↬ ᴅᴀʏ 17

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Hoy la estación era uno de esos lugares en los que no quieres estar por la cantidad excesiva de gente que se acumula a cada rincón, pero sigues ahí, sólo por el hecho y las ganas de encontrarte con alguien que aprecias.

Eso era lo que me gustaba de la estación, cada día era una nueva historia; personas felices por la llegada de su pareja que se fue u otras tristes por un amigo que no verán en mucho tiempo.

Sujetaba el mastil de mi bastón con fuerza mientras me dirigía hacía el centro del lugar, a la típica zona de canto de Billy, una rutina casi diaria. Me sorprendía el cómo una persona podía causar mil cambios en la vida de alguien, hasta con la más mínima acción.

Era aterrador pensarlo, en todas las actividades que no hubiesen sucedido si esa persona no aparecía en tu camino, si no intercambiaban palabras, incluso hasta si uno llegaba un par de minutos más tarde a su primer lugar de encuentro.

¿Dónde estaría yo ahora si no hubiera aceptado visitar a mi abuela el día que conocí a Billy?

¿Y si él decidía cantar en otro lugar fuera de la estación?

Existían millones de posibles realidades que podrían estar en curso, sin embargo, ésta era la mía: una realidad llena de coincidencias que me gustaban, y que pronto se volvería un poco amarga.

Mis pasos eran más rápidos de lo normal, algo picaba dentro de mí con desesperación y no tenía una explicación para esto. Supongo que era la ansiedad de tocar al único tarado que me traía enamorado y me correspondía, pero no se sentía como otros días.

Suspiré y negué con mi cabeza, tenía que borrar mi preocupación antes de llegar. Según lo que decían algunos científicos (de nombres que no me interesan saber), las emociones se pueden contagiar, y no quería que mi novio se sintiera así.

Ya casi cerca de mi destino, mis nervios aumentaron de golpe cuando vi a un pequeño grupo de personas en un círculo, amontonándose para poder ver con claridad lo que sea que les llamaba la atención.

En serio deseé que no fuera lo que creía que era, realmente recé por ello.

Pero mis miedos se presentaron en mí tan rápido como mis ojos se cristalizaron al ver a Billy en el suelo, desmayado.

Desde ahí el tiempo pareció detenerse, para luego avanzar a velocidad de la luz.

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Nunca me gustaron los hospitales.

Eran como puntos de encuentro para tragedias y malas energías. Odiaba venir aquí, se sentía como si me obligaran a recordar los accidentes que marcaron un antes y un después en mi vida.

La última vez que entramos, mi familia estaba en esta misma sala de espera, la cual nos separaba de la zona de emergencias, con el detalle de que yo estaba en una camilla con mi pierna izquierda rota y mi columna a punto de hacerse polvo, y ellos no.

Sin intención de lastimar a mi familia, desearía que la situación de ahora fuera la misma. Desearía estar en el lugar de Billy.

La ambulancia había sido rápida, no dudé en subir con él, y apenas llegamos llamé a Rosa, por instinto quizás porque no sabía cómo sacar lo sucedido de mi boca cuando oí su voz del otro lado de la línea; sólo sollozaba mientras mamá hablaba con su tono más dulce, emitiendo las palabras correctas para calmarme.

Sin embargo, no podía dejar de moverme, no quería sentarme, no tenía sed, hambre menos, había dejado de llorar de dolor para llorar por enojo, y la odiosa incomodidad no desaparecía de mis extremidades.

A Train To Your Heart || FreebatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora