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Julieta, presente.

— ¿y entonces, por qué lloras?

Alcé mis hombros. Traté de hacerme la dura, la fuerte, pero Franco tenía razón. Un pibe de 16 años, me había hecho caer en la realidad de que yo no es que quería ocultar a Tomás porque me molesté haber estado con él, sino, que lo que me molesta es el no estar más con él. Y le había mentido, le había dicho que no me dolía ser más su novia. Me acosté con el y al otro día desapareci después de perdonarlo. Lo perdoné, pero tengo miedo de volver a salir lastimada. Pero, sí el pasado duele y como duele que Tomás esté en él. Lo quiero en mi presente. Lo necesito.

— ¡wachos, cayó la policía!

Gritó Mauro y me hizo salir del trance. Tomás entró rápidamente a la casa y vió que un policía estaba intentando agarrar a su hermano, quien era menor — y se le notaba a kilómetros — y tenía un porro en la mano. El peliverde corrió hacía donde estaba Franco e intentó hacer que los de traje azul, lo suelten y como no lo hicieron, Tomás le encajó una piña a uno de los policías. Apreté mis puños y corrí a ellos cuando vi que estaban tratando de ponerle las esposas a mi ex novio.

— ¡¿qué hacen?! — pregunté a los gritos cuando la yuta logró esposar a Tomás y capte la atención de todos los presentes — ¡¿por qué se lo van a llevar?!

— ¡tómatela pendeja, si no querés que te llevemos a vos también!

Reaccioné. Nadie tenía porqué hablarme de esa manera. No iba a permitir que me pisen la cabeza solo por ser mujer y lo demostré desde el día uno. Le pegué fuerte en la espalda al policía que acababa de decirme que me vaya y una de sus compañeras, terminó por esposarme a mí. Los dos detenidos en comisaría, como hace tres años atrás, la historia se repetía. Siempre las historias se repiten.

— ¿por qué hiciste eso? — preguntó Tomás cuando nos encontrábamos en la parte de atrás del patrullero — ¿por qué siempre te metes en el medio?

— porque no te voy a dejar pasar la noche solo en comisaría. — respondí de mala gana — enojate si querés, pero prometimos siempre cuidarnos y...

— y por dos años no lo hicimos Julieta.

— pero ahora estoy acá.

Mi celular sonó y respire tranquila al ver el mensaje de mi amigo.

Miré por la ventana y pude ver que ya habíamos llegado a la comisaría

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Miré por la ventana y pude ver que ya habíamos llegado a la comisaría. Los policías nos bajaron de a tirones, como si fuéramos animales y no personas — y los animales son ellos — y después de sacarnos nuestros teléfonos, nos metieron en la celda de la comisaría. Estábamos completamente solos. Ibamos a pasar la noche juntos, sentados en una cama a punto de desplomarse y un colchón que al sentarte en él tocaba directamente la madera. Un asco.

— ¿lo querés mucho no? — levanté mi cabeza cuando Tomás rompió el silencio — a Khea, digo porque lo tenes de fondo en WhatsApp.

— lo conozco desde que estábamos juntos, él me ayudo a venirme a Buenos Aires cuando pasó lo de mis viejos.

— antes me tenías a mi de fondo de pantalla.

— antes, estábamos juntos Tomi.

Él soltó un largo suspiro y se sentó a mi lado en esa cama. Agarró mi mano y después de observar todo su alrededor, apoyó su cabeza en mi hombro. Yo cerré mis ojos. Estábamos juntos. En las malas y en las buenas. Siempre había sido así. Cuanta mierda pasamos. Cuanto dolor tenían nuestras almas. Pero siempre, una se refugiaba en la otra. Porque eso es lo que Tomás era para mí y lo que yo era para él. Un refugio.

— ¿qué pasó con tus viejos?

— se volvió más violento de lo normal con mamá y se separaron. — conté y él dejó un beso sobre mi mano — nunca estaba en casa, ella dice que la engañaba y no sé, a mi me pegó un par de veces y ahora se mete desde alcohol hasta cocaína y no tengo ganas de vivir con él así, me da asco.

— que padres de mierda nos fueron a tocar. — comentó y asentí con mi cabeza — ¿te acordás cuando me viniste a buscar a la comisaria? — soltó una pequeña risa y lo imite — que pendejos que éramos, pero estábamos locos el uno por el otro.

— eso no le decías a H cuando estaban solos... — le recordé y él bajó su cabeza, no paraba de atacarlo — me apostaste Tomás, pero es un cliché que hayas terminado enamorado de mí.

— que graciosa que sos.

Respondió en un tono lleno de ironía y me soltó la mano para levantarse de su lugar e irse a sentarse a la otra punta de la celda. Solté una carcajada y él me fulminó con la mirada.

— que infantil que sos. — dije de la misma forma que él — la apuesta no me importa, eras un pendejo, lo otro si que me dolió.

— ayer dijiste que me perdonabas ¿o fue solo por qué acabábamos de garchar?

— a Mauro le dijiste que hicimos el amor. — él carraspeo su garganta, no sabía que lo había escuchado y yo solté una pequeña risa — sí, te perdoné pero eso no significa que siga teniendo miedo de que me hagas lo mismo, supongo que es muy rápido para que volvamos a intentarlo.

— ¿pero no para hacer el amor?

— nos lo debíamos Tomás. — dije y me miró sin entender — siento que, al no habernos podido despedir teníamos una asignatura pendiente y necesitaba hacerlo con vos para saldarla, pero me di cuenta que lo que esta pendiente entre nosotros no es despedirnos, es poder amarnos otra vez.

— no entiendo.

— creo que eras la persona correcta en el momento equivocado, solo eso, pero dame tiempo.

— ¿te arrepentis? — preguntó y yo me levanté para sentarme a su lado en el piso frío — de lo que hicimos ayer...

— nunca me arrepentiría de hacer el amor con vos.

Respondí sincera y capturé sus labios. Los necesitaba. Eran los únicos capaces de hacerme creer que todo iba a estar bien, cuando nada estaba bien. Nosotros solo podíamos estar bien juntos. Crecimos juntos y no podíamos dejarnos ir tan fácil. Ni él quería soltarme a mí, ni yo quería ni tampoco podía soltarlo a él. Tal vez, lo del hilo rojo es verdad y ambos estamos conectados el uno con el otro.

— ¿y entonces, por qué estabas llorando? — volvió al tema entre besos y reí triste por lo bajo.

— porque tu hermano tiene razón, me duele que seas mi pasado, quiero que seas mi presente Tomás.

.

uep
necesito que acá me digan que les gustaría que pase en el presente de ellos.
las amo.

dos extraños | c.r.o y cazzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora