s i e t e

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Una semana me duró el esconderme de Rogers apenas sentía su presencia en cualquier lugar de la base

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Una semana me duró el esconderme de Rogers apenas sentía su presencia en cualquier lugar de la base.

—Déjame adivinar —digo entrando a la sala de entrenamiento con una botella de agua en una de mis manos, y una toalla en mi cuello—. ¿Nat tiene otra reunión intergaláctica de sorpresa?

Steve está apoyando su espalda contra el espejo, lleva puesta una camiseta negra igual de ajustada a la cual usó la semana pasada, cuando nos encontramos en una situación muy similar a esta, que al final terminó por ser orquestada.

Él se encoge de hombros.

—Fue de último minuto —responde alejándose del espejo y caminando hacia mí con una pequeña sonrisa en los labios.

—Venía a decirle que hoy saldré a correr con una de mis amigas —digo—. Supongo que ahora te lo tengo que decir a ti, bueno, no importa. De todas formas debes tener muchas cosas que hacer y no quiero hacerte perder tu tiempo.

La sonrisa en sus labios flaquea y la voz en mi conciencia que suele gritarme que estoy siendo una mala persona, está por dejarme sorda.

—Ya veo —dice él.

Me doy la vuelta con la intensión de salir de la sala de entrenamiento.

—Espera, Riley... —dice él llegando a mi lado y envolviendo una de sus manos en mi muñeca.

Trato de respirar profundamente para bajar mi frecuencia cardiaca con el fin de que él no se dé cuenta de lo rápido que va mi corazón. Su mano se siente tibia contra mi piel, y quiero quitar el brazo, pero su pulgar acaricia levemente el interior de mi muñeca, apenas tocando mi piel, tan superficial que por un segundo creo que es mi cerebro jugándome una mala pasada, siento como todos mis órganos se derriten y...

Y sus ojos me miran como si él fuera un perrito mojado y pateado de la calle.

—Yo... solo... no, uh... —titubea él. Sus ojos bajan hasta el lugar donde su mano sujeta mi muñeca y luego la suelta con suavidad—. Lo siento. No es nada... Pásalo bien, Riley, cuídate.

Steve pasa por mi lado y sale de la sala de entrenamientos.

Lo sigo con la mirada hasta que desaparece al otro lado del oscuro pasillo. Hombros tensos. Las manos a los lados de su cuerpo abriéndose y cerrándose en puños.

Y por un segundo quiero detenerlo.

Mentí, quiero decirle. Era una mentira, pero tú también mentiste. Todos mienten.

Pero ningún sonido sale de mis labios.

Espero ahí hasta estar segura que Steve ya no se encuentra en la base, y luego subo las escaleras que me separan de la planta principal.

Al llegar a la cocina me dejo caer en una de las sillas.

Tonta.

Tonta

carry on | steve rogers | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora