Extra #2.

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—Gabriel, esos tipos tienen rato mirándome.

—Dispárales —Amelia frunció el ceño.

—Es en serio, desde que llegamos a la cafetería... —Gabriel se giró para ver a los chicos y fue hacia su mesa bajo las negaciones de Amelia.

A los minutos de que Gabriel hablara con ellos y Amelia entrara en crisis, él comenzó a reír y saludó con un abrazo a los dos chicos.

Amelia frunció el ceño.

No puede ser que Gabriel conozca tanta gente y que a cada parte que vaya, reconozca a alguien. ¡Han pasado años desde que se fue de Venezuela! ¿Qué le pasa?

—Amelia, ellos son Jonathan Torrealba y Mario Villegas, amigos de la infancia —Sonrió pasando sus brazos por los hombros de los chicos—. Y no te miraban a ti, sino a mí. Yo soy el bello, tú no.

—A quien dispararé es a ti —espetó.

***

Kristina abrió el horno y el humo de los panes con frutillas salió rápidamente. Tiró las bandejas sobre el cimiento y vio a Dakota.

—Esto se ve horrible, Kris —comentó la castaña con mechones blancos ganándose la mirada enojada de ella.

—Podrías ayudar, Dakota.

—No sé cocinar, deja tu mierda.

Cristal entró a la cocina con varias bolsas y miró el pan quemado soltando un suspiro, dejó las bolsas en la encimera y sacó los panes que compró.

Kristina frunció el ceño.

—No tienes el sazón de tía Sofie.

—Ojalá se envenenen —espetó su madre.

—Trent debe llegar en un rato con Max, fue a llevarle flores —habló Dakota causando el silencio de la sala.

Para todos es difícil afrontarlo y algunas veces no se habla del tema por lo mismo.

—¿Y tía Anne no vendrá? ¿Leyla? —interrogó Cristal sacando las cosas.

Ellas debían cocinar con ayuda de su madre, no dejar a Kristina hacerlo sola.

—Anne dijo que cuando terminara de hacer unas cosas, estaría aquí. Leyla viene en camino.

—Tío Jake dijo que antes del almuerzo para que todo esté listo.

—Anne nunca hace caso, Cristal. Ya deberías saberlo.

—Hagamos lo que podamos —Kristina tomó la bandeja y fue hacia el patio donde estaba Fifí y Firulay, el perro mestizo que le había dado Gabriel a Amelia pero que era de todos menos de ella, y echó el pan quemado en los platos.

Firulay comenzó a comer sin importarle mucho qué era, en cambio Fifí lo olió y se sentó al lado del plato, mirándola.

—Entonces te jodes, Fifí, es lo que hay.

Fifí se levantó y se fue tranquilamente a acostarse bajo un árbol.

Él no iba a comer eso.

Vendetta. - [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora