Capítulo 18.

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—Elissa, tenemos que hablar

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—Elissa, tenemos que hablar.

Aparece Damián detrás de mí, deteniéndome sosteniendo mi brazo, estaba en camino a los establos, planeaba ver a zorro, me giro y lo que veo me trae un mal presentimiento, tiene ojeras, su cabello esta desarreglado, su corbata aflojada y su mirada nerviosa.

Asiento algo confundida, toma mi mano y me lleva a una habitación, está vacía dándonos privacidad, rodeada de cuadros en las paredes, pero no hay nada más, la luna alumbra la habitación, las puertas del balcón están abiertas e ingresa una brisa suave que acaricia nuestra piel, Damián me suelta y camina de un lado al otro frustrado.

—¿Qué sucede? —pregunto tragándome el malestar.

Se detiene, me mira por unos segundos atormentado, luego sigue caminando frustrado, ignorándome.

Yo le doy un tiempo, no sé qué sucede, pero el nudo en mi pecho me deja saber que algo va a pasar, algo malo.

—Damián, ¿qué está pasando? — pregunto un poco exasperada, la respiración comienza a fallarme y mis manos tiemblan levemente, se acerca y sus bonitos ojos me miran, pero casi enseguida baja su mirada.

—Tengo que tomar una decisión— susurra muy bajito que se me hace casi imposible escucharlo, pero lo hago, siento mis músculos tensarse.

— ¿Qué?

No, no no, por favor, que esta no sea nuestra última noche.

—Elissa, tengo que escoger, entre ella y tú.

Sus bonitos ojos ahora me miran, están cristalizados.

—¿Ella? —pregunto en un hilo de voz, el no deja de mirarme y siento mis ojos arder por las lágrimas, pero no derramo ninguna, aun no.

—Nicole.

Siento como la respiración se me corta unos segundos, Nicole se volvió mi amiga en estos meses, y si han pasado cinco meses desde que estoy aquí, luego de la feria paso un mes y se puede decir que quedaban pocas participantes ya que cada dos semanas se iban y supongo que esta es la última semana, quedamos cuatro, pero de alguna manera sabía que esto iba a pasar.

El ultimo mes fue perfecto para los dos, solíamos salir casi todas las tardes juntos a cabalgar, o simplemente a sentarnos en el jardín a hacernos compañía, sus labios me saludaban todos los días, sus palabras, todo era maravilloso, supongo que la competencia termino, tan rápido como empezó.

—Damián.

Lo llamo intentando controlarme, no quiero despedirme de él, hemos pasado por muchas cosas, estoy acostumbrada a su presencia, y el corazón comienza a doler.

—Mi abuela dijo que ella seria la indicada para reinar a mi lado, que era perfecta, pero... — no dejo que termine la oración.

—Entonces que haces aquí, ve por ella.

El Príncipe DamiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora