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Tomás, dos años y dos meses atrás.

Inhale la línea número..., ya ni siquiera sé cuántas veces había aspirado esta mierda que provocó que la pierda a ella, mi reina.

— ¿vas a estar drogándote mucho tiempo más? — preguntó Lucas pero decidí ignorarlo y seguir con lo mío — después no te quejes cuando te quedes solo.

— ya estoy solo, hermano.

— te quedo yo imbécil, pero no pienso aguantar estos berretines de un pendejo vicioso. — fruncí el ceño y vi como se levantaba de su asiento dirigiéndose a la puerta de la habitación — yo no soy como ella, o te rescatas, o te vas de mi casa.

Me amenazó y se fue a quien sabe donde, solté un largo suspiro y golpeé la pared, pegué un grito al sentir el dolor en mis nudillos. Observé el polvo blanco sobre la mesa y sin pensarlo dos veces, lo tiré al suelo.

— ¡por tu culpa perdí a la única persona que amaba, hija de puta! — le grité a la cocaína, como si esta fuera a responderme.

— eso no es verdad, fue tu culpa, nadie te obligo a empezar a consumir.

Escuché su voz y levanté rápidamente mi cabeza. Limpie mi nariz y ahí estaba ella. Sus ojos estaban llenos de dolor, ella estaba completamente rota y era mi culpa, tenía razón. Eche todo a perder, todo lo que teníamos por un polvo que yo creía de hadas y termino siendo de perdición.

— vine a buscar mi ropa... — volvió a hablar y asentí con mi cabeza — ¿por qué me hiciste esto Tomás?

— ya te dije que no sé si te engañe Juli, perdón. — tomé aire y ella bajó su cabeza, se acercó al ropero y empezó a poner su ropa en su mochila, mis ojos se llenaron de lágrimas, al igual que los de ella, verla empacar sus cosas, me hacía darme cuenta que habíamos llegado al final — ¿no me vas a dar una última oportunidad?

— ¿última, cuántas últimas oportunidades te di ya? — soltó una risa triste y terminó de guardar su ropa para por fin voltear a verme — tendría que haberte dejado cuando descubrí que me apostaste por quinientos pesos como si fuera una cosa.

— pensé que me habías perdonado por eso...

— no lo hice, no te perdono por apostarme, no te perdono por haberme buscado hasta enamorarme ¿para qué? — río de forma irónica y yo una vez más suspiraba — ¿para meterte cocaína hasta el tabique y olvidarte de que me querías? si es que alguna ves me quisiste.

— no, no te quise, te amé, te amo Julieta.

— ¡mentira! — soltó su mochila y se acercó a mí para empezar a pegarme en el pecho — ¡te odio, por tu culpa ahora estoy hecha mierda, prometiste salvarme y terminaste de hundirme! — apreté mis ojos y sentí las lágrimas deslizarse por mis mejillas — ¡¿por qué Tomás?! ¡estábamos bien, yo te quería! yo te amaba...

Dejó de golpearme y fijé mi vista en su brazo, tragué saliva al ver las heridas de este y negué con mi cabeza, mi angel no podía haberse lastimado así. Intenté agarrar su brazo y ella me apartó bruscamente. Se colocó la campera y se cruzó de brazos frente a mi. Yo era el culpable de que ahora ambos, estemos destruidos.

— ¿qué te hiciste?

— no tenías por que apostarme después de saber que mi viejo apostó la plata de mi fiesta de quince, no tenías porque pegarme después de verme molida a golpes gracias a mi papá y mucho menos engañarme con la primera que se te cruce después de que peleáramos encima por tu culpa. — evadió el tema y siguió intentando herirme, me lo merecía, este infierno, lo había provocado yo — yo te amaba y vos me rompiste el corazón.

— perdón... — mi voz se volvió un hilo y mi cara se empapó de mis lágrimas — perdón mi amor, te juro que...

— ¡no me llames así, ni tampoco me jures! — me interrumpió alzando su tono de voz — decime que voy a poder olvidarme de vos, que voy a estar bien, ¡decimelo!

— soy egoísta, no puedo decirte que vas a olvidarte de mí porque eso me rompería el corazón.

— vos me lo rompiste a mí Tomás.

— ¿qué te hiciste en el brazo? — pregunté cambiando de tema y ella volvió a bajar su cabeza, me acerqué suplicando que no me alejé y al no hacerlo, la tomé del brazo, levanté su manga y cerré mis ojos al ver los cortes en su muñeca — no, no, no... — quebré en llanto, me rompía verla dañarse a si misma, después de que su viejo y yo la hagamos mierda, ahora ella también se lastimaba — ¿por qué Julieta, por qué te hiciste esto?

— porque leí que el dolor físico alivia el dolor emocional, pero no es verdad, me duele absolutamente todo el cuerpo y aún así, me duele el alma...

— ¿el cuerpo? — tragó saliva y acaricie su espalda, noté su expresión de dolor y supe que el monstruo de su padre la había vuelto a golpear — ¿acaso, ahora tu viejo es el mío? — bromee y ella soltó una risa triste, otra vez — ¿te volvió a pegar?

— si...

— déjame curarte por favor, por última vez...

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bueno, como lo pidieron hoy hay maratón! 

comenten y les subo el próximo.

las amo.

dos extraños | c.r.o y cazzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora