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Siento sus labios sobre los míos.
Una de sus manos en mi cintura. La otra en mi nuca, atrayéndome más hacia él.
Al abrir los ojos, me encuentro con los de Steve.
Él me sonríe.
—Te extrañé —dice él acariciando mi mejilla. Mis labios se extienden en una sonrisa.
—Yo también —escucho mi voz en mis oídos, pero mis labios no parecen moverse—. Te extrañé demasiado. No vuelvas a irte por tanto tiempo...
—No hay mucho que pueda hacer sobre eso, amor.
Atrás mío escucho un bufido y Steve suelta una risita. Tan conocida que calienta mí pecho.
—Ustedes chicos, son asquerosos —dice Sam a mi espalda.
Nosotros.
No hay un nosotros.
Steve me abraza y esconde su rostro en mi cuello.
—No le hagas caso, solo está celoso porque él no tiene novia —dice Wanda con un tono burlón. Al escuchar su voz mi corazón se contrae en mi pecho—. ¿Verdad Riley? —dice ella y me volteo rápidamente para verla sentada en el sofá.
—Wanda —me escucho decir, mis piernas se mueven hacia ella—. Tienes que detenerlo antes de que sea muy tarde, él vendrá por las gemas...
Ella no parece escucharme, solo ríe mientras Sam mueve la boca, pero ningún sonido sale de esta.
Steve besa mi frente y luego toma mi mano...
Me despierto con un jadeo.
Me siento en la cama.
Cuento hasta diez.
Nueve.
Ocho.
Tomo aire.
Siete.
Seis.
No puedo estar teniendo esta clase de sueños. Mucho menos con Steve.
Cinco.
Cuatro.
Wanda.
Tres.
Dos.
Ella estaba riendo. Estaba bien.
Uno.
Suelto un suspiro y las lágrimas comienzan a bañar mis mejillas.
Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que soñé con ella. O con cualquiera de ellos la verdad.
Después del chasquido, tuve pesadillas por más de un años. Wanda deshaciéndose justo en frente mío una y otra vez. Una y otra vez. Hope gritando mi nombre. El tonto de Scott deshaciéndose junto a las cenizas de mi hermana.
