Capítulo 10

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Enlaces Conectados

Sumido en sus pensamientos un aventurado joven se paseaba entre la árida vegetación que rodeaba un bosque. Descansaba sus palmas en los bolsillos de su pantalón mientras mantenía el rumbo mirando hipnótico hacia arriba. Una suave brisa golpeaba su rostro y agitaba su largo cabello negro, caminaba a paso corto entre rascacielos de madera que apenas dejaban ver las nubes, pero que ofrecían una sombra agradable. Las franjas de luz solar se abrían paso entre las ramas y la mordedura del viento provocaba una llovizna de hojas secas color cobre.

Fijó su vista en una de estas que descendía danzando al ritmo del gorjeo de los pájaros. Con los ojos persiguió su caída lo que lo hizo conectar su mirada con una pequeña niña dando saltitos más adelante, y tambaleando su felposa cola de un lado a otro alegremente.

Entonces salió de su hipnosis. Dejó salir un bufido que desalineó su cabello y fue entonces que recordó por qué la había traído consigo esta vez. La idea no le agradaba, puesto que conocía los peligros que suponía salir de su dimensión, y más aún teniendo que cuidar a su hermana menor. Pero, ¿cómo resistirse a esos tiernos ojos de cachorro regañado? No podía. Aquella adorable sonrisa era su debilidad y la niña sabía que esa era su mejor arma de persuasión.

«¿Cómo cabe tanta astucia en un cuerpo tan pequeño?» —Pensó. Había empleado su casi mágica habilidad de sugestión en su contra y él había caído en su adorable trampa. Así se encontraba; lejos de casa caminando en el sendero pinto de un bosque que ya había recorrido cientos de veces él solo, pero que en esta ocasión lo acompañaba ella. 

Se detuvo de repente al entrever en un costado, la planta por la que se encontraban allí. Una hierba cuyas flores poseen propiedades medicinales exorbitantes y que solo se conseguían en aquella dimensión, o al menos era la única en la que él había podido hallarla.

—Nina. —Se dirigió a su hermana, pero esta continuó brincando sin indicios de haberse percatado.

Esbozó una sonrisa al darse cuenta del disparate, un desvarío ocasionado por lo distraído que iba. Sacó las manos de sus bolsillos y se agachó a recoger una pequeña almendra al lado de su botín, entonces la arrojó con sutileza hacia arriba en dirección a ella y con una puntería destacable le atinó en la cabeza a la chiquitina. Golpe suave y certero.

Ella paró en seco con una pierna levantada apunto de aplastar una colina de hojas secas bajo sus pies. Giró sobre sus talones mientras se sobaba el golpe en la cabeza y miró a su agresor con los ojos brillantes y los labios temblorosos por tal traición, pero este solo le devolvía una expresión de burla y pillería.

De un par de gestos con sus manos le indicó que ya había encontrado la planta; por lo que Nina enseguida olvidó la deslealtad y de súbito enfocó su atención en la mata, vislumbrando con los ojos desorbitados aquello que veía por primera vez.

Dando saltitos se acercó entusiasmada y se sentó sobre sus talones al lado de la hierba en lo que su hermano preparaba el extractor de esencias que sacó de su bolso. Este encajó en el aparato, un envase de cristal que formaba una ele con la jeringuilla puesta. Luego  adoptó esa misma manera de sentarse y se plantó junto a ella.

—Presta atención —refirió él describiendo gestos con las manos.

—Habla. —Lo interrumpió Nina con esa voz tan dulce que parecía irreal. Él arrugó el entrecejo. Sus señas debían ser tan imprecisas que ella no pudo entenderlas, entonces ladeó la cabeza para verla y un deslumbrante par de iris le devolvieron la mirada,  despampanantes ojos violeta que contrastaban con el tono metálico de los suyos.

La sonrisa medio torcida y un destello de malicia en sus ojos lo hizo entender que estaba bromeando y solo se estaba vengando por el semillazo de antes. Aún así, decidió seguir con la lección de forma oral.

Dimensión en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora