Capítulo 8: el reencuentro

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Era una cálida mañana, Valeria se encontraba ya en el Amazonas. Se hospedó en el mismo lugar de la visita anterior. El terreno no había cambiado mucho, aún se mantenía igual. Ansiosa por recorrer el lugar, no tardó mucho en desempacar. En el cielo se podía observar un brillante y majestuoso sol que irradiaba luz en toda la selva tapizada de verde esmeralda con avecillas cantoras que revoloteaban por los rincones de ese paraje.

Se alojó en una pequeña cabaña. Los habitantes del lugar la recibieron con una amabilidad muy notoria. Emprendió su viaje al día siguiente de haber llegado a la zona, no descansó nada luego del arduo viaje. Iba vestida con unos pantalones de color azul, zapatos deportivos y una camiseta un poco ligera, pues el calor era un poco insoportable. Sólo llevaba una mochila con artefactos básicos de supervivencia, un poco de agua y algunos frutos secos. Por todas partes buscó a Dakota, pero no la encontraba, la buscó en el mismo lugar en el que desapareció, en el lugar en el que la vio por última vez; pero tampoco la encontró ahí, era una tarea difícil de desempeñar, que por el momento no daba fruto alguno, tal vez en lugar de acercarse se alejaba más, sentía que caminaba en círculos, que no avanzaba, y en ese instante ya no encontró el camino de regreso a la cabaña.

Valeria soltó en llanto, se encontraba perdida, desorientada y sin saber cómo volver, algo que era nuevo para ella, nunca antes se había perdido y menos estando sola en un lugar desconocido. La selva se hacía cada vez más confusa, los sonidos de los animales se hicieron más agudos, los árboles se sentían más envolventes, sus hojas espesas le tapaban el camino y sus ramas se enredaban en el cabello de la chica. Valeria se desesperaba, gritaba, chillaba y se atemorizaba en las noches, todo esto se debía al miedo que sentía. Pronto dejó de lloriquear y se armó de valor, con unas ramas y un árbol que ella consideró perfecto, empezó a construir un refugio donde pasar el resto de la noche, cortó varias ramas secas para encender una fogata, las estrella se observaban desde entre las ramas tupidas de los grandes árboles de coníferas, la tierra estaba húmeda con un aroma muy fuerte. Cuando amaneció, se dispuso a buscar provisiones, algo que no le fue muy trabajoso considerando el lugar en el que se encontraba, lo único que no encontró fue agua, pero eso no era un problema considerando la gran cantidad de agua que contenían las frutas que ella había recolectado durante una gran parte de la mañana. Después de recolectar comida decidió descansar, en ese instante la llegó una loca idea.

"Si ya me encuentro perdida, ¿qué más da adentrarme en la selva?, no me será difícil encontrar refugio y alimento, solo el agua me costará un poco más, pero así me será más fácil encontrar a Dakota y descubrir la verdad, ella estará aquí".

Y así fue, caminaba largas distancias gritando el nombre de su hermana, su garganta se desgastaba y dolía, aun así continuaba sin rendirse, anochecía y aun la seguía buscando incansablemente on la poca luz que le quedaba. Habían pasado un poco más de cinco días, era hora de retomar la búsqueda, se levantó del suelo en el que yacía dormida, su ropa estaba pestilente, su cabello totalmente desarreglado y lleno de polvo y lodo, la energía se le agotaba a medida caminaba y sus pies la mataban a cada paso. Continúo sin trastrabillar, se sujetaba de las ramas y bejucos para no irse de frentes al suelo. Valeria se encontraba un poco débil, no había comido en todo ese día, sus provisiones se terminaron la noche anterior y era de suma urgencia encontrar algo de alimento por más poco que fuese. En ese mismo instante, en que debatía por el hambre y el cansancio, escuchó un ruido que la impacientó mucho, las ramas crujían de forma antinatural y se balanceaban de un lado a otro creando un sonido extraño para Valeria.

Vandestia: Un mundo desconocido © EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora