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Tomás, presente.

No entendía. No podía creer que después de dos años y un par de meses la tenía al lado mío. Más grande, más linda que nunca. La miraba de arriba a abajo y todavía no caía en que era ella. La única persona que amé y a la que más lastime. Después de perderla — por mi culpa — mi corazón se congelo, enfriando todo mi ser. La mejor versión de mí, a Tomás Campos, conoció. Solo ella y Lucas pudieron conocerlo. Ahora soy solo mi a.k.a; Mi personaje se apoderó de mi. Ese Tomás, murió el día que la lastime, que la perdí.

— ¿y? — pregunté después de que haya desviado la mirada, sin responderme — ¿nos podemos volver a conocer?

— de a poco. — respondió seca y no sé que es lo que yo pretendía después de todo el daño que le hice, solo esperaba que algún día sea capaz de perdonarme, yo nunca iba a hacerlo — de todas formas nos vamos a ver seguido, prácticamente vivis acá y estamos en el mismo círculo, somos compañeros de música, podemos llevarnos bien.

Compañeros de música. Me dolió. Fue como si me hubiese clavado un cuchillo. Yo no podía considerarla una compañera de trabajo. Fue mi novia. Fue el amor de mi vida y lo sigue siendo, porque no pensaba volver a enamorarme jamás; Cuando me enamoré, lo perdí todo, la perdí a ella, a la piba que amé, porque así soy, destruyó todo lo que toco. Yo soy autodestructivo. La destruí a ella y desde entonces me destruyo a mí, día tras día. Un silencio incómodo invadió la cocina, la veía después de años y resulta ser que va a quedarse a vivir con mis amigos. La idea no me gustaba para nada, eran todos hombres y al no saber que ella y yo habíamos estado juntos, podrían tranquilamente tirarsele encima. Pero ella era mía, siempre iba a ser mía, aunque ya no me quiera.

— te queda bien el pelo verde eh... — rompió el silencio y volví a mirarla, terminó de armarse un porro y lo prendió, nos recordé a nosotros, a nuestro primer faso, cuantos nos habremos fumado para tener un buen viaje juntos, cuantos... — ¿querés? — asentí y después de dar un par de secas me lo dió — no digas que nos conocemos ¿puede ser?

— no voy a hacerlo, tranquila. — dije, me molestaba que nadie sepa que ella y yo habíamos estado juntos, pero tenía que respetar su decisión, después de todo lo que le hice se lo debía, yo también querría ocultar el hecho de haber estado con una persona que tanto daño me hizo — el flequillo te queda muy piola, estas como más... grande.

— ah bueno. — soltó una pequeña risa — ¿es un halago o...?

— no me malinterpretes. — me di media vuelta y quedé frente a ella — sos hermosa, me refiero a más grande de... — movi mis manos intentando encontrar las palabras perfectas, pude notar como se había incomodado después de mi halago — de haberme perdido cosas de vos.

Se quedó callada y le devolví el porro. Mi corazón dolía. Ese vacío que intentaba llenar siempre con drogas, sexo y alcohol, estaba más presente que nunca. Ella era ese vacío y nadie, nunca, iba a poder llenarlo. Terminó de fumar y abrió su boca para decir algo pero sentí como me agarraban del brazo y al darme vuelta me encontré con un Mauro completamente borracho.

— cayó la gorra amigo, váyanse a esconder a una pieza.

Dijo como pudo, todas las palabras se le trabaron. Agarre rápido las botellas de arriba de la mesa de la cocina y las escondí en una alacena. Miré a Julieta y le hice una seña con la mano para que me siga. La casa se había descontrolado. Apagaron la música. Se veía la silueta de cuatro policías afuera de la mansión. La gente corriendo hacia el patio, mis amigos subiendo las escaleras, entrando al baño, tratando de esconder las drogas. Al llegar al piso de arriba, recorrimos todo el pasillo y no tuve idea mejor que elegir yo la habitación de ella, quería tenerla cerca, que sea lo primero que vea cuando me levanto, como antes; Y como eso ya no iba a ser posible, porque su corazón ya no me pertenecía, solo me quedaba elegirle la habitación que estaba en frente a la mía.

— vas a dormir acá. — le volví a hablar cuando cerré la puerta de su pieza, la casa se quedó en silencio y yo quería saber si la gorra había entrado — voy a bajar...

— no. — me agarró del brazo y la miré sin entender — mira los ojos rojos que tenes, estas borracho, te llegan a ver así y terminas en comisaría Tomás.

— Tomás. — solté una carcajada disfrazada de ironía pero llena de tristeza, al igual que mi ser — ¿sabes hace cuanto no me dicen así?

— ¿te molesta que te diga así? — negué con mi cabeza — porque me va a costar acostumbrarme a tu nuevo a.k.a crackero.

— vos podes decirme así, después de H sos la única que pudo conocer al verdadero Tomás — confesé y ella se encogió de hombros, se notaba que quería borrar todo rastro de nuestro pasado, de ese nosotros, que para mi mala suerte ya no existía — como me rompías el orto en las batallas eh — le recordé en forma de broma y por fin sonrió — eras muy buena rapeando, no sé porque dejaste de hacerlo.

— no quiero remover el pasado. — alzó sus hombros y asentí con mi cabeza, no quería acordarse de mi, mejor dicho — igual, en mis temas hay mucho de rap, hay cosas que no se pueden ocultar.

— como que nosotros estuvimos juntos. — le dije y bajó su mirada, estaba incómoda, otra vez — podes ocultarselo a todo el mundo si querés, pero vos muy bien sabes lo mucho que vos y yo nos amábamos...

— vos y yo nos amábamos y después vos rompiste mi corazón.

— entonces no tenes porque preocuparte por si termino en la comisaría o no...

Termine de decir de la forma más dura que me salió y me fui de su habitación.

La había perdido, para siempre.

dos extraños | c.r.o y cazzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora