya sabes.

Encontrarlo con el pecho descubierto y solo en pantalones era inusual, sobretodo en invierno y plena noche lluviosa, teniendo en cuenta en que la Sun se había ido lo hacía aún más raro. Preferí no preguntar. Podía ver su molestia.

Te dejé entrar sólo porque estaba lloviendo. —se pasó una mano por su despeinado cabello y me dedicó una mirada irritada.— De haber sabido que querrías jugar Xbox me habría pasado por el hoyo tu futura neumonia.

Pero Yuta...

Se levantó y me arrastró hasta la salida con rapidez, pisándome los talones. Abrió la puerta principal y me dejó a los pies de esta. Me pasó mi paraguas e intentó cerrar la puerta pero puse mi pie y se lo impedí. Solté un quejido, casi me corta el pie.

c a s i│𝘁𝗮𝗲𝘁𝗲𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora