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Riley camina en frente mío con un helado de vainilla en cono en la mano. Se da la vuelta, y el viento remueve su cabello, cubriendo su rostro, removiendo las faldas de su largo vestido rojo de día.
Bucky está a mi lado, batallando contra una crepa, tratando de comérsela sin manchar la camisa blanca que cubre su torso.
—Esto es imposible —dice mordiendo las orillas.
Sam aparece por su derecha, cuando Buck está a segundos de morder la crepa, Sam toma su brazo y se la estampa contra el rostro. Luego suelta una risotada y comienza a caminar más rápido con las manos en los bolsillos. Bucky se voltea a verme con toda la nariz con chocolate y hace una mueca.
—Lo voy a matar —masculla.
Riley llega corriendo a mi lado y ríe al ver el rostro de Bucky. Besa mi mejilla mientras apunta con uno de sus dedos a la Torre Eiffel.
—¡Foto! —chilla en dirección a Wanda la cual camina a un lado de Hope, con una cámara desechable colgando de su cuello.
—Digan queso —dice Wanda acomodando el visor de la cámara en frente de su ojo derecho.
—¡No! —dice Riley agitando una de sus manos en el aire—. ¡Los quiero a todos en la foto! Con Steve ya tenemos una los dos...
De hace seis años atrás. Cuando estuve a punto de pedirle matrimonio. Cosa que ella ya sabe.
Wanda se acerca a uno de los transeúntes y le pregunta en francés si puede sacarnos una foto, él asiente y todos nos posicionamos rápidamente. Bucky trata de limpiarse la nariz lo más rápido que puede, y Riley me abraza sin dejar de comer su helado en ningún momento.
Luego bajo la cabeza hasta que mis labios están a la altura de su cuello y dejo un beso detrás del lóbulo de su oreja. Ella niega con la cabeza mientras ríes.
—No tienes remedio —dice sin dejar de sonreír. Suelto una corta risa antes de dejar otro beso, y otro—. ¡La última vez hiciste lo mismo!
Ella pasa su brazo por sobre mis hombros.
Desde aquí tengo una vista privilegiada a su sonrisa. La forma en que sus ojos se hacen pequeños cada vez que sonríe de verdad. Y no importa cuántas veces vea su sonrisa, nunca va a ser suficiente. Siempre voy a querer más.
Al sacar la foto, pequeña cámara suelta un débil flash.
—Encontré el anillo en tu gabinete de calcetines —dice volteándose hacia mí, luego besa mi frente y acaricia mi cabello—. Tranquilo no voy a mudarme a otro continente. No de nuevo, al menos.
Ella le da otra mordida al helado y sonríe.
—Eso es un sí, por si no te habías dado cuenta —dice, una sonrisa burlona tirando de la comisura de su boca.
Beso sus labios como si fueran el aire que necesito para respirar, y no me doy cuenta cuando el helado de Riley termina en el suelo, ni cuando Wanda toma otra foto con la cámara desechable. El sol poniéndose, la Torre Eiffel brillando a nuestras espaldas.
