Capitulo 23: No sabes...

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20 de diciembre.

-¿Simón Becker?- se escuchó una tímida voz.

-Si - contesto y giro para mirar dudativo ante ese llamado.

Y eso fue todo. Fue suficiente para que su mundo de un vuelco de 180 grados, no podía explicar con palabras, lo que pasaba por su organismo. En realidad había quedado perplejo y estático; conocía a esa hermosa mujer con su larga cabellera rubia y sus ojos color miel que lo hipnotizaron inmediatamente. Quiso llorar... y así lo hizo.

Las horas comenzaron a pasar y Simón sintió culpa y algo de enojo porque Amanda había desaparecido así como así. Cada minuto que pasaba se sentí más enfadado. ¿Cómo es que se había ido esa tarde con el imbécil de Mateo después de todo lo que había pasado? Bueno, eso es lo que Martina le dijo y tal vez no era tan loco su argumento porque si Amanda había razonado como el siempre temió que lo haga, entonces había lógica en su huida con alguien más estable. Pero luego recordaba que su Amanda no era así.

Entonces Simón se concentró solo en Sofía, esa bella criatura de cabellera rubia que aliviaba su pena e iluminaba su corazón, aclarando los espacios vacíos.

Pero al tercer día decidió mandarle un mensaje, que supo que había recibido y leído, pero a cambio el silencio fue su respuesta. Ya no le gustaba nada. Sentía que empezaba a enloquecer, sentía rabia y celos. La extrañaba, quería sus abrazos, sus labios que le diga que el amor existía, que tenía razón, que era para siempre...que le diga que esta historia es una de esas con final feliz , con un... y vivieron felices por siempre!. La extrañaba ¿Dónde estaba? ¿Cómo es que se había alejado? Se sentía extraño y un temor merodeaba todo el tiempo por su mente.

Los días seguían pasando y supo que algo andaba mal. Merecía una explicación aunque desgarre su corazón, debía ir a buscarla. Ya no le importaba nada, se humillaría si era necesario. Tomo su celular de su mesa de luz, su campera y sus llaves y a toda velocidad, y sin respetar ningún semáforo, sé dirigió y estaciono en la casa de Amanda. Lo recibieron los padres de la chica, quienes en esta oportunidad no lo atendieron como de costumbre él trato fue frio y distante. La seriedad surcaba sus fúnebres caras. A él lo atemorizo su actitud, pero su objetivo era buscarla a ella.

-No esta.

-¿Dónde la encuentro? ¿Dónde está?- dijo preocupándose, acongojado.

-No esta- volvió a repetir Julia con la puerta a medio abrir.

-Sí, ya lo sé a eso. ¿Pero a qué hora vuelve? – contesto fingiendo tranquilidad.

- No entiendes...- hablo Víctor – Amanda se fue. Lejos. No va a volver. Solo sé que algo con vos tiene que ver; porque no se fue feliz, no se sentía bien, más bien estaba triste, lo que hayas hecho, es tu maldito problema ahora. Asique vete de aquí, déjala en paz, no vuelvas a molestarnos. Y escúchame bien Simón si vuelves a acercarte para volver a lastimarla no respondo de mi...

Simón los miro confundido, frunció su ceño y apretó sus dientes. –Mire, yo... yo no le hice nada a Amanda- exclamo alterándose, pero sin faltar el respeto.

-Pues no es lo que nos dijo nuestra hija, ni lo que se reflejaba en su ser. Ahora triste. ¿Pero qué te pensar que sos para jugar, así, tan deliberadamente con alguien como ella? Solo vete y no vuelvas. Y no la busques. De verdad te decimos. ¡¡ Que cara para venir hasta aquí!!- exclamo cada vez más enojada, rabiosa y con un rubor en sus mejillas que mostraba su enojo, su alteración. Su casi odio. Crio a esas niñas con mucho amor y esfuerzo y una simple persona venia y las lastimaba con toda libertad. De ninguna manera vería a sus hijas sufrir por nadie.

-No entiendo – dijo Simón, aturdido, incrédulo.

- Ese no es nuestro problema querido. ¡Vete ya!.

Atónito, giro sobre sus talones, tomando su cabeza con las manos ¿Qué había ocurrido allí? ¿Qué fue todo eso?

Tomo su celular y volvió a marcar, ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había intentado llamar... nada, esa era su respuesta. Amanda se había alejado y ¿de él? O ¿por culpa de él? no entendía. Arrugo la frente irritado, frustrado, comenzó a aborrecer todo. Subió a su auto y golpeo el volante con furia. Sosegado comenzó a pensar ahí, en el lugar, sin moverse de la casa de Amanda, de su vereda. Se maquinaba más y más, pero no pudo llegar a ninguna conclusión. Aturdido salió a toda prisa, necesitaba respuestas.

Llego a la casa de Luz. Toco timbre. Conteniéndose...

-Simón- dijo Luz sorprendida mientras abría la puerta.

- ¿Que carajos pasa con Amanda, Luz?- dijo gruñendo. Con un duro gesto.

- ¿Qué carajos te pasa a vos? ¿Vas a llegar a mi casa así como si nada?. Ay, no te hagas...- le contesto, cerrando la puerta para que su familia no se alarme de ese escándalo.

- ¿¿Que no me haga el que??... Necesito respuestas y las necesito ¡¡ya!! – dijo intimidándola.

- No te hagas Simón – volvió a repetir, y aunque se hacia la fuerte, la firmeza y seriedad del chico la hacían temer.

- Mira no quiero vueltas, de repente Amanda decide irse y listo... ¿Qué paso?- sabía que no llegaría lejos alterado y respiro profundo para calmarse.

-¿ y..? Yo no entiendo Simón... ¿Qué quieres de ella? Al final y al cabo, vos haces siempre lo mismo con las chicas y ella es diferente, y no era nada tuya. ¿Qué esperabas?.

-Anda al grano Luz, me canse. Sé clara- dijo volviendo a perder los estribos.

-Me tengo que ir Simón. Vos sabrás...- soltó Luz nerviosa.

Cerró la puerta y detrás de ella lo dejo ahí parado, solo. De repente el mundo se le venía abajo, sintió como el ácido quemaba sus entrañas. Esa claridad que había dado iluminación y color a su vida, se extinguía de a poco ¿Qué haría? Pensó.

Con el poco oxigeno que circulaba por su cuerpo se fue. Comenzaba a sentirse enfermo, perdido. Su corazón comenzaba a construir esa muralla como armadura, que anteriormente su chica de a poco había logrado tirar.

Subió a su auto mareado y fue a un bar. Compungido comprendió que Amanda se había ido...alejado...de él.

Siguió buscándola, le mano miles de mensajes a su celular, a su Facebook, instagram, a sus amigas, su hermana y a cambio no recibía nada.

Otra noche más llego, y con ella esa soledad que tanto odiaba. Lloro como un niño al que abandonan, volvió a sentir esas feas sensaciones que tan arraigadas estaban a su sistema. Se sentía como estar en una tumba. No debía ser muy diferente de morir. Que idiota creer que el amor existía, solo esto lograba, solo esto le hacía sentir el maldito amor. Solo dolor y más dolor; La oscuridad lo avasallaba, no solo a él... también a su alma.

Amargado, ansioso, sintiendo que caía en picada sin ningún paracaídas, quería huir de ese sentimiento, quería morir. Su espíritu desfallecía, como iba a soportar otro abandono, uno ya era demasiado para él, para alguien normal no era tanto; más para él que abría su corazón y su alma de par en par y que se permitió sentir por primera vez sabiendo a que se exponía, pero pensando que ella era la indicada, la única que lo haría sentir completo y feliz. Para él todo esto era excesivo.

¿Porque? Pregunto en lo profundo de su habitación, en un hueco, en una esquina escondido, sentado en el piso, con las manos en la cabeza, absolutamente en la oscuridad. Derramando de sus ojos esa agua salada que atravesaban sus mejillas y que no dejaba de cesar. ¿Por qué? Volvió a preguntarse. Herido, dolido, son voz triste, derrotado, cansado, roto. Sobrepasado por los acontecimientos.

Solo...otra vez...solo.

(...)Lo fue todo para mí. La quise tanto y así. Ahora que se fue. Se llevó de mi todo aquello que tenía.

Y ahora solo estoy. Igual ayer que hoy. Solo otra vez. Sin su amor.


Y QUÉ...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora