· Capítulo 49 ·

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Killiam.

Verla alejarse de mi me rompe de mil maneras inimaginables, pero es lo que debo hacer si deseo que se salve, no sé qué tanto pueda mantenerla a salvo cuando me deje llevar, sé muy bien que desatar el infierno puede ser mi propia perdición. Pero no lo dudó ni un solo jodido instante, la quiero a salvo y viva.

Sonrió para mí cuando siento como otro de los tentáculos de la asquerosa criatura que me rodea atraviesa mi cuerpo, pero me concentro en Lexie y sus pensamientos, lo que siente. ¿Cómo demonios termine atado a la existencia de una mujer que transforme en vampiro y que ahora es la clave de la supervivencia de todo?

Sus pensamientos y sus réplicas llegan hasta a mí y siento como mis piernas tiemblan antes de caer en el suelo, mis rodillas tocan la tierra húmeda, mientras a mi espalda Abel continua matando a más de ellos, yo sigo sin moverme, la necesito lejos, esto se pondrá feo. Una vez ciento que se detiene me pongo en pie mientras otro de ellos vuelve atacarme.

Aunque no puedo verlos sé que me rodean y son muchos, la expresión de Lexie cuando le ordene que se fuera me advirtió que sería una locura, pero después de todo soy el vampiro más viejo, después de Keller y llevo su sangre corriendo en mis venas.

Ninguna puta criatura que no pueda ver me matara tan fácilmente. Respiro profundo y observo a Abel.

— ve, asegúrate que este a salvo, me hare cargo — él sonríe de lado y asiente, mientras se abre paso cortando con esa puta espada de luz a cuantos puede.

El dolor y el ardor que atraviesa mi pecho me alerta, uno de los tentáculos acaba de traspasar mi pecho muy cerca de mi corazón, es hora de hacer algo y ponerle fin a esta loca idea, solo espero que del otro lado de la barrera puedan ayudar a los otros.

Observo mi mano bañada en mi propia sangre y como de esta se enciende una pequeña llama, cierro mis ojos y después de muchos siglos dejo que la oscuridad que siempre he mantenido bajo control se haga cargo de todo. La temperatura a mi alrededor desciende, todo se oscurece un poco más y siento como el poder me invade, como recorre mi cuerpo y lo alimenta.

Abro los ojos y sonrió al poder verlos, Lexie tenía razón, son criaturas horribles y despreciables, todos me miran como esperando que reaccione, aunque realmente su atención está en mi palma, donde danzan las llamas.

— Bienvenidos al infierno — murmuro antes de dejar crecer las llamas y dejar que rodeen todo a mi alrededor.

Alaridos de dolor se desprenden de las gargantas de las criaturas que pronto empiezan a huir hacia el lago de ácido desde donde asumo provienen, pero les impido el paso, ninguno se ira de aquí vivo. Las llamas alcanzan todo lo que se mueve como si tuvieran vida propia.

Y hasta cierto punto la tienen, estas llamas son controladas por la ira que siento, todo a mi alrededor se vuelve naranja, rojo y amarillo en cuestión de segundos, los arboles arden soltando quejidos agonizantes, siento como la magia sobrenatural que le da vida al bosque negro arde y hace todo lo posible por impedirlo.

Mis pies son rodeados por las ramas de los árboles que aún no han estallado en llamas, pero me libero de ellas, cuando arden con estrepito. Todo es fuego a mi alrededor, me concentro una vez más en ella, la veo cerca de todos, percibo como sus pensamientos desesperados la acosan, como los otros confían en mi pero el miedo atenaza cada parte de su ser.

Finalmente dejo de percibirlos y sonrió, han cruzado la barrare, ahora tengo que lidiar con el infierno que he desatado, los arboles a mi alrededor crujen y gruñen como queriendo alcanzarme entre las llamas, todo en este jodido bosque tiene vida y una anhelante de muerte y en este instante toda esa energía está concentrada en tratar de contenerme.

Killiam · El despertar · ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora