𝕷𝖎𝖔𝖓 𝕳𝖊𝖆𝖗𝖙 PAUSADA

CAPÍTULO 5

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DENTRO DE AQUELLAS SÁBANAS SE ENCONTRABAN LOS DOS AMANTES, quemándose entre lujuria y deseo, intentando descifrar aquellas emociones que en ellos se encontraban dormidas y comenzaban a despertar.
Jaime recorría la espalda y las piernas desnudas de la joven en sus brazos, apenas cubierta por la delicada sabana.
Cassana recorría el pecho del caballero con sus dedos, en silencio, pensando en lo que acababa de ocurrir hace apenas unos minutos. Acababa de entregarle todo de ella; todo lo que se supone le entregaría al hombre con el que estaba destinada a casarse, incluyendo su corazón.

— ¿Te das cuenta, que lo que hemos hecho, podría considerarse un pecado? —musitó ella, aunque en realidad no sentía culpa alguna.

— ¿Quién puede juzgarnos?

— Los dioses, con toda seguridad. —respondió.

— El hecho de que sean dioses no significa que sean perfectos. —replicó Jaime— ¿Acaso te arrepientes?

— Claro que no. Pero te di lo que se supone debía conservar hasta el día de mi boda.

Se incorporó apoyando su brazo sobre la almohada, por lo que la sabana se deslizó por su cuerpo lo suficiente como para dejar que el rubio se deleitara con su desnuda figura nuevamente. Jaime apenas tuvo que moverse para alcanzar sus labios, ya hinchados, y besarlos con desenfreno.

— Eres jodidamente hermosa. —murmuró, su voz sonaba más profunda que antes— ¿Qué clase de apuesta hicieron los perfectos dioses contigo?

— Una que seguramente perderías, Jaime Lannister. —respondió con cierto tono de arrogancia, pero con burla.

Jaime sonrió de lado, y soltó una pequeña risa.

— Me gusta estar contigo. —confesó, siendo esto lo más sincero que haya dicho en los últimos años. Aún estaba recostado sobre la almohada, viéndola de arriba hacia abajo, al menos lo que podía.

— ¿Por qué? —tenía ganas de saber, pues siempre se había preguntado eso y nunca obtuvo una respuesta.

— No lo sé, contigo la vida parece más sencilla.

Para ella, eso fue más que suficiente.

— Y tú me complicas la mía. —dijo ella, atreviéndose a besarlo de nuevo— Lo más extraño de todo, es que me encanta que lo hagas.

Jaime acarició su cintura mirándola con travesura, esperando encontrar la respuesta que estaba buscando en ella.

— Disculpe mi atrevimiento, mi lady. Pero, ¿qué tal si pecamos nuevamente? —propuso— Que el castigo de los dioses valga la pena.

— Creí que nunca lo pedirías.

Y con un movimiento rápido, la hizo quedar sobre él, y así volver a sentir el éxtasis que sus cuerpos les podían dar.

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La reina miraba con cierto recelo a la joven que paseaba alegremente por los jardines. Su jovialidad era algo que llegaba a irritarla, eso y la forma en que su esposo hablaba de ella. Ni siquiera cuando se trataba de Myrcella se expresaba de esa manera, como si fuera la perfección andando. Siempre reía, pero esa mañana algo en ella resplandecía más, lo que la hizo sentir más intrigada.