Prefacio

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La música suena tan fuerte que el muchacho de cabello chocolate la siente zumbando dentro de su cerebro. No es una sensación agradable, como tampoco es agradable sentir las manos de un montón de desconocidos tocándole el culo mientras intenta abrirse paso hacia el jardín de la casa de Riddle, uno de sus amigos más cercanos.

Louis aprieta el vaso rojo de plástico con un poco más de fuerza de la necesaria y el líquido de un color radiactivo, se escapa por los bordes, escurriéndosele por sus finos dedos, salpicándole el disfraz de Spiderman que decidió usar luego de las insistencias de Niall y Liam.

—Oh, no... —se lamentó al ver aquella mancha que le iba a costar un viaje a la tintorería y una buena pasta de la semana para limpiar.

Quiso echarles la culpa a sus amigos, porque él sabía que no podía darse tantos lujos con un disfraz de alquiler, pero entonces recordó que, secretamente, él también lo deseaba.

Las luces de colores seguían chocando en las paredes, rebotando en los rostros de la gente de su universidad a la que apenas le hablaba, cayendo al suelo para repetir el recorrido. Se sentía mareado, quizás el alcohol tenía un poco que ver con eso.

Cambió de rumbo hacia la cocina de Riddle mientras el vaso rojo desaparecía de su mano, deslizándose con un golpe sordo hacia el suelo. Había caído en la alfombra.

—Maldito infierno —susurró para sí mismo. A su alrededor solo habían rostros borrosos y ajenos.

—¿Necesitas ayuda, ángel? —una voz escalofriante le rozó la nuca provocándole un espasmo. Louis se volteó con liviandad para clavar sus orbes zafiro en aquellos verdes que le devolvían el gesto. La boca se le entreabrió por inercia al enfocarse en el semblante angulado y blanquecino. Aquellas facciones no parecían humanas. Desde las largas pestañas rizadas, nariz perfilada y labios prominentes, del mismo color que tenía un pomelo maduro cuando se lo partía al medio.

Tan jugoso.

La boca se le hizo agua.

Parpadeó desconcertado cuando el extraño le tendió una pieza rectangular de color blanco. Era un pañuelo.

—Soy Spiderman —balbuceó a media voz, siendo opacado por la música techno. El tipo con hombros anchos y una estatura que lo hacía sentir como hormiga, sonrió de lado. El castaño sintió como se le desinflaba el cuerpo.

—¿Disculpa? —Louis intentó identificar el disfraz de aquel tipo de rizos caramelo, pero parecía vestido normal; con skinny jeans negros, una camisa rosa pastel casi transparente ondulando por su torso visiblemente tatuado y unas botas que parecían sacadas de alguna tienda a la que Louis no podría ni siquiera entrar en sueños.

—Que soy Spiderman, no un ángel —esta vez el muchacho gritó por encima de la música, deseando captar la atención del tipo guapo mientras tomaba aquel pañuelo que le ofrecía. Pasó la tela sobre la mancha del traje, sabiendo que no funcionaría, pero se sentía inquieto y febril.

—Oh, lo siento, solo me estaba guiando por tu rostro —contestó con aquel tono de voz que le erizaba a Louis todos los vellos del cuerpo. Las mejillas se le tintaron de un rosa oscuro mientras mordía su labio con nerviosismo, sin poder evitarlo. El extraño de ojos jade no le quitaba la mirada de encima—. Mi nombre es Harry —la sonrisa le marcó un hoyuelo en el rictus—. Harry Styles.

—Un gusto —el muchacho no fue capaz de hacer nada más que corresponderle la sonrisa mientras estrechaba su mano con delicadeza y seguridad—. Yo soy Louis —el tipo le envolvió toda la mano con un agarre vacilante mientras se acercaba más al castaño.

—¿Bailarías conmigo, Louis? —el aludido no hizo más que asentir un par de veces, todavía aturdido por toda la situación, aunque no le duró mucho, puesto que sacudió la cabeza poniéndose de puntitas para susurrar en la oreja de Harry.

—No sé bailar esta música, lo siento, tengo dos pies izquierdos —se separó suavemente con las cejas juntas, creyendo perdida la oportunidad, pero entonces, el rizado volvió a sonreír mientras la música cambiaba los retumbes hostiles por una melodía suave y armonizada. Lenta—. Vaya, eso fue increíblemente oportuno —susurró para sí mismo sintiendo que los dedos de Harry se movían contra los suyos.

—¿Ahora sí bailas, ángel? —insistió con el aliento fresco rozándole los labios al más bajito.

—Claro —sonrió con amplitud mientras se dirigían al centro de la sala donde las luces apenas los iluminaban.

Se movieron al unísono el resto de la noche, como si estuviesen hechos el uno para el otro, como si los engranajes del mundo por fin encajaran de la manera correcta.

La primera pieza había caído como un efecto dominó, y la profecía amenazaba con cumplirse.

Lucifer is BritishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora