Capitulo 18: Lo más hermoso de mi vida eres tú

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Amanda se levanto casi después del mediodía. Todos dormían y se fue directo a la heladera donde encontró una empanada que acompaño con un vaso de jugo y sin notarlo iba sonriendo de aquí para allá. Su mente seguía enroscada y solo estaba ocupada por ese amor complicado, casi irreal. Él la había hecho sentir bella, perfecta, especial y única con solo proponérselo esa noche. Pero de repente sus rasgos se endurecían, su cara se enturbiaba, como también su mirada y se perdía en sus oscuros pensamientos. Y ahí era cuando salía el Simón que no le hacia ningún bien y la alejaba, la empujaba al abismo y la dejaba ahí pendiendo de un hilo a punto de caer y como si una oleada de amor la invadiera su mente volvía a recrear la noche y Él era el héroe que la rescataba de la forma más tierna. Solo recordarlo la hacia volar por los cielos, ver colores que no sabia existían. Su vida era un ajetreo que la llevaba al sincope, porque por momentos Simón llenaba de adrenalina su aburrida  y monótona vida. Él era como un salto en bungee jumping o un salto en paracaídas de avión a miles y miles de kilómetros. Así se sentía y ni hablar de sus besos , esas tan conocidas mariposas en su estomago cobraban vida y salían revoloteando por todo su cuerpo, acariciando con sus alas aterciopeladas sus piernas, sus manos, sus pechos, su cara, su corazón... la tenia embriagada de amor.

Si fuera por ella, ya saldría a buscarlo y rompería su boca con un dulce beso eterno, abrazándolo cual abrojo a una flor; y en este vaivenes de sentimientos trascurrió su comienzo del día.

Mientras tanto Simón y Paul llegaron a la cuidad y decidieron con un par de amigos salir a dar una vueltas, pasaron cerca del lago. Por un puente. Por los parques que ya para esa época estaban llenos de gente, familias sobre todo,  disfrutando, del sol de la tarde, que de a pocos se iba poniendo hacia el oeste. Las flores y los animalitos se podían ver por doquier.  Como también los deportistas en sus bici o corriendo a pie. En el camino la charla más frecuente fue la noche , sus andanzas y aventuras, no faltaron las criticas, los chistes y las cargadas para quienes habían desaparecido. Simón quien era el conductor del vehículo solo reía con los comentarios y generalmente no omitía palabras.

En su recorrido sin rumbo, pasaron por el anfiteatro, en el que siempre se juntaban cuando salían del instituto. También estaba lleno de estudiantes y jóvenes que habían decidido sentarse a la sombras de los arboles para disfrutar del día, tomar algo y refrescar la memoria con los sucesos de la noche. 

 De lejos la diviso, estaba ella, sentada en forma de chinito, con su sonrisa tierna y su cabello lacio suelto, desparramado, acariciando su cuerpo. Lo envidio por un segundo. Junto a ella sus amigas Mara, Luz , su hermana Sara (de quien no olvidaba su amenaza, que en cierto punto le daba gracia y ternura) y Mateo. Sentado cerca de ella. Como si ya no fuera dueño de su cuerpo estacionó el auto consternado en una maniobra desesperada. No podía ser. ¿Qué hacia ese idiota ahí? ¿Por qué le toca su pelo? ¿De que se reían? ¿Qué es lo que siempre le decía que la hacia reírse de esa forma?.

Cuando sus amigos se dieron cuenta de que miraba Simón, Alejo comento:- mmm... Amanda, ¡ que hermosa estaba anoche!! Sino fuera porque ya había quedado con Milena, me la encaraba. Es hermosa, y ese vestidito azul ajustado a su cuerpo ..mmm...- dijo embobado mirando por la ventana del auto.

-Si, definitivamente- dijo Matías- Estaba para comérsela- Siempre esta hermosa, pero anoche estaba increíble, a mi ni bola me dio, bueno ni ella ni nadie- conto divertido y todos largaron una carcajada. Paul se rio, mirando de reojo a su hermano . Este se encontraba tenso, meditabundo, respiraba fuerte y su cara era inescrutable, los miro de mala manera a todos, especialmente  a Paul, quien sonrió más aún y levanto sus manos en señal de rendición. A este le gusto esa faceta de su hermano, de protector. Era una buena señal. Estaba empezando a valorar a alguien más allá de su núcleo familiar.  Es como si algo en su interior estuviera pidiendo salir de ese sarcófago que Simón había enterrado bien profundo para no salir más.

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