Martes

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Cris quiere que nuestro disfraz sea una sorpresa hasta el día de la fiesta, que se ha cambiado para el sábado en lugar del viernes, así que vamos solo ella y yo a conseguir las cosas. Vamos caminando de la mano por Gran Vía y yo hago mi máximo esfuerzo por mantenerme en el momento y en el lugar donde estamos, pero no puedo evitar que mi mente siga dándole vueltas al candado en la pantalla de Instagram. Volteo para ver a Cris y su expresión emocionada, y me obligo a pensar en ella y en lo que venimos a hacer.

“Amor, va a ser el mejor disfraz de toda la fiesta. Ya te lo digo yo.”

Le sonrío y me da un beso en la mejilla.

“¿Te apetece comer algo antes de irnos?”

La verdad es que no, pero prefiero quedarme allí con Cris que regresar a mi casa a seguir pensando, así que comemos algo ligero y caminamos de regreso a casa de Cris. En el camino pasamos frente a nuestro parque y decidimos entrar a sentarnos en el pasto un ratito más.

Me siento recargando mi espalda en un gran árbol, recojo las piernas y Cris recarga su cabeza en ellas, pongo música en mi celular y empiezo a pasar mis manos por su cabello – algo que descubrí hace un par de semanas que me ayuda a relajarme -, y Cris saca su celular y se pone a ver su Instagram.

“A ver, ven. Probemos este filtro, se ve guay.”

Se sienta, recarga su espalda junto a la mía y pone la cámara frontal, en su pantalla nos vemos ella y yo con un bote falso de palomitas, Cris abre la boca y las palomitas vuelan a su boca; intento no reír, pero no puedo.

“¿Me quieres así?”

La imagen en la pantalla es realmente comiquísima, el filtro deforma la cara de Cris y ella esta haciendo una de sus muecas, abre la boca y mas palomitas falsas caen en ella y yo me olvido de todo por un segundo para contestarle.

“¡Sip!”

Ambas reímos y ella me da un beso, escucho el sonido de que nos ha tomado una foto y sonrío contra sus labios.

“Cris, pará de tomarnos fotos.”

 Veo en su pantalla como selecciona “mejores amigos” y sube la foto. Me da un beso en la mejilla y vuelve a recostar su cabeza en mis piernas. Empiezo a sentir que mi corazón se acelera, y las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, y en mi garganta, y necesito poder decir algo antes de asfixiarme. Aprieto mis dedos en dos puños e inhalo profundamente.

“¿Sabés? El otro día que estuviste en mi casa, el domingo, después de que te fuiste, intente abrirme una cuenta de Instagram.”

Veo que la pantalla de Cris deja de moverse, pero ella no voltea a verme para nada.

“Pero no pude, primero me decía que estaba bloqueada, luego que la contraseña no era la correcta, y al final me denegó cualquier intento de movimiento.”

Los dedos de Cris siguen sin tocar su pantalla y ella sigue sin decir una palabra, bloquea su pantalla y se levanta un poco para girar a verme.

“¿Le has hablado a tus padres de eso?”

“Si. Bueno, no. No exactamente. Les pregunte si creían buena idea que me abriera una cuenta y me dijeron que lo hablara con mi terapeuta la próxima sesión. Pero es hasta dentro de dos semanas y no se si pueda esperar tanto.”

Cris mueve su cabeza de arriba hacia abajo lentamente, pensando que decir. Aprieta sus labios y desvía la mirada.

“Ya. Y, ¿Por qué no adelantas tu terapia?”

“Tal vez.”

Cris se me queda viendo unos instantes más, su mirada ha cambiado, se ve preocupada e inmediatamente vuelvo a sentir que me esta ocultando algo. Se pone de pie y estira su brazo para que tome su mano.

“¿Nos vamos?”

Le tomo la mano y caminamos a su casa en silencio, la dejo en su casa, me da un beso, y prometo avisarle cuando llegue, pero en el camino empiezo a sentir que mi mente se hunde en un océano de dudas otra vez y olvido escribirle hasta que el sol se mete y me pregunta si todo bien.

Esta noche me voy a dormir sin mandarle mensaje antes.

Atrapando humoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora