Habían pasado solo tres largos meses desde que los padres de Valeria aceptaron su propuesta, salían a pasear a lindos campos y praderas, pero en ese tiempo no viajaron a otro país, por petición de Valeria. Petición que todos aceptaron inmediatamente. Su tiempo en familia lo aprovechaban al máximo. Eran una familia perfecta otra vez, Cornelius y Teresa compartían tiempo libre con sus hijas, más del que podían antes.
Un domingo salieron a pasear a un campo de flores silvestres, tenía tantos colores que pareciese que un descuidado pintor había dejado derramar todas sus acuarelas sobre una magnífica obra de arte. Todo el día pasaron de lo mejor conviviendo todos juntos. Valeria fingía estar bien para ellos, pero en realidad su interior se consumía poco a poco en un fuego abrazador, algo por dentro la quemaba y no la dejaba tranquila.
— ¿Qué te parece el viaje Valeria? —preguntó su madre.
—Muy bonito, gracias por haberme traído —respondió Valeria fingiendo estar bien y evitando mostrar su dolor —lo que más me gustó fue la multicidad de mariposas que pude observar este día, fue maravilloso, este viaje me ha encantado mucho, gracias, muchas gracias.
—No tienes por qué agradecernos —respondió su padre —sabes que todo esto lo hacemos por ti, por tu felicidad, también tus hermanas lo hacen por ti.
—Lo único malo es que Eunice no nos pudo acompañar —dijo Valeria un poco triste —me hubiese gustado que viniera, pobrecita mi hermana, está tan enferma que no pudo venir de paseo con nosotros y yo creo que ella ansiaba mucho este recorrido.
—Ya es hora de que nos retiremos a casa, son las cuatro en punto de la tarde y nuestra casa está lejos de aquí, iremos llegando como a las siete de la noche, no tenemos que dejar mucho tiempo sola a Eunice —dijo Cornelius comenzando a guardar algunos objetos en el vehículo.
Se dirigieron rápidamente a su hogar, se tardaron más de lo planeado, todo fue felicidad en el camino de regreso a casa, risas, bromas y carcajadas. Cuando iban como a cinco cuadras de distancia empezaron a ver qué pasaba un camión de bomberos, luego otro, y luego otro, fue entonces cuando se preocuparon. Cornelius detuvo el auto, pues unos policías impedían el paso de vehículos. Valeria salió corriendo para ver qué era lo que sucedía y a qué se debía el alboroto, detrás de ella iba su madre. Al llegar su tristeza se hizo visible, de sus ojos brotaron unas lágrimas producidas por el dolor y la angustia. No pudo más y cayó de rodillas al suelo.
—Lo lamento mucho, señora —dijo desconsoladamente una de las empleadas mientras lloraba a mares —su hija, Eunice no pudo escapar del incendio y murió al igual que muchos empleados.
—No, no puede ser —dijo casi gritando frenéticamente —mi hija, mi hija, mi querida hija ¿Por qué a mí? ¿Por qué me tuvo que pasar esto? Mi hija no era mala, tenía una larga vida por delante, mejor me hubiese muerto yo antes que ella, era muy pequeña todavía.
ESTÁS LEYENDO
Vandestia: Un mundo desconocido © Editando
FantasyEn un mundo creado por los dioses de la Tierra, el elixir de la inmortalidad fue robado por una ninfa, su error fue dejarlos caer sobre dos pequeñas niñas con un destino más complicado del que se imaginaba. Separadas al nacer, una es enviada a vivir...