Elizabeth pasó las primeras horas del instituto junto a James. Como había dicho, ahora usaba calzas negras abajo de la pollera y se sentía bien. Se separaron cuando ella tuvo que entrar en vestuario y él fue a buscar a Marcus que ya estaba llegando.
Al parecer debía ser muy importante el equipo porque llegó a la cancha y todos los padres preparaban a sus hijas, además las gradas estaban llenas. Ahora si que estaba algo nerviosa. La profesora le dijo que entrara en los calentamientos. Empezaron a patear y a atajar mientras ella tomaba notas. Elizabeth se dobló las mangas de sweter y entró en acción, era buena y algunos ya lo habían notado. El equipo de rugby estaba ahí y ya estaban seguros de que ella iba a quedar. Nadie la conocía y muchos parecían no verla, pero ella no era conciente de nada de esto, estaba demasiado inmersa en ese mundo como para notarlo.
Algunas chicas quedaron eliminadas en los calentamientos por distintas circunstancias, pero no Elizabeth. La profesora armó dos equipos y dijo que de ahí saldría el equipo del instituto. Elizabeth estaba feliz, ella quería jugar, solo quería jugar a lo que mas amaba.
Y eso hizo, jugó ante la mirada de todos y fue la primera en quedar definitivamente. Todos se asombraban, los padres presionaban más a sus hijas y estas parecían infelices pero no Elizabeth que seguía pasando la pelota, definiendo, sacándola. Ella jugaba en equipo y sus compañeras agradecían cuando ella les facilitaba las cosas. Sólo James sabía su nombre, pero ya era muy popular al parecer. El partido terminó y la profesora anunció a los que quedaban. Ella estaba, claro que estaba. Al parecer todos lo sabían menos ella.
Corrió a las gradas y abrazó a James que la levantó por los aires.
-Quedé.- dijo feliz.
-¿En algun momento lo dudaste?- preguntó un chico a sus espaldas.- Fue increíble. Sos increíble. Jugas muy bien, era obvio que ibas a quedar.
-Él es Marcus.- dijo James besándola y tomando la mano de su novio.- Y ella es Elizabeth.
Ella miró al chico rubio y alto con dos ojos verdes que parecían piedras preciosas.
-Es todo un placer.- dijo ella tomando su mano.- James no para de hablar de vos.
Ellos siguieron con sus cursilerías y ella se despidió, tenía que llegar a casa.
-Hey, nuevita.- Elizabeth volteó para encontrarse a un chico de cabellos claros y ojos color miel.- Estuviste increíble.
-Gracias...
-Mike.
-Gracias, Mike.- dijo ella.
-¿Te llevo a algún lado?- preguntó. Ella iba a decir que no pero si se retrasaba más sus padres iban a matarla.
Asintió.
-Si no es molestia.
-Claro que no,- dijo él y le tendió un casco.- agarrate bien...
-Elizabeth.
Él sonrió y ella le dijo la dirección.
Se sentía libre, se sentía hermoso. Siempre amó las motos, esa sensación en el estómago, el viento golpeando tu cuerpo, la velocidad. Al llegar ella bajó y le dio al chico el casco.
-Gracias otra vez.
-Cuando quieras, hermosa.- dijo él. Le guiñó el ojo y siguió por la calle.
Elizabeth entró a la casa y se dejó caer en el sillón. Estaba cansadísima. Le dolía la cintura e hizo una mueca de dolor. En la casa no había nadie. Subió a su cuarto despues de un rato y se dio un baño. No pudo ponerse la venda, era inútil. Se puso uno de sus buzos anchos y unas calzas negras. Se tiro en su cama pero el dolor la hizo saltar. Ella ya no tenía la cadena y ahora su piel estaba muy sensible en ciertas zonas.
Bajó pero no había nadie. Ya le había contado su historia a James y él le había dicho que siempre podía contar con él, salvo cuando él estaba con Marcus y este era uno de esos momentos. Sentía que todo volvía, la gran casa vacía le traía recuerdos. Se sentó entonces en uno de los escalones de la escalera a esperar a los demás, pero ellos no llegaban, nadie llegaba y sus ojos empezaban a cerrarse.
-Entré al equipo de fútbol, hoy audicioné y entré.- dijo a las paredes.- Sé que deben estar muy ocupados pero... ¿Me dan un abrazo?- el silencio fue la respuesta.- Está bien, entiendo, volví a casa.
Una lágrima rodó por su mejilla y ella la secó rápidamente, salió al patio y se sentó al borde la pileta mientras miraba el agua como si ahí encontrara las respuestas a sus preguntas. Los cinco llegaron y encontraron la casa en completo silencio. Eran las seis de la tarde. ¿Dónde estaba Elizabeth? Se habían quedado en una reunión que se había extendido demasiado y no dejaron una nota. Empezaron a recorrer la casa pero no la encontraron. Harry salió al patio ya algo preocupado, caía una suave llovizna y el cielo estaba muy oscuro, iba a haber una tormenta y no sabían dónde estaba ella. La encontró junto al árbol del patio, era un enorme sauce llorón de gruesas ramas que llegaban hasta el suelo. Se acercó silenciosamente y la vio con una navaja y una soga, tenía el rostro mojado y los ojos colorados. Ante la desesperación se acercó aún más.
-¿Qué haces?- le quitó las cosas.
Ella lo miró y a él se le cerró el estómago.
-Un columpio.- dijo mostrándole el tablón de madera a un lado.
-¿Estuviste llorando?- preguntó poniendo su mano en la mejilla de ella.
Elizabeth desvió la mirada.
-No tiene importancia.
-Si la tiene.- dijo y ella siguió con el columpio.- Decime qué pasó.
-Ya lo dije, pero no había nadie.
Amarró las sogas, solo faltaba atarlo a una rama y ver que resistiera. Harry se quedó mirándola.
-Se extendió la reunión,- admitió.- no creímos que tardaríamos tanto.
-Lo sé, está bien, es su trabajo.- dijo ella tranquilamente, claro que lo entendía y no estaba reprochándole nada.
-Y vos sos nuestra hija, y no está bien que desaparezcamos tanto tiempo.
La lluvia empezó a caer con fuerza. Ella lo miró a los ojos sabiendo que él la quería muchísimo, igual que los chicos.
-No pude ponerme la venda,- dijo ella rompiendo el silencio.- creo que me lastimé.
Había tropezado al salir con las cosas al patio y se había golpeado con las ramas del árbol.
-Vamos adentro, yo te curo.- dijo él dándole una sonrisa.- Y mañana te ayudo a colgar tu columpio.
Ella sonrió y lo abrazó. Ambos entraron a la casa empapados con el columpio entre las manos.
-¿Dónde estaban?- casi gritó Louis preocupadisimo.
-En en patio.- dijo ella naturalmente.- No tenían columpio.
Louis la abrazó pero ella no le dijo que estaba haciéndole daño.
-Me preocupaste.
-A todos.- dijo Niall comiendo.- Hasta que te vi no pude probar bocado.
Ella estalló en carcajadas y Niall la miró serio. Zayn miraba todo en silencio. Necesitaba hablar con ella. Liam llegó con dos toallas y se las tendió, sacó del cajón una venda nueva.
-Vamos a cambiar esa venda.- dijo Liam.
-No tiene ninguna puesta,- dijo Harry.- no pudo ponérsela.
-Pero te podrías haber lastimado.- dijo Louis y ella sonrió con una mueca.
-Sacate la remera.- ordenó Liam.
-Esperá.- dijo Niall. - Zayn, tenes que irte.
-Pero..
-No sos su papá, no podes verla sin remera.
Él alzó las manos en señal de que perdió y se fue. Ella intentó sacársela, pero la tela se había pegado a la herida, soltó un gritito al sentir el dolor. Niall se la sentó en su regazo mientras trataba de que ella no pensara en eso. Louis le pasaba a Liam lo que pudiera llegar a necesitar y Liam y Harry trataban de sacarle la remera de las heridas con delicadeza. Una vez retirada la remera, Liam colocó la venda con mucho cuidado. Cuando terminó, ella se puso de pie y tomó su remera cubriéndose, no le gustaba quedar expuesta de esa manera. Subió las escaleras con la espalda descubierta. Zayn la vio entrar al cuarto y bajó a ver por qué habían tardado tanto. Harry contaba lo que había pasado, lo que ella había dicho.
Ella bajó con un buso de Liam que le quedaba por encima de las rodillas y se sentó con ellos a comer, el plato quedó casi lleno. Aun sentía la presion de las cadenas en su cintura, pero lo intentaba, lo intentaba porque sabía que su peso estaba por debajo del límite y no quería causar problemas.
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Invisible
FanfictionEsta es la historia de una chica como cualquier otra. Una chica que es capaz de ocultar todos sus sentimientos bajo una mascara. Ella llora y nadie la ve, grita y nadie la escucha. Solo desea que, algún día, todo cambie. ¿Podrá su deseo volverse rea...