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Cuando veo a Jamie de pie en la puerta, todo mi mundo parece desmoronarse.
Las preguntas comienzas a arremolinarse en mi cabeza, buscando desesperadamente respuestas que no soy capaz de formular.
¿Qué está haciendo aquí?
¿Cómo llegó hasta acá?
Y la más importante de todas, ¿por qué demonios vino?
—Hola —dice él soltando la correa de un bolso negro que yace en el suelo para poder saludarme con una de sus manos.
Se ve cansado, tiene los hombros caídos y su cabello marrón oscuro está completamente desordenado, y tengo que admitir que de todo el tiempo que estuve con él nunca, nunca, lo vi así de destruido. Ni siquiera para el aniversario del Chasquido, día que usaba para recordar a sus padres, día que yo usaba para recordar a mis amigos.
—Jamie —su nombre se escapa de mis labios casi como un suspiro, él sonríe al escucharlo.
—Antes de que digas algo —dice él negando con la cabeza—, quiero decir que me alegra saber que estás bien, me tenías tan preocupado.
Él avanza hacia mí, y no sé si es mi cerebro el que está más lento que de costumbre, o es Jamie el que verdaderamente corre para llegar hasta a mi lado, y después envuelve sus brazos alrededor de mi cintura escondiendo su rostro en mi cuello, pero no tengo el tiempo de reaccionar, y mis brazos se elevan correspondiéndole el abrazo antes de que pueda siquiera considerar esto como una mala idea.
—Ah, yo... —titubeo consciente de la presencia de Scott, Nat y Steve a mi espalda.
—Tomé un avión apenas recibí tu llamada el otro día —dice él separándose de mi solo para llevar sus tibias manos hasta mis mejillas—, cuando te escuché llorar yo... no tuve que pensarlo dos veces, Riley. Sé que todo esto es mi culpa y...
Sus ojos azules, los cuales brillas por las lágrimas que comienzan a acumularse en estos, se desvían hacia las personas detrás mío y su boca se cierra, como si no quisiera seguir hablando considerando que tenemos público.
La mirada de Steve quema a mi espalda y evito darme vuelta porque lo único que eso haría, sería empeorar aún más las cosas.
Jamie se aclara la garganta.
—Nosotros ya nos íbamos —se apresura a decir Natasha—. ¿Verdad chicos? Además es tarde y mañana tenemos un largo día por delante y... Steve necesita su sueño de belleza y todo eso.
Miro por sobre mi hombro como Nat toma a Scott y Steve del brazo y tira de ellos por el oscuro pasillo. Los ojos de Steve buscan los míos pero me rehúso a mirarlo, las ganas de querer ir con ellos ya son demasiado grandes y él lo único que consigue mirándome de esa forma es lograr que quiera lanzarme a sus brazos y rogarle que me saque de esta.
