CAPÍTULO 18

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Christian me aprieta fuerte las caderas y me pega a él hasta que no queda un centímetro de separación entre nosotros.

-Christian... -susurro. 

Él sonríe mientras acaricia mis caderas con sus grandes y tatuadas manos. 

La canción que suena termina y suena otra al instante. Esta canción es sensual, pide un baile lento y pegajoso entre nosotros. Y Christian no duda en hacerlo cuando me acaricia las caderas hasta llegar a mi trasero, allí aprieta y yo suelto un leve jadea al tiempo que le rodeo el cuello con las manos, sujetando con una de ella la mitad de una cerveza.

Bailamos muy pegados, nuestros torsos chocan y nuestras partes intimas de vez en cuando también. 

La cerveza la perdí hace tiempo. 

Mientras bailamos echo la cabeza hacia atrás y el aprovecha para besar toda mi clavícula y mi cuello, con su lengua noto como resigue los tatuajes que tengo en esa parte de mi piel. Yo le acaricio su musculoso pecho cubierto por una camiseta negra totalmente lisa. 

Una fina capa de sudor nos cubre a los dos. 

Hace demasiado calor, no se si porque estamos rodeados de gente totalmente o por la fricción que ocurre entre nuestros cuerpos. Puede que se deba a ambas cosas. Tengo los ojos cerrados y me dejo llevar por la música y el cuerpo de Christian.

Él raspa mi piel con sus dientes suavemente y baja uno de los tirantes de mi vestido. Me besa justo el sitio donde antes descansaba esa parte de mi corto y estrecho vestido. 

Abro los ojos cuando noto como su boca deja de estar en contacto con mi piel. 

Los vuelvo a cerrar inmediatamente cuando nuestras bocas se juntan.

Estiro suavemente de los largos pelos de su nuca y noto como suelta un gruñido contra mi boca. 

Su boca tiene un sabor exótico, es dulce y sabe a alcohol y otro sabor que no logro distinguir. 

Besa tan bien, pero a la vez yo me siento tan mal. Ayer estaba con Dominic y hoy estoy así con Christian. 

Pero claro no soy nada de Dominic, y tampoco de Christian.

No estoy con ninguno y no estoy enamorada de ninguno. ¿Por qué no disfrutar ahora, en vez de comerme, con gilipolleces, la cabeza?

Le beso con intensidad y el me agarra la cintura con su mano y la otra la mete entre mi pelo rizado, y ahora seguro tan despelucado como una leona. 

Nos separamos con las respiraciones agitadas y los labios hinchados. Yo no dejo de rodear su cuello con mis brazos y el sigue teniendo su mano entre mi pelo. 

Intento unir de nuevo nustros labios cuando noto una ligera vibración en mi pequeño bolso que cuelga a un lado de mi cuerpo. 

Elevo una ceja extraña y me separo de Christian intentando controlar mi respiración. 

Son las cuatro y media de la mañana. Veo que tengo un mensaje, lo abro rápidamente y leo lo que me ha escrito mi padre. 

-Hija, necesito que vengas a casa, es una urgencia. Te necesito. -papa.

-Tengo que irme. -le grito a Christian para que me escuche.

Tecleo una respuesta rápidamente a mi padre y se la envío. 

-Voy para allá, llego en veinte minutos. -Frankie.

-¿Qué? ¿A donde? -pregunta con la respiración aun algo acelerada mientras se pasa una mano por su pelo, despelucándose. 

-Mi padre, dice que es importante. 

No lo ha dicho exactamente, pero si no lo fuera no me hubiera hablado, lo conozco. 

-Esta bien. Te acerco. 

-Espera ¿qué?

Me mira. 

-Esta bien, gracias. 

Me coge de la mano y se hace paso entre la gente hasta que llegamos a la salida. 

Me lleva hasta su moto y me pasa el casco, me lo pongo sin rechistar.

No me preocupo por Shantel ni por Miranda. Saben apañárselas bien.

Me monto detrás de Christian y el arranca la moto. 

Recorre rápidamente las calles hasta que llega a mi casa. Bajo rápidamente de la moto y me quito el casco, dejando al aire la melena de leona. 

Le entrego el casco y me agacho, él no se ha bajado de la moto. Beso suavemente su mejilla. 

-Gracias, Christian. 

Él asiente. 

-Hasta luego.

-Adiós leona. 

Sonrío ante el moto y salgo corriendo. Abro rápidamente la puerta de mi casa y entro. 

Mi padre tiene cara de pocos amigos. 

Nos miramos, y entiendo su mirada, salgo corriendo hacia mi cuarto. Allí tiro los tacones a cualquier lado y me quito el estrecho vestido negro, tirándolo de cualquier forma a la cama. 

Abro el armario y rebusco entre los cajones hasta que encuentro unos pantalones de cuero con una camiseta a juego. Encima me cubro con una chaqueta de cuero negra y me calzo dos botas militares, también negras. 

Entro al baño y me miro al espejo, las sobras de ojos negras, algo corridas, el pintalabios rojo y el pelo rozado, rubio y totalmente despelucado me da un aspecto macabro. 

Salgo del baño y rebusco entre los cajones hasta que doy con dos pistolas, alcanzo munición, escondida en varias partes de mi cuarto y cargo las pistolas. Me meto las dos pistolas en la cinturilla de mis pantalones. Busco dos navajas y las escondo entre la ropa que llevo. 

Cierro todos los cajones y armarios y lo único desordenado son mis tacones y mi vestido. No le doy importancia y saliendo de mi cuarto apago la luz.

Bajo hasta la cocina. 

Mi padre ya esta preparado. 

-Coge esas armas y mételas en el coche. 

Asiento y cojo la bolsa. Me dirijo a la entrada del garaje que hay dentro de la casa. Abro la puerta y abro el maletero del coche. Allí dejo la bolsa. Mi padre llega y mete dos bolsas más. Cierro el maletero y mientras él se monta en el asiento del piloto y me siento en el de copiloto. 

Salimos de casa, los dos totalmente serios y cargados hasta los topes. Veo que dos armas también sobre salen de su cinturilla. 

Arranca el coche y salimos de casa. Meto las manos en la guantera y me tapo el cuello con un pañuelo, también negro, y unos guantes de medios dedos también negros. 

Me miro en el pequeño espejo del coche. La chica que me devuelve la mirada es una chica completamente distinta a la que hace un rato estaba bailando y besando a Christian. 

Mis ojos echan chispas, furiosos, y se han oscurecidos. Las sombras oscuras acentúan esos rasgos, los labios están fruncidos y mi pelo revuelto me da un aspecto demasiado maligno. 

-¿Llevas las pistolas cargadas? -pregunta mi padre minutos después mientras conduce. 

Asiento y unimos miradas un segundo. 

-Recogeremos al equipo en el mismo sitio de siempre. Allí nos esperan. 

-Bien. -lo miro- Todo estará solucionado en cuestión de un rato, papa.

-Como siempre, hija. 

El resto del camino es totalmente silencioso.

¿Pero... que pasa aquí? Ya lo descubriremos...😳😳

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JULY

Las apariencias engañan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora