capitulo 1

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Sonó la campana del colegio anunciando la salida. Todos en el salón se levantaron con sus mochilas al hombro y salieron. Miré hacia la calle. El olor a libertad nunca faltaba en ese momento. Pochoclos. Alguien cerca vendía. Quería salir, pero en la puerta todos seguían amontonados. 
-Esperame.- pidió Daiana a Elizabeth, haciendo el avión de papel un bollo en su mano.
La morocha de cabellos rebeldes y ojos café guardó todas sus cosas y tomó el brazo de su amiga casi como si temiese que huyera.
-¿Te quedas hoy?- preguntó Elizabeth siguiendo sus pasos. 
Elizabeth era una chica ni muy alta ni muy baja, era buena en todas sus clases, una de las mejores del curso aunque se odiara por eso. Tenía el cabello castaño, con mechas violetas, sujeto con un broche. Llevaba los brazos llenos de pulseras, todas regaladas por diferentes personas, como a ella le gustaba. Siempre usaba un pequeño pircieng en la nariz de color negro. Era una de esas chicas que sonríe a pesar de todo, siempre lo había hecho y, aunque a veces sus amigas sospecharan, ya no le decían nada al respecto. Los ojos verdes solían esquivar a los demás, como si sólo soñara con encontrarse sola algún día.
-Si.- suspiró Daiana.- Odio las materias de la tarde. ¿Te lo dije alguna vez?
-Vos odias al colegio en general.- rió su amiga mientras esperaban para bajar las escaleras.
-Y esta es una de las razones.- dijo señalando a los alumnos amontonados para bajar por la escalera.
-Vamos por la otra.-rió al ver como el enojo comenzaba a sobrepasar a la chica que ya tenía las mejillas arrebatadas.
Ambas bajaron y salieron de la escuela. Afuera se encontraron con otras de sus amigas y amigos. Todos los alumnos de secundarios se dispersaban por los alrededores del colegio y algunos iban al bar de la otra cuadra para almorzar. Todos era semilibres. Las extraprogramáticasjjamás de hacían desear.
Las chicas cruzaron la calle y se tiraron en la vereda de en frente. Sólo se quedaron mirando la nada, mientras algunas dormían, otras charlaban, otras escuchaban música. Elizabeth era de las que hablaba. No le gustaba quedarse en silencio, eso implicaba dejar volar a su mente y nada bueno salía de esto cuando pasaba.
Así pasaron dos horas, algunas se fueron a comprar comida, pero ella no. Ella se quedó ahí y, cuando los temas de conversación no dieron para más, se hundió en su mundo con los auriculares puestos. Miró el colegio. No quería volver a entrar. Quería ir a dormir.
Elizabeth recordó cuando había llegado ahí, con tan solo cuatro años. Su vista pasó a su amiga Josefina, ella había su primera amiga en el instituto. Había cambiado mucho desde aquel primer día, pero todos lo habían hecho, ella también. La chica estaba ahora con sus cabellos rubios esparcidos sobre la mochila mientras dormía. Acarició su cabello, sabía cuánto le gustaba eso y una sonrisa se formó en los labios de su amiga. A veces pensaba, ¿por qué ella se había cruzado en su camino?¿Por qué seguían juntas? ¿Dónde estaría ella sin su Josefina? Elizabeth era una persona muy sociable, siempre buscaba hacer amigos nuevos y, a pesar de que fuera un poco tímida al principio, siempre lograba llevarse bien con todo el mundo. Solía tener aspectos infantiles, que no le daba miedo mostrar. Era una amante de la música, la escritura y el deporte. Cantaba con sus amigas, hablaba de sus ídolos, dibujaba sólo para entretener a sus amigas, jugaba a toda clase de deportes e incluso al fútbol con sus amigos y familiares. El fútbol era su pasión mas grande.
Y otra vez lo hizo, empezó a pensar mas de lo debido, recordó todas las veces que su padre la retó y se burló de ella por lo poco femenina que era, recordó lo que se sentía ser siempre el bicho raro. "Las chicas que juegan a la pelota son perfectas, o eso creía hasta que te conocí" recordó esas palabras y le dolió. Entonces vio a la rubia despertarse y abrir sus ojos marrón claro y le regaló una pequeña sonrisa. 
Al cabo de un largo rato, el grupo de amigas se levantó para volver a entrar a clase, ella las siguió con los auriculares puestos mientras ni siquiera sus amigas la notaban.
En clase se comportó como la mejor estudiante, tomó apuntes, entregó tareas y participó, no porque ella quisiera, sino porque era lo que sus padres querían.
Luego de clase se fue a casa, sus amigos no se despidieron de ella, no la recordaron, otra vez. Subió al colectivo y le avisó a su mamá que estaba yendo, esta había prometido ir a buscarla a la parada. Mientras el colectivo andaba, ella soñaba despierta con la forma en la que todo podría terminar. Tal vez el colectivo se cayera del puente o lo impactara un camión. Quizá subieran ladrones y los mataran a todos. No lo pensaba con temor, simplemente ese tipo de cosas pasaba por su mente y ella las dejaba.
Pasaron paradas y paradas y el colectivo estaba cada vez más vacío. En un momento se puso de pie y presionó el botón. Bajó de forma automática. Revisó la parada de colectivo con la mirada, pero su mamá no estaba ahí, nunca lo estaba. Ella tenía una pésima relación con sus padres, al menos por su parte, pero le hubiera gustado que algun vez ellos hubieran hecho algo para que esto fuera diferente. Caminó hasta su casa y esperó a que abrieran la puerta cosa que solía demorar sus largos minutos también.
-Hola. ¿Cómo fue el cole?- preguntó su mamá abriendo la reja.
-Diez en la prueba de matemática.- dijo y entró. Su mamá no le dio importancia y ahí murió un intento de conversación.
Elizabeth deseó por un instante que su madre dijera "que bueno hija, te felicito. Sé que te esforzaste", pero eso nunca pasaba.
Pasó directo a su habitación y dejó la mochila junto a la cama. El celular vibró y le entraron todos los mensajes y notificaciones que no le habían llegado durante todo el día por no tener wi-fi. Cumpleaños, nuevas fotos, grupos de whatsApp y uno que otro pidiendo tarea. Todo igual a cada día. Se dejó caer en su cama después del largo día.
-Elizabeth, sacá la ropa.- gritó su madre y ella resopló dejando el celular.- Volvé a quejarte y no usas tu celular hasta mañana.
El día era cada vez mas normal. Los gritos, retos e insultos formaban parte de su día a día, al igual que el ser invisible.

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