2. Ahora desde el principio

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El rizado no podía dejar de mirarlo. Cada movimiento del castaño era una puta maravilla para sus ojos. Harry había vivido demasiados años, pero nunca había visto a nadie como Louis.

El celular le vibró en el bolsillo del pantalón y consideró ignorarlo por un momento, pero suena dos veces más y sabe que quien le habla es demasiado insistente como para desistir de una respuesta.

Miró la pantalla brillante con aquel nombre que lo había acompañado los últimos dos milenios; Andras. La llamaban La Protectora de Asesinos y Fanáticos, probablemente uno de los demonios más sanguinarios de todo el Inframundo. Andras estuvo con Harry en cada batalla y jamás había conocido la derrota. Fue decisión de ella acompañarlo a la Tierra de los humanos, aun pensando que todo aquel asunto de Louis era un despropósito.

Abrió el mensaje y un gesto hostil se plasmó en su rictus:

ANDRAS: Los tres chiflados están aquí para verte.

ANDRAS: No quieren irse.

ANDRAS: ¿Puedo follarme al alto mientras vienes?

—Joder —masculló para sí mismo levantándose de aquella silla y chocando su cabeza con una especie de adorno brillante que colgaba del techo a una altura impráctica. Odiaba esa puta cafetería de mierda llena de estupideces colgantes y asqueroso aroma a vainilla y coco. Las cosas que tenía que hacer por su ángel.

—¿Está todo bien? —Louis se encontraba allí parado delante de él en la barra con aquellos preciosos ojos cian rodeados de largas pestañas oscuras y tupidas. El chico mordía su labio inferior sin darse cuenta. Siempre lo hacía, desde que tenía quince años, y Harry solo podía pensar en apretarlo contra la superficie más cercana y mostrarle cómo de bueno era otorgando cualquier tipo de placer.

Salió de Mr. Sweetness luego de asegurarle a Louis que volverían a verse, para después subirse en su Camaro última generación color vino; una edición especial hecha solamente para él. Lo bueno de hacer favores, es que luego debía cobrárselos, incluso a los fabricadores de autos.

El día estaba templado y el cielo tan azul que le recordó al momento en el que habían anunciado la gran noticia en La Ciudad Dorada; el rey del Infierno estaba destinado a alguien. Ninguno de sus hermanos tuvo la cortesía de brindarle aquella nueva información a Harry, pero hubo un traidor. Bueno, un traidor para el maldito déspota de mierda de su padre. Su nombre era Asmodeus y había aparecido en la Tierra para pasarle la impactante noticia a uno de los demonios que Harry ignoraba. Pidió ver a Asmodeus en persona, y lo premió como Príncipe de los Condenados y Marqués del Infierno en cuanto aquellas extrañas palabras salieron de sus labios: "Su alma gemela ha sido creada, mi lord".

Había una leyenda que rondaba en boca de todos en La Ciudad Dorada cuando él todavía vivía allí. Se decía que, cada cierta cantidad de milenios, era creado un ser que encajaba a la perfección con otro, amando cada uno de sus defectos, acompañando en cada paso. Ambos eran tejidos por las mismísimas manos de Dios, su padre, y se les concedía una vida juntos para luego pasar a la eternidad de la misma forma. Era una historia preciosa, sí, pero Harry sabía que aquello era un montón de mierda. A su padre le gustaban los juegos mentales, las manipulaciones constantes para mantener atento e incautado a su crédulo público. Los humanos eran fáciles de impresionar. Ellos no sabían que Dios no era más que un ególatra jugando con su granja de hormigas.

Sabía que lo que Asmodeus le contaba no tenía ni pies ni cabeza, pero se permitió desear. Por una vez en su existencia, Lucifer decidió conservar esperanza.

Por una vez, se pensó salvado de la condena.

Pero, por supuesto, su padre jamás le ponía las cosas fáciles.

Lucifer is BritishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora