Epílogo

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Louis centró sus orbes cansados en el mar oscilante a través de las enormes ventanas de la cocina de su casa en la colina de Ambrose. El sol estaba justo en medio de un firmamento azul celeste y el aroma a verano le impregnaba las fosas nasales aun mas que el pastel de banana que terminaba de enfriarse en la mesada.

Observó con melancolía la isla, tan distinta y al mismo tiempo tan idéntica a la primera vez que habían puesto un pie en ella hacía dieciocho años. Ahora era un isleño más que hablaba griego fluido y enseñaba historia en la secundaria a chicos de quince y dieciséis años luego de haberse titulado vía online al cumplir los veinticinco. Era muy amigo de sus vecinos, la mayoría amables y con hijos de la misma edad de Jack. Aquella islita perdida se había convertido en su hogar, tanto así que cuando Harry le ofreció mudarse porque se veían demasiado jóvenes para la edad que deberían tener, Louis retrucó diciéndole que quizás eran ellos los que tendrían que camuflajearse entre la multitud. Fue así como terminaron llamando a Zayn, quien les suministró un hechizo de apariencia más adulta para justificar que tenían un hijo de la edad de Jack. Por supuesto no se veían como dos hombres de clase obrera en sus cuarentas, pero tampoco tenían el rostro de muchachitos veinteañeros. Y Louis, aunque no lo dijera en voz alta, disfrutaba un montón de lo sexy que Harry se veía con un par de añitos más.

—¿Pa? —la voz gentil de su hijo lo llamó desde atrás, interrumpiendo sus cavilaciones. Louis se volteó con rapidez encontrándose con Jack usando un sweater beige con mangas demasiado largas, un jean azul claro y esas horribles botas caqui que Harry le había regalado para la Navidad pasada.

—¿Sí, bebé? —preguntó preocupado por la expresión de congoja en el rostro pálido de Jack. Sus ojos azules estaban tristes y la mueca de su boca no era mucho mejor.

—¿Papá Harry vendrá hoy? —la voz se escuchó estrangulada e insegura, como solía hablar cuando se sentía sobrepasado por las situaciones. A Louis se le estrujó el corazón. Jack no era como los otros chicos de su edad. Tenía una inocencia inexplicable y un corazón enorme dispuesto a perdonar cien veces, lo cual ni a Louis le gustaba, ni Harry aprobaba, ya que ambos sabían perfectamente que había personas que no merecían siquiera media oportunidad.

Louis se limpió las manos en el repasador de la mesada y caminó hasta donde se encontraba parado su hijo. Sonrió de lado y le dio un beso en la frente.

—Oh, cariño. Papá solo tuvo que ir a ver a tus tíos para cerciorarse de que todo sigue bien en el Infierno, pero por supuesto que va a volver hoy, es tu cumpleaños —al ir creciendo, y para evitarle traumas al chiquillo, Harry y Louis habían decidió festejar el nacimiento de Jack en el mes de Julio, muy lejos de la muerte de su madre biológica y el desastre en San Francisco. Muy lejos de cualquier cosa que pudiese hacerle daño.

—Adara y Colin dicen que papá no está nunca porque tiene una aventura con alguien fuera de la isla —Louis rodó los ojos con exasperación. Odiaba a esos dos mierdecillas amigos de Jack que siempre decían basura estúpida para hacerlo sentir mal, y odiaba que su hijo siempre hiciera todo por caerles bien. No era muy sociable, le costaba charlar con la gente y sentirse a gusto, pero aquello no era mucho mejor. Maldecía el día en el que su Jack había conocido a los hijos de su estúpido vecino.

—Los padres de Adara y Colin son hermanos, no los escuches —mintió, a lo que el rubio frunció el ceño confundido.

—No, el señor y la señora Reginald se conocieron en un crucero por el Mar Mediterráneo, ellos me lo dijeron —aseguró. Louis suprimió una sonrisa y negó suavemente.

—Eres demasiado puro para este mundo, hijo —le dio una palmadita en el hombro—. Anda, ve a lavarte la cara y pon una sonrisa en ese bonito rostro que tu mamá te va a llamar en cualquier momento. Mi laptop está en la sala.

Lucifer is BritishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora