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Tomás, hace cuatro años.

Tomé mi segunda cerveza de la noche mientras observaba a la morocha moverse en la pista improvisada de la casa de nuestro amigo en común. Claro estaba que me había vuelto loco. Su pelo negro, su cara angelical, su actitud de intentar hacerse la dura y su forma de rapear. No podía dejar de mirarla. Me preguntaba que era lo que tenía esa morena para haber llamado tanto mi atención. Para hacer que no pare de imaginarmela por las noches, aunque últimamente su rostro se aparecía por mi cabeza a cada minuto. Es como si estuviese encantado por ella.

— ¿y, cuando me das los quinientos pesos? — sentí las manos de Lucas en mis hombros y voltee a verlo — te dije que no era una chica fácil.

— anda preparando vos la billetera hermano, si te digo que me la gano, es porque me la gano, soy Tomás Campos, no te olvides.

— ¿qué esperas para demostrarmelo?

Golpeó suavemente mi espalda y solté una pequeña risa. Tomé un shot de vodka para impulsarme y acercarme hacía la morena, quien al notar que estaba detrás de ella, empezó a menear sus caderas, coloqué mis manos en estas y nos movimos a la par de la música. Unos minutos así y puse mi mano en su panza para apegarla a mí y hacerle sentir mi notable erección. Ella apretó mi mano y se dió la vuelta, para quedar frente a mí.

— te dije que ibas a tener que aguantarte las ganas...

— vos me provocaste, morocha. — dije después de correr un mechón de pelo de su rostro para colocarselo detrás de la oreja y dejé un beso sobre su cuello, pude ver como esto la estremeció, punto a mi favor — ¿nos las tomamos?

— ¿a dónde?

— te quiero mostrar un lugar... — confesé y vi como buscaba a su amiga con la mirada — Joaquina está bastante ocupada. — puse mi mano en el rostro de Julieta para hacer que mire a la rubia, quien estaba muy cómoda besando los labios de mi amigo — nosotros deberíamos estar así ¿no crees?

— mostrame ese lugar, dale.

Dijo y sonreí en forma de victoria. Hice una seña para que empiece a caminar hacía la salida y voltee a ver a Lucas, quien miraba la escena atentamente, yo le guiñe el ojo y salí detrás de la morocha. La alcancé y me puse delante de ella, para guiar sus pasos.

Más allá de la apuesta que hice con Lucas, eso solo fue un motivo para acercarme a Julieta, era mejor una excusa que explicarle a mi mejor amigo que una chica por primera vez me había movido el piso. Y que le quiera mostrar mi lugar favorito en el mundo, la tercera vez que la veía, significaba que realmente estaba hasta las manos.

— ¿sos chetita o sos del barrio? — pregunté cuando llegamos a mi lugar, una casa que no había terminado de construirse pero que tenía techo, pero no ventanas, ni puertas, ni siquiera revoque, me miró sin entender el porqué de mi pregunta y le señalé la ingeniosa escalera que me había hecho con ladrillos y tablas de madera — tenes que subir...

— ¿vos me viste la cara? — dijó y hizo un circulo con su dedo índice sobre su rostro — ¿dónde nos conocimos? en una batalla de rap y te gané, te recuerdo así que chetita no soy.

— obvio que te vi la cara, no dejo de mirarte pendeja. — rodeó sus ojos ante mi comentario y subí hacia el techo de aquella casa, ella me imitó y se sentó a mi lado. — siempre que las cosas están mal, vengo acá.

— ¿no tenes miedo que se caiga el techo? — preguntó tocando la chapa, pero esta no se movía y yo negué con una risa de por medio — se ve todo el barrio desde acá.

— ¿se ve tu casa? — ella asintió y señaló una casa a lo lejos, si mi vista no me fallaba, quedaba a menos de siete cuadras — ¿querés? — le enseñé un porro y ella asintió con su cabeza, lo prendí y decidí pasarselo — bueno, contame tu historia Juli K.

dos extraños | c.r.o y cazzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora