Capitulo 30: Un día a la vez.

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28 días más tarde.

La empresa constructora de Víctor y el estudio de arquitectos de Adolfo habían logrado culminar el negocio. Finalmente todo había salido como lo habían establecido y acordado. Los adquisidores de sus servicios estaban fascinados y satisfechos en cómo no solo habían fusionado tan bien sus trabajos, si no que la terminación superaba en gran manera las expectativas del Señor Bolquez y su sequito de asociados. Los edificios 5 estrellas eran un éxito. Y para no ser menos este había organizado el evento más importante de su vida, una fiesta en honor a todos los trabajadores que habían hecho realidad su sueño al comprometerse a crear al grandísimo e imponente edificio que sobresalía de entre los demás edificios del mundo.

A las 22:00 horas Víctor, Julia, Sara, Daniel y Amanda se encontraban compartiendo la mesa redonda con otra familia que era parte del gran proyecto. El despampanante salón estaba decorado en finas telas blancas y doradas con mesas redondas cubiertas de manteles a tono y un gran centro de mesa, cada silla estaba forrada culminando con un moño del mismos color dorado que revestían las paredes. En el centro del salón estaba preparada una pista para el baile que comenzaría luego de la cena principal. Bolas de cristal, laceres y luces giraban e iluminaban el gran salón.

Amanda, se encontraba mucho mejor, la cicatriz de su cabeza quedaba cubierto por su pelo, y el maquillaje hacia el resto, tapando y apaciguando los hematomas de esa mala pasada. Obviamente se le sumaban a su vida nuevos miedos a partir de esa desdichada experiencia, en ese sentido no estaba del todo recuperada, tenía miedos constantes, más si debía estar sola o a solas con alguien desconocido o veía gente extraña cerca. Abrumada por sus estrepitosos estados de ánimo, deseaba huir y desaparecer, pero no podía fallarle a su padre esa noche, acostumbraban como familia siempre acompañar al otro, en sus fracasos y logros. A cada momento debía mentalizarse, que solo sería un momento y que volvería pronto a su casa. A su lugar seguro. "solo un momento" se repetía una y otra y otra vez, para calmar su interior que gritaba ansioso. La terapia la ayudaba bastante, que esté presente en ese sitio significaba que de a poco saldría de ese oscuro lugar. Era fuerte, no se iba a dejar vencer, sabía que era un trance que poco a poco desaparecería. Las pesadillas ya hacía dos días que parecían haberse calmado, ya no despertaba llorando ni temblando y había logrado dormir cuatro horas seguidas, sin medicación, y sin sobresaltarse con el menor ruido.

Llevaba puesto un vestido negro al cuerpo, resaltando su figura un poco más delgada que de costumbre, era largo por detrás y corto por delante, un discreto brillo la hacía resaltar de entre la multitud, su espalda descubierta tenía un bordado por los costados tan delicados como finos. Zapatos altos, cabello suelto con unas leven hondas al final y un maquillaje suave, todo a tono, tranquilo y casi natural, que definían sencillamente a Amanda.

Sentada, recorrió con su mirada el amplio y majestuoso salón a 4 mesas de distancia se encontraba la familia Becker, la mesa estaba ocupada por todos a excepción de dos sillas que se mantenían vacías-, en el fondo tenía la esperanza de verlo, pero por otro lado no quería, Ya no tenía nada para ofrecer, no podría competir con nadie, si así era el juego que él quería jugar. Su alma estaba con sentimientos turbios y angustiosos. Luego de que Sara le conto aquella noche todo lo que él había hecho por ella, no volvió a recibir llamadas. Más tarde, descubrió que sus padres no se las pasaban y finalmente él dejo de hacerlo.

La velada comenzó, las luces se bajaron y en la pantalla comenzaron a pasar un video de la presentación del nuevo edificio, en ellos se veían plasmadas el trabajo de miles de personas, fotos, pequeñas escenas de los momentos más importantes. Luego el Señor Borquez dedicó unas palabras a todos los presentes y finalmente los platos se fueron distribuyendo entre los comensales. Amanda solo probo un bocado, su apetito se había vuelto rebelde y su estómago sensible, comía como un pajarito y revolvía con gran disimulo lo que restaba de comida en su plato. Sentía que parte de su cuerpo no quería responderle, porque varias veces miraba disimuladamente hacia la mesa de los Becker y llego a la conclusión de que Simón no vendría, le preguntaría a Paul, después de todo no había tenido la delicadeza de agradecerle la preocupación y la solidaridad de él hacia ella en aquel momento tan complicado. De todas formas pensaba que era una terrible excusa.

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