Capitulo 24: El pasado, te alcanza.

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Un golpe en la puerta lo alerto. Pero no contesto, no tenía fuerzas. Quiso abrir los ojos pero dolían demasiado, como si sangraran o como si se hubieran secado. Averiguaría más, debía encontrarla o moriría, ella era su amor, necesitaba una respuesta. Su ausencia le quemaba el pecho.

El llanto y el dolor, lo poco que había podido conciliar el sueño y las pesadillas que habían regresado otra vez; como si ese tiempo hubieran estado a la espera de una desgracia para crecer; como si hubieran tomado fuerzas agigantadas... Mientas antes su Amanda las borraba, las disipaba con su presencia como si le tuviera miedo a ella, como que su luz la encandilaba y la oscuridad no tenía permiso acceder a sus sueños. Ahora solo llegaban, sin aviso, como un tsunami, con fuerza, con intensidad y arrasaba con todo pero a diferencia de aquellas, esta vez, era a Amanda a quien se llevaban a quien perdía.

Otro golpe más fuerte sobre la puerta de madera escuchó y la dulce voz de su madre preocupada y precavida, midiendo la privacidad de su niño mayor.

-hijo, ¿puedo pasar?

Simón hizo caso omiso, no contesto. No sabía cómo había llegado a su cama, pero ahí estaba, con un terrible dolor físico y mental.

-Voy a pasar Simón- Ana tomo el picaporte lo giro e ingreso y a grandes zancadas llego hasta él.

- hijo, ¿Qué pasa?¿ estas enfermo?- dijo alarmada al ver a su muchacho y a continuación palpo su frente con el reverso de la mano y luego chequeo con sus labios para comprobar si tenía temperaturas altas.- ¿te encuentras bien?- agrego al notar que no tenía fiebre.

- Si- contesto como pudo. Con vos apagada y seca.

-Hijo mío, sé que no es el momento. Tal vez nunca lo sea- lo miraba nerviosa jugando con sus manos y con cara desasosegado, turbada.- pero hoy, alguien en el living desea verte.

Simón se sintió frenético y esperanzado un pico de efervescencia recorrió por su sangre y un limbo mental lo puso alerta. - ¿Quién?- susurro casi sin aliento.

-Acompáñame – y estiro su mano para agarrar la de él. Antes de salir de la habitación lo abrazo y planto un beso casto en su mejilla.

Simón y Ana caminaron en silencio hasta el living. En el sillón beige de dos cuerpos se encontraba su padre, sentado con sus manos cruzadas, serio, que cruzo una mirada indescifrable, con su hijo a penas cruzo el marco de la puerta. Parado contra la pared con ojos brillosos y sus manos en los bolsillos de su joguins, Paul que lo miro tan triste que parecía a punto de estallar en llanto. Y a un costado en un sillón simple, más pequeño, una mujer de contextura delgada, tamaño medio, pelo castaño claro y ojos, muy parecido a los suyos. Simón respiro hondo, como si enfrente estuviera un fantasma. Sabía quién era, jamás podría olvidarla. Un nudo doloroso se posó en su garganta, casi sin respirar, con un pinchazo en su corazón. La miro fijo a los ojos. Cansado.

-Hijo – dijo la señora.

Simón sintió un silbido que se acrecentaba en sus oídos, sintió morir. Cerro y cerro sus puños con tanta fuerza que casi logra lastimarse, sentía que se desmayaba, ¿Cuánto más debía soportar? Ya no podía más con tanto... Pero respiro hondo para pensar claro y Amanda se coló en ese instante en sus pensamientos. "¡Por algo pasaban las cosas. No te hundas!". Soltar, perdonar y dejar ir.

- No me llame así nunca más.- reflexiono en vos alta.

-P...Perdón, es que... -

- Valla al punto señora- interrumpió sus disculpas que no le interesaba escuchar.

Ruth su madre biológica lo miraba con tristeza, con vergüenza.¿ Pero que más podía hacer? Había sido una mala madre. Una bruja con sus hijos, una maldita alcohólica y drogadicta y solo esas tentaciones eran sus prioridades en aquellos tiempos. No le había importado vender a su hija, ni regalar a su hijo. Es más, eso le había facilitado la vida. Con dos niños la vida era más difícil, sin embargo nunca había intentado salir de ese lugar o superarse o esforzarse para ser una buena madre o por lo menos alguien que los proteja o defienda de las garras del padre, o de cualquier abusón que se propase con sus niños. Ella era consciente y le pesaba ahora, el daño y la desgracia que fue para aquellos pobres niños en su infancia. – Solo vine a decirte algo de suma importancia- soltó mirando el suelo. Lamentaba ser ella otra vez portadora de malas noticias y sufridos momentos.

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