Capitulo 31: Lo que toca el alma, jamás se olvida.

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-Hola- dijo Simón

Y todos los invitados de esa mesa levantaron la mirada y saludaron. Los padres de Amanda se alarmaron y lo escrutaron con el ceño fruncido, habían quedado que no se acercaría a su hija. Era lo mejor para ambos.

Amanda al escuchar esa voz tan peculiar quedo paralizada, su corazón se disparó a mil. Era una voz que ella conocía muy bien, una voz que traspasaba su ser hasta lo más profundo. La melodía más bella, la tentación más divina, el sueño hecho realidad, la esperanza bendita, la voz que extraño cada día, que esperaría toda su vida, el tesoro que arropaba en su memoria, la cura de su alma, el final de su tormento. Un misterio hermoso que inspiraba su alma y alentaba la paz.

Giro lentamente sobre su silla, con temor a que desaparezca y solo sea una ilusión de su mente.

-¡Amanda! – Dijo visiblemente nervioso, con sus manos en los bolsillos de un traje negro de gala que lucía elegante.

Se miraron a los ojos compenetrándose en el otro, conectándose, buscando su lugar, su paz, la palabra no dicha, el reflejo ese, del que nunca debieron alejarse. Él estiro su mano hacia ella y le dijo:

- ¿podemos hablar?- sin dejar de mirarla, rogándole, suplicándole mentalmente que no lo deseche. Que no le rompa el corazón otra vez.

- No, es una buena idea- alegó Víctor

Simón lo escucho, pero hizo caso omiso, como también lo hizo con su padre, su madre y todos los que se oponían u opinaban sobre algo que no les inmiscuía.

Amanda hipnotizada bajo su embrujo no dejaba de mirarlo sentía, que volaba, que no era verdad lo que estaba sucediendo.

-¡Déjalos ya papá! Si no comprendes esas miradas, tampoco comprenderás una larga explicación.- remató una Sara que rogaba que esos dos aclaren todo de una vez por todas.

Amanda tomo la mano de Simón, provocando esa electricidad tan esperada, tan propia, tan suyas. Y salieron caminado junto hacia afuera, para alejarse de ese lugar, (de toda esa gente) a otro más tranquilo, más privado. La noche cálida se presentaba como el único espectador de lo que sucedería entre ellos.

Simón freno, ni bien vio la oportunidad, ya no podía esperar más. Necesitaba hablarle, saber, verla de frente... El contacto de sus manos los hacia estremecer. Si había una historia bella era esa. Siempre lo seria.

-¿Qué nos pasó Amanda? Necesito saber. Sé que algo dije o hice o te dijeron que hice, pero aunque me he roto la cabeza pensando, no puedo darme cuenta. Perdón que sea tan directo. Pero es que necesito saber. Que me saques de este laberinto, de esta pena. Te necesito y odio tenerte así, tan lejos, tan fría, tan distante y enojada. Mírame, si alguien me hizo creer en el amor, si alguien dio vuelta mi mundo y me mostro una perspectiva mejor, si con alguien me sentí en casa, en paz, como por fin quería sentirme. Esa fuiste vos...

- NO mientas- se defendió Amanda herida- ¿me estas cargando?

-NO, ¿Qué decís? De verdad, te hablo con mi corazón. Nunca te mentiría, nunca te mentí.- declaró entre irritado y turbado. Tenía miedo que se valla, que todo quede en el aire, que no haya una respuesta que calmara sus aflicción.

Amanda soltó su mano como si esta comenzara a quemar. Si había algo que odiaba, era la mentira. Porque en otro momento no se debían explicación, más ahora, ahí frente a frente, sabía que se la merecía.

-¿Por qué Simón? ¿Por qué jugas conmigo? ¿Por qué a mí? – Dijo con los ojos brillosos a punto de llorar- tú, entras en mi vida cuando quieres, y sin permiso. Luego te vas y me dejas hecha pedazos... y...

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