4. Altruismo demoníaco

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Louis había pasado la noche en vela, con sus ojos abiertos y cansados mirando un punto fijo en el techo. Las lucecitas de navidad titilaban alrededor de las cuatro esquinas de la habitación mientras en su cabeza revoloteaba la idea de llamar a Harry. Su número estaba allí, en el carísimo celular que le había regalado. No se sentía bien. En lo absoluto. ¿Por qué le regalaba algo así un hombre que ni siquiera lo conocía? ¿En qué clase de mundo aquel comportamiento era normal?

Louis giró la cabeza en cuanto notó los rayos de sol entrando por las rendijas de la persiana. Se inclinó hasta su mesita de noche; el reloj marcaba las ocho de la mañana en punto. No había notado la luz del día hasta ahora.

Decidió tomar una ducha rápida. El desvelo lo hacía sentir extraño, como si estuviera sucio. Probablemente solo necesitaba relajarse un poco.

Antes de poder girar la llave del agua, como si lo hubiera evocado con el pensamiento, el nombre de Harry Styles brilló en la pantalla del celular que reposaba cómodamente en los pies de su cama. Las manos de Louis comenzaron a sudar y su labio inferior se estaba poniendo realmente rojo por la presión hecha por sus dientes.

Oh, Dios...—las lucecitas de su cuarto se apagaron de golpe. El castaño observó alrededor sin entender qué pasaba. La canción predeterminada del celular continuó sonando un rato más hasta que decidió contestar—. ¿Hola? —susurró con voz temblorosa.

—Buen día, ángel ¿qué tal dormiste? —la respuesta acaramelada le acariciaba los oídos.

—Bien... —mintió aclarándose la garganta. No le gustaba mentir para nada y jamás tenía que hacerlo de todos modos porque tenía confianza con sus seres queridos—. Estaba por llamarte, de hecho —agregó luego de una breve pausa.

—Oh, dime más.

—Harry, escucha, no puedo aceptar el celular, es muchísimo...

—Está bien —el rizado respondió con una rapidez inconcebible. Louis frunció el ceño confundido. Estaba convencido de que iba a costarle muchísimo que aceptara la devolución.

—¿En serio? ¿No estás enojado? —se sentó en su cama mientras jugaba con una hilacha que se le desprendía del pijama.

—Claro que no, Louis ¿por qué habría de enojarme? —la risa ronca de Harry lo hizo tranquilizarse. Su voz en general lo tranquilizaba; tan baja como un gruñido y tan suave como la seda—. En realidad... ¿Puedo pedirte algo?

—Lo que quieras —respondió demasiado rápido—. Digo, sí, claro —las mejillas se le tintaron de un rosa pálido.

—Estoy muy ocupado con cosas de mi trabajo ¿te molestaría acercarme el celular a mi casa? —Louis se mordió el labio con inseguridad. Así que allí estaba la trampa...ya le había parecido muy extraño que le aceptara el regalo de vuelta así como así.

—No lo sé...apenas te conozco, podrías ser un psicópata o un depravado —respondió con firmeza recibiendo una risa ronca del otro lado de la línea. Decidió acostarse de nuevo en su cama mirando el techo mientras hablaba. El estómago le hacía ruido, pero no sabía si era por Harry o porque no había desayunado y tenía hambre.

—Eres un chico inteligente, Louis Tomlinson —hizo una pausa—. Bien, te diré qué haremos, vamos a juntarnos en un lugar neutral...puedo pasar a buscarte y cenamos juntos, de paso tendremos tiempo para...conocernos un poco mejor ¿qué tal suena? —Louis se rio por lo bajo mientras rodaba en la cama. Se sentía estúpido y aniñado, pero es que hacía años que un chico no lo invitaba a cenar. Hacía años que él no se permitía disfrutar de aquel tipo de atención.

—Suena bien —dijo sin pensárselo demasiado. Oh, Dios. A Niall no le iba a gustar nada la idea.

—Perfecto, voy a mandarte un mensaje para confirmar la hora, ángel.

Lucifer is BritishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora