13. Juan 8:32 (Parte 1)

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Louis se sintió mareado, como si hubiese estado toda una tarde subido a los juegos de esos que dan vueltas y girones interminables en la feria estatal. Como si hubiera comido algo en mal estado. Estaba tambaleándose de un lado a otro por lo que parecía ser la nada absoluta. Un vórtice de espacio vacío y tiempo perdido.

Las náuseas aumentaron.

La siguiente vez que abrió los ojos fue en un lugar en ruinas. Todo estaba deshecho, como si un huracán hubiese pasado por allí. Había grandes pedazos de estructura regados por todas partes, incluso muebles reducidos casi a astillas y pedazos deformados. Fue entonces que notó que entre los vidrios rotos había etiquetas de alcohol. Subió sus ojos y echó otro vistazo a su alrededor. No podía creerlo, no daba crédito a aquello que veía. Aquellas ruinas eran el departamento de Harry.

Por su cabeza pasó la conversación de la noche anterior; "Tuve un pequeño altercado con Gabriel", "No tengo una muy buena relación con mi familia".

La cabeza no dejaba de palpitarle con un dolor intenso y la confusión haciendo meollo de sus más profundos miedos.

—¿Lou? ¿Ángel? —la voz de Harry sonaba completamente igual que siempre, pero en aquellas circunstancias, logró metérsele hasta el tuétano de los huesos, provocando un escalofrío profundo. No quería enfrentarlo. No quería volver a ver los ojos de... lo que sea que fuese Harry—. Louis, escucha, sé que estás en shock, pero necesito que actuemos rápido —todo alrededor del menor se sentía como bajo el agua. Como si estuvieran hablándole mientras masticaban algodón. Fue entonces que el rizado decidió tomar al humano del brazo, provocando una reacción.

Louis clavó sus orbes azules zafiro, tan filosos y fríos como un témpano, al tiempo que escuchaba su propia respiración agitada. Se deshizo del agarre con brusquedad y retrocedió un par de pasos hasta encontrar estabilidad en un pedazo de madera que parecía haber sido una cómoda antes de convertirse en basura.

—¿Quién eres? ¿Qué eres? —las palabras le salían amortiguadas, estrangulándose en su garganta. Harry no sabía cómo empezar. No sabía ni qué decir, aun cuando había tenido veinte años de preparación para aquel momento, aun cuando lo había practicado miles de veces en su cabeza en distintos escenarios. Nunca se estaba preparado para los momentos decisivos, aquello era una utopía.

—Louis... —susurró derrotado, pero sin poder relajarse a sabiendas de que Michael podría entrar por su ángel en cualquier momento—. ¿Recuerdas que estaba por decirte algo en el balcón? Sobre las cicatrices en mi espalda —el menor asintió una sola vez con más miedo que intriga—. Soy el diablo —susurró el rizado con inseguridad, pero contrario a lo que esperaba de reacción, recibió a Louis tirándole un ladrillo roto del suelo con todas sus fuerzas.

—¡¿Pero qué cojones te crees, eh?! ¡Esto es serio, Harry! ¡¿Por qué sales con una estupidez así?!

—¡Louis te estoy diciendo la verdad! ¡Soy el diablo!

—¡Y una mierda! ¡Me largo de aquí, voy a llamar a la policía! —el muchacho comenzó a hacer su camino hacia el ascensor dando pisotones mientras marcaba un numero en el celular, pero entonces este salió disparado de sus manos y voló por el aire a través del salón hasta aterrizar en la mano de Harry. Louis se detuvo en seco mirando hacia aquel tipo que pensó que conocía. Su rostro denotaba inseguridad y arrepentimiento, pero no podía compadecerse de él ahora. No cuando cada célula de su cuerpo le advertía que se fuese. Que no estaba seguro.

—Louis... por favor, solo no te asustes... voy a... voy a demostrarte que soy quien digo ser ¿está bien? Pero necesito de verdad que mantengas una mente abierta... —sin poder hacer nada, petrificado por lo que acababa de ocurrir, Louis se limitó a asentir.

Lucifer is BritishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora