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Chapter Twenty Seven

La casita subterránea 17.18

Richie miraba la compuerta cerrada en el silencio sepulcral del claro. Sus ojos estaban puestos en la madera camuflada con césped pero su mente viajaba lejos de ahí, pensando en todo lo que había pasado en tan solo una semana después de lo de Bill.

El tema ya era de conocimiento público, lastimosamente, y para esos momentos ya ningún chico o chica salía de su casa solo, ni para ir a la escuela o secundaria. Tal era el punto que Dawkins parecía un pueblo sin niños después de la jornada de clases. Como si la generación de los padres no hubiera deseado retoños después de llegar a la adultez. Y eso era debido a que Henry y Patrick seguían desaparecidos. Nadie los había visto entonces ni nadie los veía ahora.

Hopper había puesto todo su empeño en su trabajo, y estaba realizándolo muy bien, pero respecto a los dementes buscados en ese momento, aún no había pistas de dónde pudieran estar escondidos.

Bill apenas había abandonado el hospital dos días atrás pero nadie de su grupo lo había visto aún, esto porque Denbrough no quería visitas, ni siquiera las de Stan. La constante sensación de que alguien solo se le aproximaría para dañarlo estaba en su mente volviéndolo paranoico. Ya ni él mismo se soportaba. Eran estragos de su situación, y su comportamiento estaba totalmente justificado, pero sus decisiones también lastimaban a Stanley y aún no se daba cuenta de eso.

Stanley luego de entender que Bill no quería verlo, pasó la mayoría de su tiempo en la comisaría. Intentó ayudar con todo lo que pudo y quedarse más tiempo, pero lamentablemente era menor de edad y no podían abusar del tiempo del chico, así luego de tener todas versiones posibles, lo mandaron a su casa. Eso lo frustró mucho más, se sentía inútil y creía que debía hacer más que solo dar declaraciones. Él también quería ayudar a buscarlos, sin embargo, el rabino fue un problema y le prohibió salir de casa.

Ninguno de los perdedores se había reunido desde entonces, además de verse unas cuantas veces en la secundaria y seguir su camino después de saludarse, ni siquiera las parejas. Mike, su hermanastro, no había pasado tiempo con Will y eso lo ponía irritante, más de lo que ya era. Y como él tampoco había visto a Eddie desde que la corpulenta señora K se lo llevó del hospital, en esos momentos ninguno de los dos se soportaba.

Y Richie estaba dolido. Estaba muy dolido y roto. Aún recordaba las palabras de Sonia Kaspbrak en su cabeza una y otra vez.

"Nos iremos con tu tía a Bangor".

Eddie se iría a Bangor quién sabe cuando y aún no hablaba con él, porque estaba seguro de que el pequeño lo evitaba a toda costa en la secundaria. El bocazas había tratado de interceptarlo, pero cada vez que llegaba, Eddie ya no estaba. También trató de meterse a su casa, pero la señora K había mantenido sus palabras y ahora todas la ventanas permanecían completamente cerradas y selladas.

No tenía idea de qué hacer y sentía que en cualquier momento tiraría de su cabello hasta arrancarlo, las gafas le resultaban molestas en su rostro y no tenerlas puestas lo era mucho más.

Richie tomó una piedra que estaba a su lado, la estrechó entre sus dedos observándola un momento y luego la lanzó a las compuertas de la casita. La piedra cayó ocasionando un sonido hueco, debido al césped la piedra rebotó unos centímetros, volvió a caer y ocasionó otro sonido hueco. Silencio.

Repitió la acción de nuevo.

Tomó otra piedra, esta vez una ovalada, la admiró unos momentos y la lanzó. La piedra cayó con un sonido hueco más débil, rebotó unos centímetros, cayó de nuevo y generó el mismo sonido hueco. Silencio otra vez.

Se exasperó.

En un arrebato tomó un puñado de piedras. No las miró sino que las apretó en su mano y luego simplemente las lanzó y escuchó. Las piedras hicieron contacto con la compuerta en diferentes tiempos, un sonido hueco y deforme llego a sus oídos. Las piedras rebotaron, unas antes y otras después. Cayeron. El sonido hueco deforme se repitió más débil. Silencio.

Richie se enfureció. Aquel silencio ensordecedor estaba volviéndolo loco y no estaba Eddie consigo para llenar el vacío parecía rodearlo últimamente. Así que no aguantó y sucumbió al dolor de su corazón. Comenzó a llorar por muchas cosas. Lloró por Eddie, porque se iría y lo dejaría en ese pueblo de mierda. Lloró porque era un idiota y en lugar de estar tratando de recuperar al pequeño, o al menos verlo, estaba ahí, llorando patéticamente. Lloró por Gran Bill, porque uno de sus mejores amigos había sufrido horrores que nadie debería pasar nunca en su vida. Lloró porque los perdedores estaban resquebrajándose y ninguno podía hacer nada.

Y no dejó de llorar aún cuando su amiga Bev llegó al lugar, mucho menos cuando se sentó a su lado, y el dolor pareció aumentar cuando la pelirroja lo abrazó, y siguió llorando hasta que sus ojos se inflamaron y sus lágrimas se secaron en sus mejillas.

Y Beverly no lo cuestionó. No le habló ni lo molestó con preguntas innecesarias. Solo prestó su hombro para mostrarle apoyo y lo acompañó todo el tiempo. Cuando finalmente se calmó, el bocazas fue el primero en hablar.

-La señora K se llevará a Eddie.- Bev entendió todo con esas palabras. Entendió el dolor transmitido a través de los sollozos que salían de su boca y las lágrimas que soltaban sus ojos. Sin embargo, no pudo evitar preguntar.

-¿Cómo...?

-Yo la escuché.- La interrumpió Richie y agachó la cabeza. -No le parece suficiente llevarse toda la comida del mundo a su barriga. También se llevará a Eddie.

-No creo que sea propio de una persona triste hacer bromas de ese calibre.

-Ah si, pues me vale una mierda. Que bueno que los dioses hacemos lo que nos da la gana.- Bev sonrió viendo como Richie limpiaba su rostro.

-¿No has hablado con él?- Richie negó. -¿Por qué?

-Me ha estado evitando. No lo veo desde que fuimos al hospital.- La pelirroja asintió entendiendo y no volvió a mencionar palabra alguna. Richie tampoco y en su interior agradeció que así sea. Solo se quedaron sentados y rodeados por el silencio de los Barrens, acompañándose, como solían hacerlo antes de todo ese caos.