CAPÍTULO 19

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Hey! Oh! Let's go! de Ramones suena por toda mi habitación el lunes a primera hora de la mañana. 

Me levanto perezosa de la cama y me meto en el baño. Muevo mi cuerpo suavemente al ritmo de la canción mientras la tarareo. Levantarse con una canción por la mañana es mejor. 

Lavo mi cara con agua fría en un intento de ahuyentar el sueño que me invade. Cosa que no funciona porque cuando vuelvo a entrar en mi cuarto y veo la cama, lo único que quiero es tumbarme en ella y dormir un rato más... o tala la vida ya que estamos.

Bajo con tan solo puesto unas braguitas y una camiseta ancha gris que me llega hasta la mitad del muslo.

Tengo el desayuno preparado y una nota lo acompaña. Lo único que dice es que hoy él llegará tarde y que me desea un buen lunes.

Como si algún lunes pudiera ser bueno.

Desayuno mientras miro el exterior por la ventana. El cielo esta gris y dentro de pongo supongo que se pondrá a llover sin miramiento ninguno. 

Miro la hora en el móvil mientras meto los utensilios que he utilizado en el lavavajillas. Abro mucho los ojos. Me he retrasado más de lo previsto, y ahora voy tarde.

Subo corriendo a mi habitación. Me quito la camiseta que llevo a la cama deshecha y me dirijo al armario. Agarro un sujetador, unos vaqueros azul claro y una camiseta con el logo de Green day.

Veo mi reflejo en el espejo de mi habitación y observo mi cuerpo, con la única prenda que llevo tapando mi zona más intima. 

Tengo un moratón bien feo y grande en la rodilla, y un corte en la otra. 

En mi torso tengo varios morados, no muy grandes y que no duelen mucho. Aplico una pomada en las zonas afectadas antes de vestirme. 

El sábado, o más bien la madrugada del domingo, las cosas acabaron torciéndose un poco. No le doy más vueltas y termino de vestirme.

En el baño me maquillo un poco, me aseguro de disimular el moratón que se me empieza a formar en la mandíbula. 

Cuando estoy lista ato mi cabello a una coleta de cabello despelucada y dejo varios mechones fuera que rodean mi rostro.

Termino de ponerme algún abalorio antes de coger la mochila y bajar. Alcanzo las llaves del Callidac y salgo de la casa. Abro el garaje y me meto en el coche, dejo mi mochila en el asiento del copiloto y salgo hacia la universidad. 

Paro en un semáforo y me da tiempo a coger un cigarrillo y llevármelo a la boca, allí lo enciendo y tiro el mechero encima de la mochila mientras hago algún que otro movimiento brusco mientras intento llegar lo antes posible a la universidad. 

Aparco el coche y alcanzo la mochila del asiento del conductor. Tiro el cigarrillo al suelo y lo piso, después cierro el coche y me dirijo a la entrada. 

Llego a mi taquilla y cojo los libros que necesito. Cierro la taquilla y medio corro por los pasillos, que están casi desiertos. 

Para mi suerte llego justo antes de que el profesor entre. Esta clase no la comparto con ninguna de las chicas, así que busco rápidamente algún asiento libre para ocupar. 

Al final de la clase es el único que queda, y como compañero tengo a Christian Collins, fantástico. Va a ser raro esto de estar al lado suya en clase cuando hace dos días estábamos besándonos -y no solo besándonos, aunque no llego a mucho- en una fiesta, rodeados de gente y con el ritmo de la música metido en las venas. 

Él tiene los brazos cruzados sobre su torso, hoy trae una camiseta gris, y me dedica una sonrisa pícara. Sin otra opción camino bajo la atenta mirada de algunos compañeros y me siento a su lado. Para mi suerte, ni Amy ni Delka están en esta clase. Las populares, conocidas por todos, y las más guapas, potentes y follables -no lo digo yo, lo dice el ochenta por ciento de las personas en esta universidad- no muestran la cara en esta clase. 

Las apariencias engañan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora