Melodía de la muerte

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[EDDIE]

Miré a mi alrededor, una habitación vacía y muy estrecha en la cual había estado los últimos días, desde que quise confrontar a Danae para salvar a Brenda he estado aquí, los hombres de Danae me sometieron en un descuido y me trajeron aquí por mi "pecado de herejía". Fui despojado de casi toda mi ropa, conservando solo mi pantalón y el parche de mi ojo, he pasado frío y hambre aquí dentro y o he dormido más de dos horas consecutivas, traté de ser un héroe pero ahora mismo Brenda ya debió haber pasado por cosas peores que las que quise evitar, sin embargo mi único consuelo es el saber que mi hermana está bien en casa y los demás han progresado con el plan de escape.

—Edén, Danae quiere verte en la cámara principal, levántate hereje— Una mujer desconocida me despertó abriendo mi puerta y dejando entrar la luz.

—¿Qué mamada quiere ese viejo ahora?— Me levanté a regañadientes.

—Cuida tus palabras y muévete.

Caminé escoltado por la misma mujer hasta que llegamos a la especie de capilla que ellos hacen llamar "el cielo" mismo lugar que fue escenario del asesinato de Moisés así como de no sé cuántas personas más, el lugar era horrendo de por sí, la sangre era limpiada de todos lados a excepción del altar ritual que permanecía manchado de sangre seca, me hicieron caminar aún más allá del mismo para encontrar una puerta que daba a una sala la cual estaba llena de muebles viejos, con el suelo de madera tan desgastada que rechinaba a cada paso que daba, la decoración eclesiástica deformada ya no tenía presencia y en cambio lo único decorado era una gran ventana que debido a la altura daba a una vista superior de la ciudad ahora nevada.

El anciano degenerado Danae estaba sentado en un escritorio minimalista, vistiendo una túnica roja y negra con la capucha abajo, en cuanto la mujer se fué, Danae me hizo una seña indicándome que podía tomar asiento.

—¿Qué es lo que quieres?— Pregunté fríamente mientras tomaba asiento.

—No hay por qué ser tan descortés, el día de habéis de sentiros complacido, ya que hoy no solo serás libre— Dijo con su típico e irritante acento español y esa forma de hablar como si fuera un salvador para todos.

—¿De qué me hablas?— Volví a preguntar con desconcierto.

—Edén, hacedme el favor de destapar tu ojo— Pidió en un tono de emoción.

—¿Qué? No haré eso— En serio era desagradable este tipo.

—Por favor, os lo ruego— Suspiré y noté mi situación de desventaja, por lo que simplemente me quité el parche.

—Listo ¿Ya puedo irme?— Miré mi reflejo en un espejo que había sobre el escritorio, pude ver mi ojo, el cual ya no veía desde hace un tiempo, la retina era amarillenta con venas inyectadas en sangre, el iris era azul traslúcido como el ojo de un ciego, los bordes de los párpados tenían carnosidades pero increíblemente ya no eran tan prominentes, sin embargo estas tenían algo de salpullido amarillento y mi párpado inferior estaba rojizo y con sangre seca.

—Magnífico... Simplemente hermoso, Edén, eres hermoso— Dijo como extasiado, cosa que resultó incómoda en extremo.

—¿Qué mierda ocurre contigo?— Mi gesto expresó molestia, quise atacarlo pero al momento que me levanté él sacó un bisturí de su túnica y en un movimiento rápido me hizo un corte muy ligero debajo del párpado infectado, retrocedí mientras sentía como brotaba la sangre pero me pareció muy extraño que dolió mucho menos de lo que uno imagunaría.

—Comprendo tu desagrado, hijo mío, pero dejadme explicaros qué ocurre— Lamió la hoja del bisturí de forma lateral, de modo que chupó la sangre y el salpullido con un gesto de deleite —Edén, no solo tienes un nombre divino, eres divino, ¿Sabes por qué? Porque  estáis bendito, la diosa te ha bendecido, este ojo tuyo es su ojo, tu eres aquel que camina entre vivos y muertos sin estar vivo o muerto, no habéis sentido dolor en ese ojo debido a que ella no puede sentir dolor, no podéis ver con ese ojo porque es ella la que mira a través de tí, permíteme darte un lugar con nosotros, la diosa os ha dado todo esto para servir a mí y a la causa de salvación, ella trajo este castigo pero ella lo quitará si le probamos nuestra devoción— Escuchar todo esto más que causarme desagrado, me intrigaba, no por la diosa o algo así, sino que nunca había visto a un hijo de puta tan loco como éste.

El comienzo después del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora